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Columna
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Euskoporno

Hay tópicos que, al paso que van, alcanzarán la eternidad. Sea por la cultura judeocristiana o sea porque el personal prefiere seguir diciendo que lo que le gusta son los documentales de La 2, donde los leones, por cierto, fornican como tales y se organizan de la forma más machista que pueda imaginarse; sea porque no tenemos ganas de alterar la genética ancestral; sea porque al fin hemos conocido al verdadero Gallardón oculto tras las mentirosas gafas y cejas de Groucho Marx; sea por eso o por nada de eso, lo cierto es que somos unos cromañones auténticos.

Siempre he defendido el sexo como instrumento de placer que además, en ocasiones, produce descendencia, si quieres -como el Frenadol, curiosa coincidencia-; siempre he defendido el porno porque más daño hacían Pajares y Esteso con sus calentones que Nacho Vidal con sus empujones y eran celebrados como el Bollywood español -bueno, ahora también Santiago Segura contrata actrices con el único objetivo de que enseñen las tetas-. Siempre he pensado que el sexo no tiene patria ni idioma -hablar de idioma en el porno es un sarcasmo maravilloso: ¿cómo se dice ¡ay!, ¡oyy!, ¡uhh! en euskera o en suajili?- y por eso me parece fantástico que una campaña a favor del euskera utilice el sexo como argumento para la práctica del idioma. Es algo así como la reversión de la euskaldunización en una suerte de sexo oral -es decir, hablado- que además reconcilia a los vascos con una asignatura pendiente que también se antoja eterna.

Así que ¡fuera mojigaterías!, que el euskera es de todos y habita por igual en cocinas y dormitorios. Lo que ya no entiendo, y pienso que a alguien se le ha ido la pinza, es el trato dado a la mujer respecto a los hombres y el trato de los hombres respecto a la mujer. Por ahí no paso: una cosa es cantar y otra dar el cante como la Fundación Leizaola -anda que con ese apellido, si el lehendakari levanta la cabeza se lía a bastonazos-.

De mojigatos está el mundo lleno, pero el antídoto no es el péndulo. Vale en algunos momentos, cuando se requiere un aldabonazo que encienda el despertador de la conciencia, aunque el ring ring sea excesivo. Pero en este caso, una buena idea ha sido mal tratada y acaba incurriendo en la idea sexual de Pajares y Esteso y retrocediendo, por lo tanto, varias décadas no en la represión (cuando lo verde comenzaba en los Pirineos), sino en la igualdad entre los sexos. Hace tiempo que los gays no son bujarrones, ni las lesbianas marimachos, ni las mujeres interinas del hogar, ni los hombres legionarios de calendario Pirelli. Hace tiempo que eso ya pasó, al menos en la mayoría de la sociedad española y vasca aunque mantengamos los tópicos eternos. Hace tiempo que eso ya pasó, incluso en euskera. Por favor, por la mujer, por el sexo, por el porno, por el euskera, por Leizaola y por los siglos venideros, retiren el vídeo. No lo censuren; hagan otro.

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