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La crisis financiera | La reacción de los mercados

La huida del riesgo eleva los bonos de EE UU y Alemania a niveles récord

Japón y Suiza sopesan intervenir para frenar la apreciación del yen y el franco, divisas refugio P La cotización del oro supera los 1.800 dólares por onza

Alejandro Bolaños

Cuando el dinero sale escopetado de las Bolsas, y algunas plazas europeas llevan perdido este año más del 15%, se sacrifica el rendimiento a la seguridad. El sálvese quien pueda generalizado se apreció ayer en todo tipo de señales. Se acumularon las órdenes de compra de títulos de deuda pública de Estados Unidos, Alemania o Reino Unido; la cotización del oro superó por primera vez los 1.800 dólares por onza. Y la apreciación de las divisas de los países más estables (Suiza) o con mayor volumen de reservas (Japón y China) promete quebraderos de cabeza a sus autoridades monetarias.

Los inversores hicieron ayer bueno el alegato patriótico -"siempre seremos un país triple A"- con el que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, respondió a la histórica rebaja de calificación de la deuda anunciada por Standard & Poor's. Las dudas de la agencia sobre la sostenibilidad de las cuentas públicas de EE UU no merma el deseo de compra de títulos estadounidenses. Más bien al contrario: en el mercado secundario, la masiva adquisición de bonos a 10 años llegó a situar el tipo de interés por debajo del 2% durante unos minutos, un hito histórico. La revalorización de los títulos del Tesoro norteamericano se situó en un nivel similar a la que se produjo tras el pánico bursátil que desató la quiebra de Lehman Brothers en 2008.

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José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citigroup, destacó la extrema volatilidad en la que están inmersas las Bolsas y la acumulación de señales negativas como las espoletas de esta huida hacia productos más seguros. "Hay dudas sobre la banca europea, sobre las expectativas de crecimiento, sobre la deuda pública de varios países. No hay nada que nos permita salir de ese bucle, y las caídas de los mercados se retroalimentan", señaló.

En Europa, el mejor indicador de esta renovada aversión al riesgo fue la intensa apreciación del bono alemán, que tuvo su reflejo en el menor tipo de interés desde la creación de la zona euro (2,08%). O la cotización de los títulos a 10 años del Tesoro británico, que también marcaron un mínimo histórico (2,3%). En algunos casos, se adquieren títulos que prometen rendimientos muy por debajo de la inflación: el interés que pagan las letras a un año emitidas por Reino Unido apenas supera el 0,5%, cuando los precios suben allí cerca del 4,5%.

En el mercado de divisas, el que más dinero mueve en el mundo (tres billones de euros al día, una cifra que triplica el PIB español), las pérdidas de las Bolsas se traducen en un movimiento masivo hacia las monedas con más recorrido al alza, como el franco suizo, el yen japonés o el yuan chino. Aquí no juega solo el deseo de seguridad -el volumen de negociación en este mercado aumentó un 20% entre 2008 y 2010, periodo marcado por la crisis financiera-, sino también la especulación: se logran importantes ganancias (o pérdidas) apostando enormes cantidades de dinero a variaciones de céntimos en la cotización de una moneda.

En el último mes, el franco suizo ha tenido un papel protagonista. Desde finales de julio hasta la segunda semana de agosto, se apreció más de un 14% respecto al euro y al dólar, hasta el punto que llegó a rondar la paridad (se cambió a 0,97 euros) con la moneda única. En los últimos días, la cotización había retrocedido ante la eventualidad de que el Banco Nacional Suizo adopte medidas contundentes para enfriar el valor del franco. Hasta ahora, la autoridad monetaria, ha aumentado el acceso a la liquidez para impulsar los préstamos en francos y ha concertado con otros bancos centrales operaciones de intercambio con dólares y euros.

"Si son necesarias, adoptaremos medidas adicionales", fue el último mensaje que lanzó el banco central suizo, el pasado martes. Desde entonces, los inversores especulan con iniciativas extraordinarias como una intervención directa en el mercado de divisas, recargos a la entrada de capital o, incluso, la fijación de la paridad con el euro. Ayer, el franco suizo volvió a subir.

La enorme apreciación del franco merma la capacidad exportadora de Suiza (el sector exterior aporta la mitad del PIB) y encarece los planes de las multinacionales para radicarse en el país (según UBS, en Zúrich y Ginebra se pagan los salarios más altos del mundo). En Japón, la revalorización del yen es un problema tradicional, amplificado ahora por la debilidad del dólar. "Controlamos la evolución del mercado, y tomaré una decisión contundente cuando sea necesario", aseguró ayer el ministro de Finanzas japonés, Yoshihiko Noda.

La probabilidad de una intervención masiva del Gobierno japonés crece en paralelo a la cotización del yen: la divisa japonesa flirtea con el nivel de los 76,25 por dólar, el tipo de cambio récord desde la posguerra. Y las exportaciones retrocedieron un 3,3% en julio, más de lo esperado. La debilidad del dólar y el euro, reflejo de las mínimas expectativas de crecimiento en EE UU y Europa, también tiene consecuencias en Pekín. Pese a mantener limitada la oscilación diaria de la divisa china al 0,5% sobre el valor de la sesión anterior, el cambio alcanza ya los 6,38 yuanes por dólar, el valor más alto desde 1993. Con un superávit comercial que volvió a crecer en julio, la presión sobre las autoridades chinas para que relajen los límites de la cotización también aumenta.

El indicador más constante de la desconfianza de los inversores es el precio del oro, el valor refugio por excelencia. La escalada coronó ayer en los 1.830 dólares por onza, pero, según los expertos, llegará aún a cumbres más altas. "Para la forma más antigua de riqueza, tanta incertidumbre económica y política es un buen presagio", concluye un estudio de Barclays Capital.

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