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Crítica:DORMIR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Azotea a la Giralda

HOTEL CASA 1800, ubicación e historia en el centro de Sevilla

La <i>junior</i> <i>suite </i>y una terraza del hotel Casa 1800 de Sevilla.
La junior suite y una terraza del hotel Casa 1800 de Sevilla.FERNANDO ALDA

Sales a la calle y ahí está ella, siempre vestida de primavera, la Giralda. Esa es la gracia de este nuevo hotelito sevillano vecino de la catedral: es muy céntrico. Bueno... también la monumentalidad que exhibe en un recodo del barrio de Santa Cruz, obra de 1864, cuando los románticos ingleses se morían por pisar Sevilla y sus patios de azulejos. Un gran portón de madera tachonada por donde antes entraban los coches de caballos permanece como testigo impertérrito de aquellos días de vino y rosas, o de aguardiente y claveles prendidos en el ojal. La edad festiva se prolonga hoy al arrimo de una barra en plena calle hasta bien entrada la madrugada. En fines de semana, la bullanga no tiene límites. Y eso que la gente de Sevilla, muy civilizada, entiende como nadie la mecánica de la fiesta y se cerciora de que los altavoces exteriores no sean insoportables. Todo el barrio vive en mayor o menor medida del turismo.

HOTEL CASA 1800

PUNTUACIÓN: 6

Categoría oficial:4 estrellas. Dirección: Rodrigo Caro, 6. Sevilla. Teléfono:954 56 18 00. Internet:www.hotelcasa1800sevilla.com. Instalaciones:garaje concertado, azotea, patio. Habitaciones:21 dobles, 3 suites; todas con calefacción, aire, satélite, minibar. Servicios: algunas habitaciones para discapacitados, animales prohibidos. Precios: desde 145 euros la doble, con desayuno e IVA.

Unas puertas de vidrio permiten intuir la gravedad de los interiores antes de cruzar el umbral, dejando atrás los escaparates de abanicos, toretes y muñecas de faralaes. La casa orbita en torno a un patio señorial algo desasistido. A oscuras, cuando no hay nadie, solo parece cobrar vida para los desayunos. De noche incluso se tiene la impresión de que las mesas están ya con el mantel extendido para la primera colación de la mañana.

La acogida es buena, aunque cierta escasez de servicio alarga las esperas. Por el precio que se paga, uno desea mejores atenciones. Así solo el azar, o acaso una navegación concienzuda por Internet, permite descubrir la joya del palacio: una azotea panorámica del casco histórico, incluida una Giralda que casi se toca.

Salvando las suites nobles, los dormitorios pecan de estrechos y oscuros. A esta sensación contribuyen algunos elementos de gran valor histórico y arquitectónico, como artesonados, bóvedas, celosías y frescos que recrean la atmósfera de una época aquí jamás olvidada. En los cuartos de baño se ofrece una ducha generosa, aunque luego no funcione del todo bien: el agua mana a intervalos caliente y fría y el sumidero no desagua a la velocidad exigible. El lavabo es diminuto y no hay repisa para dejar el neceser. Al menos, la wifi es gratis, pese a que el grosor de los muros cause intermitencias.

Lo más inquietante de la estancia es ese olor a mango tan incisivo, tan penetrante, que emponzoña a todas horas el aire de la habitación. Antes de acostarse, mejor sacar fuera el ambientador.

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