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Reportaje:

"Ahora mis abuelos estarán juntos"

Familiares de cuatro represaliados del franquismo reciben los restos tras la exhumación, en Segorbe, de la primera fosa común de Castellón

"Ya no soñaba con poder traerlo, por fin estoy tranquila". Quien habla es Adelaida Esteve. Tiene 87 años y los achaques de la edad le han impedido ir a recoger los restos de su padre, Cipriano, un labrador que llegó a ser alcalde de Gátova y que fue fusilado en noviembre de 1939 en Segorbe y enterrado en una fosa común. Junto a él yacían otras tres víctimas del franquismo: Tomás Maicas (quien fue alcalde de Teresa), Bernardino Martínez (concejal) y un vecino de Segorbe cuyos familiares piden anonimato. Ayer, Adelaida esperaba en casa a que su sobrino, de nombre también Cipriano, le llevase los restos.

Y es que en Segorbe se firmaba el epílogo de un largo y polémico proceso para exhumar los cuerpos de la que ha sido la primera fosa común abierta en la provincia de Castellón, tal y como explicó el representante del grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica, Matías Alonso, a los pies de la sepultura y en el punto donde se ejecutaban los fusilamientos. Los familiares recibían al fin los restos. "Es un sueño conseguido", decía emocionado el sobrino de Cipriano.

Fueron fusilados en noviembre de 1939 en el cementerio de Segorbe

Desde su casa, Adelaida no olvida. "El día que lo mataron iba a ir a llevarle comida, pero enfermé y no pude. Al poco llegó una carta suya que empezaba así: 'Esposa e hijos, hoy mismo me fusilan, sin culpa como ya sabéis". Ella tenía entonces 15 años.

El nieto de Tomás Maicas (del que también ha heredado su nombre) no pudo contener la emoción tras recibir los restos de su abuelo y la documentación de los trabajos de exhumación, que examinaba minuciosamente desde que cayeron en sus manos. "Esto no acabará hasta que le demos sepultura junto a su mujer", decía. En Teresa, donde fue alcalde, le espera todo un homenaje y el reconocimiento municipal. Tomás conocía desde pequeño la historia de su abuelo porque sus padres se preocuparon en evitar el olvido.

Para Isabel Martínez, nieta de Bernardino, el proceso le ha valido para conocer quién fue su abuelo. "Mi padre tenía siete años cuando le fusilaron y en casa no se ha hablado nunca", explica. Ella se enteró cuando hace un año le avisaron desde Gátova de que se iba a iniciar el proceso para abrir la fosa. "A partir de entonces comencé a querer conocer su historia", dice, "mis padres son de la posguerra y del silencio, ahora ya podré saber". Paradójicamente, la enfermedad de su padre le obliga a mantener en secreto estos trabajos. De hecho, ella no pedía el traslado del cuerpo (aunque fue de las primeras en apoyar la causa) y ayer, a falta de un permiso, casi tiene que dejar a su abuelo en el cementerio. "Mi abuela está en Paiporta y ahora, después de tantos años, volverán a estar juntos".

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