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Reportaje:

El legado literario grita auxilio

Crisis económica, litigios entre herederos e instituciones y todo tipo de pugnas políticas ponen en peligro la correcta preservación de la memoria de los escritores

Jesús Ruiz Mantilla

Si a los litigios entre herederos, la desatención, los problemas de conservación del papel y las fotografías, los desencuentros políticos, las riñas intelectuales y la obsesión por hacer caja antes que difundir una obra hay que añadir los estragos de la crisis económica, los legados de escritores y artistas atraviesan tiempos de tormenta. El triste episodio con el que se cierran los fastos del año Miguel Hernández apuntan en una dirección dramática: el Ayuntamiento de Elche no puede comprometerse con el acuerdo económico de tres millones de euros en 20 años por la herencia del poeta. La crisis avisa y azota ya. Ni el arte queda a salvo. No es ni será el único caso que se presenta.

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Pero hablamos de una parte fundamental de la memoria y de la identidad de una lengua, de un país: la obra de poetas y escritores no debería ser solo cuantificable económicamente, aunque la cruda realidad apunta en otro sentido. Empieza a escasear el dinero y eso deja en fuera de juego cualquier otra interpretación.

"Mientras los autores viven, es más fácil conservar una fundación con su nombre", asegura Darío Villanueva, miembro de la Real Academia Española, catedrático de la Universidad de Santiago y conocedor a fondo de las fundaciones dedicadas a Cela, Torrente Ballester o Carlos Casares. "Mientras Cela vivía no costaba levantar su fundación, pero ahora, la cruda realidad es que conservarla cuesta 450.000 euros al año".

¿De dónde pueden salir si no cuenta con los derechos de su obra? El resto sí, las cartas, los objetos, las excentricidades... "Cela fue un gran coleccionista de sí mismo", asegura el académico. Para que un legado se mantenga, según Villanueva, lo ideal es que se den tres factores: "La importancia del escritor en sí, que los gestores tengan estatura intelectual e ideas originales para avivar la figura de la que se encargan y, por último, recursos económicos. Si los recursos fallan, la crisis aflora y empieza el problema".

Y el problema es doble: la conservación física en sí, por un lado, y la difusión del legado por medio de actividades varias, por otro. Es una de las obsesiones de Antonio González Padrón, presidente de Acanfe, la asociación que reúne casas museo y fundaciones de escritores. "Los papeles deben tener su temperatura adecuada, sus condiciones medioambientales y eso no creo que se dé en un banco", asegura en referencia al lugar donde han ido a parar los de Miguel Hernández.

Pero frente a estos problemas, González asegura que se podría hacer algo. Al menos a nivel legislativo. "Nadie duda que la propiedad de un legado intelectual o artístico es privada, pero eso no debe entrar en conflicto con el derecho ciudadano a acceder a ella. Cuando existen problemas de desacuerdos a varios niveles, el Estado debería ser más fiscalizador, se podría reforzar la legislación en ese sentido", cree González Padrón. "Incluso con un cuerpo de inspectores encargados de estos asuntos", propone.

Todo se rige con acuerdo a la Ley de Patrimonio de 1985. Un año en el que, por supuesto, no se habían desarrollado como ahora las nuevas tecnologías. ¿Queda ya obsoleta la ley? No del todo, dicen varios expertos. Pero Rogelio Blanco, director general del Libro, anuncia algunas modificaciones. "En estas semanas se aprobarán dos decretos referidos al acceso público y otro al orden jurídico de los archivos". Y somos consciente desde el Gobierno de que hay que adecuar la legislación a los nuevos tiempos de infinitos avances técnicos.

Pero de regreso al escenario de la crisis, el punto más débil se encuentra, a juicio de muchos, en los acuerdos entre familiares, ayuntamientos y autonomías. Muchos son un desastre y pueden quedar en papel mojado. Con buena parte de la memoria en un limbo, desatendida. Por ahora es algo que no afecta al Estado. Prueba de ello es la adquisición del archivo de la superagente Carmen Balcells por tres millones de euros. "Será el germen de una futura casa del autor, como existe en Francia o Suiza. Ese archivo es un buen punto de partida, con cuatro premios Nobel y toda la correspondencia y acuerdos sobre el boom", afirma Blanco. Ese acuerdo o la adquisición de los dibujos de La zapatera prodigiosa de Lorca por el ministerio de Cultura, en subasta. La Fundación Lorca no pudo pujar, como ha visto también parada por falta de fondos la apertura del centro Lorca en Granada. Hasta los que mejor gestionan un legado sufren los estragos de la crisis.

Para mejorar esta situación es necesario espabilar y aunar esfuerzos. José García Velasco, presidente de la Institución Libre de Enseñanza y antiguo director de la Residencia de Estudiantes, donde hay depositados unos 50 legados, aconseja: "Es necesario reforzar redes y acuerdos entre instituciones en tiempos duros". También se puede reforzar la legislación con criterios fiscales y económicos: "Animar con menos trabas la exención de impuestos y los patrocinios".

Anna Caballé, investigadora y biógrafa de Francisco Umbral o Carmen Laforet cree que la crisis tendrá también sus buenas consecuencias: "Ayudará a ordenar ciertos despropósitos, ciertas chapuzas deberán revisar sus planteamientos", afirma. También cree que en estos tiempos de crisis estamos pagando las consecuencias de antiguas alucinaciones conjuntas: "Nosotros hemos pasado, como nos ocurre tantas veces, de una displicencia absoluta en relación a los archivos y legados personales de escritores y artistas a una carrera frenética por adquirirlos a cualquier precio", asegura Caballé. "Tanto la Administración del Estado como las autonómicas se disputan los legados literarios (artísticos, fotográficos) multiplicándose los ofrecimientos y vendiéndose éstos al mejor postor. Eso genera un gravísimo problema y es que el Estado, en lugar de concienciar a la sociedad civil de lo importante que es la preservación de su patrimonio literario y artístico, se lanza a la compra de materiales que deposita luego indiscriminadamente en macroarchivos, donde estos documentos pierden toda su personalidad y eficacia". Y de esos polvos, vienen estos lodos.

Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, Camilo José Cela y Rafael Alberti, vistos por Sciammarella.
Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, Camilo José Cela y Rafael Alberti, vistos por Sciammarella.
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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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