_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Verdeguer y Vela, ¿la hora de la cordura?

En una reciente entrevista en EL PAÍS (10/09/2011) trufada de expresiones extemporáneas el conseller Vela reconocía que la situación financiera de la Generalitat es dramática: en agosto solo se pudieron renovar 18 de los 420 millones que vencían. El tono de sus declaraciones mostraba el grado de abducción por las formas y modos del PP de quien era un competente académico. Su contenido explicaba por qué estamos a un paso del default.

Y es que la máxima de gestión ha sido, y es, que si se puede renovar la deuda y hay compradores de las nuevas emisiones, el déficit es irrelevante. Como lo es la eficiencia en el gasto. El error a la vista está. Dado que déficit y compradores se relacionan inversamente (con los ingresos fiscales como nexo del riesgo) los mercados financieros están cerrados. Y al olvidar que el "a largo plazo todos muertos" lo escribió J.M. Keynes para urgir a afrontar los problemas y no para desplazarlos al futuro, estos les han estallado en la cara a quienes los han creado. Claro que en una Administración que amonesta a la Agencia Fitch porque "no tienen ni autorización ni encargo especial para" evaluar su rating, no sorprenden estos yerros.

Costa confundió el hemiciclo con un mitin en la plaza de toros
Más información
Vela pide socorro al Gobierno tras hacerlo culpable de la crisis

La valoración de las comparecencias del propio Vela y del conseller de Economía, Enrique Verdeguer, tiene elementos contrapuestos. Por un lado, muchos de sus aspectos generales ya fueron expuestos por sus antecesores. Y a la vista, ¡y en las estadísticas!, está que eran humo. Sin embargo, el carácter más técnico de ambos y las referencias a la transparencia, análisis coste-beneficio o austeridad (por no hablar de al mundo en que vivimos, en el caso de Verdeguer) invitan a un prudente optimismo. Aunque los plazos de este para acometer segmentos fundamentales del saneamiento sean exagerados o la continuidad con el discurso del pasado de Vela, estridente.

Un buen ejemplo lo apuntó Toledo en su réplica, demostrativa de lo distinta que sería la situación del PSPV sin los ineptos rentistas del cargo público que lo gobiernan. El diputado socialista destacó esta falta de concreción del saneamiento del sector empresarial público; ese centenar largo de entidades (más RTVV, CACSA y la AVT) financiadas con el dinero de todos que forman una maraña tan intrincada que su plantilla o presupuesto consolidado son desconocidos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Frente al detalle con el Ivex, Verdeguer no concretó ni cómo ni cuándo se va a acabar con la madeja de intereses políticos, económicos, e incluso familiares, que han resultado en un sinfín de entidades de actividad irrelevante, mal gestionadas, con plantillas sobredimensionadas y directivos retribuidos muy por encima de sus méritos y responsabilidades. Y con un presupuesto superfluo superior a 400 millones, o los 520 que le atribuía Vela, y un personal sobrante mayor que los liberados sindicales y funcionarios suprimidos. Habrá que esperar, pues, al decreto ley que anunció, a los presupuestos y a la creación y desarrollo de la Corporación Pública Empresarial para tener opinión. Tiempo quizá excesivo cuando este es un bien escaso ante la situación financiera.

Además, su preparación o su capacidad intelectual, visibles en sus réplicas, no le van a ser suficientes para alcanzar sus objetivos. Necesita contar con un respaldo político que, de momento, no se ha explicitado. El capitán del barco no ha dicho una palabra de este urgente ERE entre los afectos, ocupado como está con el eje mediterráneo, aunque olvidando los elevados peajes de la AP-7.

Continuista en las formas, que no en el fondo que le viene impuesto, ha sido Vela. Ha elegido echarle la culpa de todo al sistema de financiación. Lo cual es en parte cierto, pero solo en parte. Además, su argumento contradice el reciente rechazo del PPCV a impulsar la reforma del Estatut con una disposición adicional vinculando las inversiones en los Presupuestos del Estado a la población. Una vinculación entre financiación y población reclamada también histriónicamente por el recuerdo del pasado que es Ricardo Costa. Este no solo se jactó de que le iban a "apoyar"

[a Vela] sino que confundió el hemiciclo con un mitin en la plaza de toros. Las apelaciones posteriores de Vela a la colaboración y la cordialidad indican que Consell y grupo parlamentario interpretan melodías diferentes. En todo caso, su "austeridad, ahorro y ajuste" orientan que va a hacer lo único que puede: reducir gasto. La clave es qué partidas.

En síntesis: los Länder alemanes emiten sin problemas deuda a un año por debajo del 1,8% de media. La diferencia con nuestra situación es la cuantía del despilfarro de la Generalitat. El interrogante tras estas comparecencias es si ha llegado la hora de la cordura. La esperanza, escéptica, es que la respuesta sea afirmativa y que los costes del ajuste se distribuyan con eficiencia y equidad y no con criterios partidistas. Porque de no reaccionar ya, esa economía multipolar barrerá el bienestar de la mayoría de los valencianos. De los de hoy y, sobre todo, de los de mañana.

Jordi Palafox es catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universitat de València.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_