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400 años de musical en Madrid

Javier Vallejo

- El musical mitológico. Las compañías teatrales del Siglo de Oro llevan consigo músicos y actores cantantes, porque casi todas las comedias de la época tienen canciones y bailes. En 1657, Gaspar de Haro, director de los teatros de corte con Felipe IV, manda hacer una compañía con las mejores actrices cantantes españolas para el palacio de la Zarzuela: de ahí toma nuestro musical su nombre genérico.

- Los 'hooligans' de la tonadilla. Mediado el siglo XVIII, la tonadilla escénica (sainete con fandangos, boleras, tiranas y otros ritmos populares) hace furor en los corrales del Príncipe, hoy teatro Español, y de la Cruz, cuyos forofos, llamados chorizos y polacos, reventaban los estrenos de sus rivales y se pegaban con ellos a la salida. La divertida zarzuela Chorizos y polacos describe esa época a toro pasado.

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- La restauración de la zarzuela. Entre 1850 y 1880, en España se estrenan un millar de títulos. Compositores como Barbieri fusionan música culta, popular y ritmos europeos de moda: en el soberbio montaje de El barberillo de Lavapiés dirigido por Calixto Bieito en 2006, las pedradas de los madrileños contra los faroles de Sabatini recuerdan la más reciente revuelta contra los parquímetros de Gallardón. Los clásicos siempre nos hablan a fecha de hoy.

- Irrupción del género chico. En 1868, el actor Antonio Riquelme inventa el teatro por horas: su empresa ofrece cuatro funciones diarias consecutivas, de 55 minutos cada una, todas diferentes, para multiplicar la caja. Hacia 1900 en Madrid hay 11 teatros dedicados a este género, llamado chico por su duración: el Apolo, de 2.200 localidades, suma ¡cuatro millones de espectadores anuales, más que todos los teatros madrileños de ahora juntos! Entonces exportábamos musicales: los montajes

de la revista La Gran Vía (1896) se multiplicaron por capitales europeas y americanas, Turquía, Japón...

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- Los felices veinte. Un centenar de salones y cafés cantantes ofrecen en Madrid espectáculos ligeros con cupletistas provocativas: es el apogeo del género ínfimo y la sicalipsis. Por los ojos de Raquel Meller (2006) y Amadeu (2010) evocan esa época.

- De la revista a la comedia musical. Tras la Guerra Civil la revista vive otra década dorada. La compañía Los Vieneses llega a España para quedarse y las canciones de doble sentido sexual de La Blanca Doble desatan la ira del cardenal Segura. En 1955, José Tamayo dirige Al sur del Pacífico, primera comedia musical estadounidense estrenada aquí: en los sesenta le siguen Kiss Me Kate, El hombre de La Mancha, Sonrisas y lágrimas...

- La ópera rock bíblica. En 1974, el éxito de Godspell, versión hippy del Evangelio, anticipa los de Jesucristo Superstar, Hair y El diluvio que viene. Los rusos responden a la riada de títulos anglosajones con Historia de un caballo, adaptación de un cuento de Tolstói. La compañía catalana Dagoll Dagom apuesta entretanto por un musical de creación propia cien por cien, con títulos como Glups! y La noche de San Juan.

- Redescubriendo la Gran Vía. El constructor Luis Ramírez se queda el teatro Lara como pago de una deuda: allí comienza a imaginarse un Broadway madrileño y produce El hombre de La Mancha (1997), Grease, Jekyll & Hyde... Diversos empresarios reabren luego los teatros Coliseum, Rialto, Gran Vía, Nuevo Alcalá y, efímeramente, el Avenida. Pero el pionero de esta revitalización es, una vez más, Tamayo, que en 1987 abre el Nuevo Apolo.

- A su imagen y semejanza. La multinacional CIE desembarca en 1999 con producciones clónicas de las de Broadway y Londres. Para conseguir una mimesis absoluta, importan al director, al coreógrafo y hasta los decorados de La Bella y la Bestia, Cats, El fantasma de la ópera... My Fair Lady, dirigido por Azpilicueta; Chicago, por Ricard Reguant, y Sweeney Todd, por Mario Gas, demuestran que aquí podemos hacer títulos foráneos divinamente, sin importar mano de obra.

- Fórmulas actuales. El musical en torno a canciones de un grupo o solista (Mamma Mia!, Hoy no me puedo levantar, Más de cien mentiras; la revisión de los clásicos bajo otra óptica (La verbena de la Paloma, dirigida por Marina Bollaín); el musical de bolsillo (Te quiero, eres perfecto... ya te cambiaré, Time al tiempo, Ojos verdes...)

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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