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La crisis del euro

Los bancos centrales suavizan la tensión

La Reserva Federal y el BCE encabezan una inyección de liquidez a escala mundial - Las Bolsas cierran con fuertes subidas impulsadas por el sistema bancario

Claudi Pérez

Nadie es capaz de entender -o tal vez descifrar- las conversaciones entre los mercados y la política como los bancos centrales. Los mercados han decretado miedo: la situación actual se parece peligrosamente a la de las semanas previas a la quiebra de Lehman Brothers en un buen puñado de indicadores. Si no se produce un accidente financiero es solo por las medidas extraordinarias -y van ya años de extraordinarias medidas- que aplican los bancos centrales: ayer, con el miedo cotizando otra vez en máximos, salieron de nuevo al rescate. En medio de un ruido económico y financiero ensordecedor y ante la enésima demostración de incapacidad de la eurozona para solucionar la crisis fiscal, los seis grandes bancos centrales del mundo, capitaneados por la Reserva Federal estadounidense, ampliaron la barra libre de liquidez en dólares. En plata: metieron un manguerazo de dinero en el sistema financiero para evitar que algún banco se quede seco. Y provocaron un arreón en las Bolsas, que subieron en torno al 4% en las grandes plazas, y en el resto de mercados, que saludaron la medida suavizando la tensión.

El objetivo es evitar que las dificultades de liquidez acaben siendo de solvencia
Aunque la decisión es adecuada, los graves problemas de fondo siguen
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Se trata de un paso en la buena dirección: da muestras de la necesaria coordinación internacional en un momento en el que hay ciertos temores a que se desate algo parecido a una guerra de divisas, como ha sucedido en otras ocasiones de enorme presión. Y facilita enormemente las cosas a la banca, especialmente a la europea, muy castigada en la Bolsa en los últimos tiempos. Pero nada más, porque en realidad nada ha cambiado en lo sustancial: las grandes economías bordean la recaída en la recesión, la recuperación en las economías emergentes pierde fuelle y sobre todo Europa encara 10 días fundamentales para su futuro sin que, en ese caso, el Banco Central Europeo (BCE) haga nada más que lo estrictamente necesario para mantener la economía y el sistema financiero de la Unión en cuidados intensivos, con respiración asistida.

Pero esta es la historia: los bancos centrales de EE UU, la eurozona, Reino Unido, Japón, Canadá y Suiza (es decir, todos los importantes) anunciaron su intención de coordinar su actividad para restar tensión a las condiciones de liquidez en los mercados financieros. Es algo que ya hacían en el pasado: esas ayudas se prorrogan hasta febrero de 2013 y son ahora más baratas. La Reserva Federal aumentará sus préstamos al resto de grandes bancos centrales para reducir los costes de endeudarse en dólares, el BCE mejora también sus condiciones para la banca continental y, como colofón, las seis entidades establecen acuerdos de canje en todas las monedas "si surge esa necesidad". El objetivo declarado (en el habitual lenguaje imposible del comunicado que hicieron público los bancos centrales a las dos de la tarde) es que ningún banco que tenga que refinanciar deuda durante los próximos meses tenga dificultades: que ningún problema de liquidez se transforme en un problema de solvencia. El efecto colateral fue fulgurante, gasolina para las subidas de las Bolsas, especialmente en los valores bancarios, y recortes en las primas de riesgo de los sospechosos habituales, incluidos Italia y España.

El problema es que apenas hay tales tensiones de liquidez: en los últimos meses, los bancos europeos -con el semáforo en ámbar en los mercados desde hace mucho tiempo- apenas han necesitado usar las líneas disponibles en dólares, por ejemplo. En cambio, la crisis fiscal de la eurozona sigue en pleno apogeo, lastrando a las entidades que acumulan deuda pública en sus balances. Crisis de la deuda soberana y crisis bancaria se retroalimentan desde hace tiempo: funcionan como vasos comunicantes. Y contra eso ni el BCE ni la sucesión de cumbres -ayer mismo, un Ecofin- logran dar un solo paso convincente.

La actividad en los bancos centrales es incesante desde el inicio de la crisis, y van ya más de cuatro largos años. Pero en las últimas horas la ráfaga de medidas es proporcional a la cantidad de problemas que se acumulan en el horizonte: el disparo de la Fed y compañía llegó ante la ausencia de respuestas en la reunión de ministros de Finanzas, en Bruselas, pero coincide también con las negociaciones entre Berlín y París para poner sobre la mesa un euro del Norte, e incluso con inquietantes informaciones respecto a que las empresas europeas preparan planes de emergencia ante una hipotética ruptura del euro. También el banco central de China movió ficha: el supervisor del gigante asiático sorprendió con un movimiento de política monetaria expansiva -exige a los bancos menos reservas-, por los primeros signos de lo que parece un posible pinchazo inmobiliario y por el impacto de la crisis global en sus exportaciones.

China, tras unos meses de medidas restrictivas para contener la inflación, se alinea así con todos los demás: tanto EE UU como Reino Unido y Japón mantienen los tipos próximos al 0% y han dado claras muestras de que van a mantener el grifo de la política monetaria a plena potencia durante mucho tiempo. Incluso se esperan más movimientos del BCE, el más timorato de los grandes bancos centrales: tras la rebaja de tipos de noviembre, los analistas prevén una segunda caída del precio del dinero y nuevas medidas de liquidez, que podría llegar tan pronto como la semana próxima. Y presionan para que el Eurobanco solucione los problemas en la deuda con un volumen de compras de bonos muy superior a las tímidas operaciones que viene apuntándose. Hasta el dogma de la austeridad en Europa empieza a resquebrajarse: Alemania ha aprobado ya tímidas medidas de estímulo, y Reino Unido, que aplicó draconianos planes de ajuste tras las elecciones que dieron el triunfo al conservador David Cameron, se ha echado atrás ante la constatación de que tiene ante sí un estancamiento y probablemente una recesión.

"La historia interminable de la crisis fiscal y financiera europea ha entrado en una fase potencialmente desastrosa. Las medidas de los bancos centrales son más cosméticas que otra cosa, pero al menos sirven para dar una señal adecuada", explicó José Luis Alzola, del Observatory Group. El codirector del mayor fondo de deuda pública del mundo, Pimco, fue mucho más allá y calificó el movimiento de "dramático": "Los mercados financieros y en especial el sistema bancario están cada vez más dislocados. Una vez más, los bancos centrales se ven obligados a forzar la máquina en una crisis que no deja de subir de nivel por lo inadecuado de las respuestas políticas", dijo a Reuters.

"Es como echar un cubo de agua para sofocar un incendio con llamas de varios metros de altura", abundó José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney. El enfermo sigue siendo Europa, con su crisis fiscal y bancaria. Y contra eso solo cabe "una respuesta rotunda del BCE en la compra de bonos y si es necesario de deuda privada, como hace la Fed, además de ayudas para que los bancos no cierren el grifo del crédito y menos obsesión con la austeridad en Europa", añadió. Eso y esperar a que en la próxima cumbre, el 9 de diciembre en Bruselas, los jefes de Estado hagan lo que no han hecho en dos años.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.
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