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"Pensé en liarme a tiros con la policía y que me mataran. Alabado sea Dios"

El 'pistolero de Olot' se enfrenta a 80 años de cárcel en el juicio que arranca hoy

"Mi pensamiento era liarme a tiros con la policía y que me matasen, pero luego pensé: 'Entrego el rifle y que me detengan. Alabado sea Dios". Esto es lo que le pasó por la cabeza a Pere Puig Puntí, el pistolero de Olot, albañil que hace un año (el 15 de diciembre de 2010) mató a tiros a cuatro personas y se entregó al policía local que acababa de ponerle una multa por dejar mal aparcado su coche. El fiscal pide para él 80 años de cárcel por acabar con la vida de Joan Tubert, su jefe en la empresa de construcción en la que trabajaba, el hijo de este y dos empleados de una sucursal bancaria de la CAM. El juicio por los crímenes que conmocionaron a la localidad de la Garrotxa, con jurado popular, empieza hoy.

El fiscal le describe como un "cazador experto y con buena puntería"
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A Pere Puig, 58 años, le conocían como Rambo por su afición a vestir ropa de cazador. Tenía licencia de dos armas (el rifle con el que cometió los crímenes y una escopeta), que guardaba en la vivienda que compartía con su padre, en Sant Esteve d'en Bas (Garrotxa). El fiscal lo describe en su escrito de acusación como un "cazador experto y de buena puntería". El día de los hechos salió de su casa a las 7.45 horas y se fue a trabajar a la obra. Una hora después, se calzó el uniforme de caza y se puso en marcha "con el propósito, decidido con anterioridad, de matar a una serie de personas", dice el fiscal. Puig explicó al juez que mató a su jefe porque le debía dos pagas extras y siempre le pagaba tarde. Luego se descubrió que era titular de dos depósitos bancarios a plazo fijo de 30.000 euros.

Se subió a su Suzuki Jimmy y se dirigió a La Cuina de l'Anna, el bar donde su jefe desayunaba todas las mañanas, con la intención de matarle. No solo a él, sino también a un electricista que realizaba trabajos eventuales en su empresa y al propietario del bar porque "le miraban mal". Joan Tubert estaba sentado a una mesa junto con su hijo Àngel. El pistolero acabó con la vida de ambos disparándoles en el pecho. Pere Puig tenía una obsesión: creía que su jefe se le había metido dentro, "como una serpiente", según él mismo relató al juez. "He visto en la televisión casos en los que una persona se mete dentro de otra y la tiene dominada y le obliga a hacer lo que ella quiere. Una vez lo ha hecho, se va y la deja estar", explicó durante las diligencias previas al juicio.

Los forenses que le han examinado creen que Puig se encuentra en plenas facultades mentales y no presenta "merma alguna en sus capacidades volitivas ni cognoscitivas". Lo mismo opina el fiscal, que en su escrito de acusación no contempla ningún atenuante por causas psicológicas ni cree relevante que Puig se entregara a la policía y expusiera sus crímenes con todo detalle. Los médicos le describen como un hombre "frío y desconfiado" con un "alto concepto de sí mismo".

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La abogada de Puig, Nuria Masó, ha encargado nuevos informes forenses en los que basar su defensa. En esos informes, otros médicos argumentan que el pistolero de Olot sufre un "trastorno de la personalidad esquizotípico, paranoide y esquizoide", y que en el momento de los crímenes tenía afectadas sus capacidades mentales. Masó pide la libre absolución del acusado. Puig, un solitario que nunca había tenido pareja, explicó al juez unos meses después de los crímenes que, aunque se sentía "liberado", sabía que lo que hizo "está mal hecho".

Rafael Turró y Anna Pujol ocupaban sus puestos de trabajo, como cada día, en la sucursal olotina de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Su conexión con Puig era endeble: le informaron un día de la situación de la deuda que había contraído con la entidad a través de una tarjeta de crédito. Puig pagaba 180 euros al mes para saldarla y pensaba que ya había liquidado el crédito. Turró y Pujol le explicaron que hasta el momento solo había pagado los intereses. "Se me puso en la cabeza que me habían estafado", dijo Puig. Por eso el 15 de diciembre, tras matar a su jefe y al hijo de este en el bar, se dirigió a la CAM, aparcó su coche encima de la acera y entró. Gritó "¡esto es un atraco!", aunque no tenía intención de robar, y disparó tres tiros en siete segundos que acabaron con la vida de los dos empleados. Una señora que entró en ese momento en la sucursal se salvó de milagro: "O te vas o te mato también", le espetó. Luego se entregó a un policía local que le ponía una multa.

Las acusaciones particulares de las víctimas se suman a las penas requeridas por el fiscal, de 20 años por cada crimen. El fiscal pide también que Puig indemnice a los familiares con un total de 514.000 euros por daños morales y con más de 6.000 euros a un cliente del bar que sufrió pérdidas auditivas causadas por los disparos. La CAM y el bar La Cuina de l'Anna también deben recibir una indemnización por los daños materiales causados por Puig, sostiene el fiscal.

Pere Puig, el asesino de cuatro personas en Olot, a su llegada a la Audiencia de Girona.
Pere Puig, el asesino de cuatro personas en Olot, a su llegada a la Audiencia de Girona.PERE DURAN

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