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La tranquila Suiza, de sobresalto en sobresalto

A pesar de que su tasa de paro no llega al 4% y que sigue disfrutando de niveles salariales, de desarrollo humano y estabilidad política envidiables, es posible que haya que comenzar a admitir que Suiza ya no es lo que era.

De hecho, a la luz de diversos acontecimientos recientes, cabe pensar que el caso Hildebrand-Blocher no es algo excepcional, sino que (muy a pesar de los discretos suizos) se está convirtiendo casi en la regla en estos últimos años, al menos desde 2008.

Fue en octubre de ese año cuando el Consejo Federal (Ejecutivo) suizo autorizaba un rescate multimillonario de emergencia al buque insignia de las finanzas suizas: el banco UBS. La institución, tocada en plena línea de flotación por la crisis financiera estadounidense, reconocía pérdidas de decenas de miles de millones de francos suizos, y debía ser rescatada con fondos públicos.

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El secreto bancario

Tras esto vendría la guerra que aún hoy enfrenta a las autoridades fiscales de EE UU y de la UE (muy en particular, Francia y Alemania) con la pequeña Suiza. Una guerra en la que en 2009 se cruza un Rubicón cuando Berna autoriza que se entreguen datos de 300 cuentas de clientes estadounidenses a Washington, violando así la propia Constitución suiza y su sagrado secreto bancario. Fue una grieta simbólica con la que comenzaba a resquebrajarse todo el edificio. En lo que parecía inimaginable, altos cargos de la antaño todopoderosa banca suiza se lo piensan dos veces antes de poner los pies en Nueva York, Miami o Londres.

Luego siguieron los robos de información bancaria en Liechtenstein o en la propia Suiza y el caso de Bradley Binkerfeld, el ejecutivo del UBS en el origen de las filtraciones, cuyas denuncias ayudaron a poner de rodillas al coloso bancario. O el más reciente agujero de 1.500 millones dejado en las cuentas de UBS por el joven operador Kweku Adoboli en 2011.

¿Y en el frente interno? El motor de la economía suiza, la ciudad de Zúrich, se plantea en referéndum la posibilidad de eliminar los privilegios fiscales de que (aún) disfrutan los ricos residentes extranjeros que se instalan en su Costa Dorada, para disgusto de los medios financieros y empresariales. Mientras, la inusitada fortaleza del franco suizo se convierte en una losa que lastra las exportaciones helvéticas y condiciona toda su economía, inundada por nuevos inmigrantes europeos en busca de El Dorado alpino. Sin duda, lo que algunos llaman irónicamente "morir de éxito".

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