La Universidad Vasca, reflejo de la realidad del país
Este jueves se cumplen 75 años del acto de apertura de la Universidad Vasca. Su historia, sin embargo, no se reduce a esa fecha y es un buen reflejo de la evolución de la realidad vasca de los siglos XIX y XX y, más en concreto, de las relaciones entre los distintos territorios que lo componen y de las fuerzas sociales y políticas que conviven en el mismo.
Fue precisamente la Diputación Provincial de Navarra la que se dirigió en 1866-67 a las otras tres Diputaciones para reclamar conjuntamente la creación de una Universidad Vasco-Navarra. Entre los motivos aducidos para ello, además de las razones económicas (el gasto que suponía el desplazamiento para los estudiantes, la acentuación de las diferencias sociales y las limitaciones para el desarrollo territorial), los impulsores del proyecto subrayaron los perjuicios que la falta de universidad ocasionaba a la enseñanza primaria (dependiente en buena parte de las decisiones de los rectores nombrados directamente por el gobierno) y, sobre todo, los daños morales (corrupción de las costumbres, pérdida de la lengua vasca, asunción de valores extraños) que la situación provocaba.
La historia de la universidad refleja la evolución de la realidad vasca de los siglos XIX y XX
La reivindicación de la "Universidad Vasca", así formulada en los primeros años del siglo XX, fue innovadora en lo que respecta a la existencia de un contacto estrecho entre los centros universitarios y la realidad circundante, a la necesidad de que se ocupase de la sociedad, la economía y la cultura propia, a la implicación de los alumnos en la vida universitaria, a la selección del profesorado más adecuado y a la gestión autónoma de la institución académica. Pero también proponía una visión conservadora de las enseñanzas a desarrollar.
El rasgo más evidente de la misma era el reconocimiento que la Sociedad de Estudios Vascos, su principal defensora, hacia de la autoridad de la Iglesia católica en materia de dogma y de moral. No es extraño por lo tanto que los nacionalistas vascos, en especial, y los carlistas fuesen sus máximos impulsores y que su petición se incrementase en medio de las campañas autonomistas.
Este hecho y la escasa incidencia de la universidad en los medios obreros debilitó el apoyó de la izquierda socialista a esta reivindicación. La derecha monárquica vizcaína también desconfiaba de esta demanda y únicamente solicitó la creación de una universidad oficial en Bilbao, sin más adjetivos. Una universidad más y de nuevo cuño suponía, por último, debilitar los distritos universitarios ya existentes y la vigilancia sobre los mismos.
Existían, además, diferentes criterios sobre la localización de los centros, las facultades a crear, la financiación, la atención prestada a las enseñanzas técnicas, la selección del profesorado o el papel de la lengua y cultura vasca en el ámbito universitario. No es extraño, por todo ello, que los diferentes Gobiernos españoles contestasen con el silencio, con evasivas o con el rechazo expreso a la reivindicación de la Universidad Vasca, pero también a la creación de una universidad oficial. Máxime si tenemos en cuenta el estrecho control gubernamental sobre la enseñanza universitaria. Sólo la aprobación del Estatuto de Autonomía en el otoño de 1936 pudo modificar esta situación, pero ya era demasiado tarde para consolidar la nueva universidad y hubo que esperar hasta 1980 para que nuevamente el País Vasco contase con una universidad pública oficial.
Mikel Aizpuru es profesor de la UPV/EHU.
