Agua para el emperador
El Pont del Diable es el acueducto romano más importante que se conserva en Cataluña. Es una construcción majestuosa pero, explica Isabel Rodà, fue construido a toda castaña por militares con la orden perentoria de tenerlo listo en tres meses. Lo levantaron diferentes cuerpos del ejército que se fueron turnando y es posible apreciar las distintas técnicas en las fases sucesivas. Todo ello explica que el acueducto no sea lo que se dice de una gran perfección arquitectónica, sino al contrario: presentaba desde su origen algunos fallos que han motivado que el monumento no sea tan sólido como otros del mundo romano. Vitruvio y Faventino se echarían las manos a la cabeza. Aunque uno podría decirse que, si fue una chapuza, ¡vaya pedazo de chapuza!: ha durado 2.000 años. La explicación de las prisas, según Rodà, es muy simple: el acueducto tenía que estar listo para la estancia de Augusto en Tarraco. El heredero de César se sintió tan a gusto que se quedó dos años, el 26 y el 25 antes de Cristo. No sabemos si el acueducto fue decisivo en ello, pero la imagen de legionarios y auxiliares trabajando a marchas forzadas para que el emperador tuviera agua, entre el apremio de los ingenieros, es de las que nos acercan la antigüedad clásica hasta casi tocarla.