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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Innovación al rescate

Nunca se ponderará bastante la importancia de la industria alimentaria, llamada a ocupar un lugar preponderante en la escala de los negocios del futuro. Cuando de exalta con razón (y sin prestar demasiada atención a sus costes, todo hay que decirlo) la conexión íntima de la tecnología con el bienestar social se olvida que la primera actividad por expectativas de rentabilidad, ya que su recorrido es inagotable, es la alimentación. La demanda mundial de alimentos tiene que aumentar de forma sistemática y, si Malthus tenía razón, tiene que crecer en proporción geométrica. También puede suponerse que una parte de ese crecimiento tendrá que atender a requerimientos cada vez más sofisticados —alimentos ecológicos, la moda del sin gluten, salud, etcétera—, con valor añadido y otra tiene que ir encaminada a garantizar la subsistencia de la población mundial. Las estadísticas registran un repunte del hambre en el mundo, después de años en los que se iba reduciendo paulatinamente.

La producción alimentaria incluye un esfuerzo en investigación y desarrollo. Basta con revisar los productos de cualquier supermercado. La acuicultura es un avance en la producción alimentaria por dos razones fundamentales. La primera es que se trata de un negocio con fuertes expectativas de crecimiento, en función de una demanda mundial que debería ser creciente. La segunda, es que parece ser la via para solucionar la presión creciente sobre la explotación marítiima. Durante años se viene denunciando la sobreexplotación de los recursos pesqueros y el deterioro de las aguas marinas. Las leyes para evitar que los mares sean esquilmados han sido hasta ahora un fracaso. No son fáciles de aplicar, porque no existen recursos suficientres para ello ni instituciones que se responsabilicen de imponerlas con eficacia. Por otra parte, hay más incentivos para continuar con las capturas salvajes, aunque sean clandestinas, que para someterse a una explotación prudente y escalonada.

Las explotaciones de acuicultura permiten un ‘cultivo’ de especies necesarias para el consumo humano. De hecho, la explotación en granjas debería ser la fuente mayoritaria para el consumo. Aseguran que la producción en piscifactoria ya ha superado el volumen de capturas; puede ser. En cualquier caso, es obligado precisar que para que la producción acuícola alivie de forma significativa la explotación pesquera tradicional es necesario que duplique al menos su presencia actual en los mercados. El impacto tiene que ser rotundo y significativo para que produzca efecto beneficioso en el ecosistema marino.

Las empresas españolas tienen una gran oportunidad en el mercado de la acuicultura. La producción es la mayor de Europa. Pero, como en todo mercado, aparecen dificultades, algunas de las cuales son de crecimiento y otras de tanteo para econotrar las fórmulas adecuadas de financiación. Las compañías extienden una queja casi unánime: la Administración tarda entre 6 y 8 años en conceder las licencias de explotación de piscifactorías, quizá porque los responsables públicos temen daños en el medio ambiente. No es necesario magnificar los problemas; con frecuencia se manifican sólos. Probablemente sea necesario que los gobiernos y las empresas pacten un programa de desarrollo para el mercado de cultivo de peces que incluya los compromisos mediambientales de las empresas y los apoyos públicos a la producción de piscifactoría.

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