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"Intentaba sacar a una persona de un camarote, un golpe de agua lo tumbó y desapareció"

Los supervivientes del naufragio en el Mar Rojo aseguran que la tripulación no les auxilió

El Cairo / Valencia / Sharm el Sheij Valencia / Sharm el Sheij -

A las cinco de la mañana del miércoles, Israel Pérez y Maria Lourdes González, de 33 años y residentes en Valencia, se hundieron en las aguas egipcias del mar Rojo con el barco en el que viajaban junto a otros 13 españoles (12 turistas y una instructora que reside en Egipto), en una excursión de buceo. "No vamos a salir de aquí, lo veo muy negro", aseguró Israel a Luis Miró cuando el agua comenzó entrar a presión dentro del barco, que se encontraba ya totalmente escorado y semihundido.

Las luces se habían apagado, y entonces Luis encendió una linterna y, enfocando a las dos ventanas por donde cada vez entraba más agua, le dijo a Israel "¡Por aquí!", y se impulsó para salir por los vanos, ya totalmente hundida la embarcación. Después, un último esfuerzo para no quedarse atascado y nadar hasta la superficie.

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"No sé qué pasó después, no sé si Israel pensó en María", que se había quedado en el camarote. "Pero no salió, se quedaron en el barco", agregó al recordar con pesar la escena. Israel se quedó en la sala que Luis Miró acababa de abandonar, y Maria Lourdes en su camarote, donde momentos antes Israel le había dicho que esperara, que se quedara tranquila, que iba a ver lo que pasaba.

Otros de los supervivientes sí parecen saber qué ocurrió con ellos. Según ha relatado el presidente de la Federación de Actividades Subacuáticas de la Comunidad Valenciana, Antonio Buigues, a EL PAÍS, que un pasajero le contó que la última vez que vio a Israel fue "intentando sacar a una persona de un camarote, y que un golpe de agua lo tumbó y desapareció".

Instantes después, el Coral Princesa, de 28 metros de eslora y casco de acero, se hundía en el mar Rojo, a cinco kilómetros de la costa de la ciudad turística egipcia de Sharm el Sheij y apenas media hora después de partir, tal y como relata Alberto Alcalá, madrileño de 42 años que viajaba con su hija Sara, de 18, en un grupo de más de 20 personas que se disponía a bucear en Ras Mohamed, una zona famosa entre los aficionados al submarinismo. "Fue sólo cuestión de 20 segundos que mi hija y yo salváramos la vida. Veinte segundos", cuenta Alberto con la voz apagada.

Otro de los supervivientes recurre al cine para explicarse. "¿Has visto Titanic?", asegura Gorka Rotaeche, con gestos cargados de tensión. "Fue igual", agrega. "El barco se escoró y comenzó a hundirse, después se levantó la proa y luego se hundió de repente", cuanta acompañando sus palabras con los gestos explicativos y nerviosos de sus manos.

En el agua, se subieron a la zodiac que ellos mismos habían bajado, ya que, como aseguran, los marineros del barco estaban bloqueados por el pánico y no fueron capaces de hacer nada.

"El capitán fue el primero que saltó al agua, no nos dio la alerta cuando el barco empezó a hundirse ni dio la señal de emergencia a los guardacostas", aseguran.

Todos están de acuerdo en que Antonio García y Jorge Sánchez, los más experimentado buceadores del grupo, fueron quienes tomaron la iniciativa. "Todo ha sido gracias a que el buceo te ayuda a controlar, a estar tranquilo en las situaciones de peligro", dice Gorka.

Antonio y Jorge cuentan que los problemas empezaron el mismo día que comenzó la excursión, la madrugada del domingo 15, cuando embarcaron. Desde el principio se dieron cuenta de que el capitán no tenía soltura y que el barco estaba un poco escorado.

Se quejaron, dice Antonio García, "pero el capitán aseguró que era porque tenían un tanque de agua lleno y otro vacío". Así pasaron los tres primeros días.

La noche del miércoles al jueves, con el barco más escorado, volvieron a puerto para arreglar un generador y proveerse de nitros, oxígeno con el que muchos de ellos bucean.

Para Israel y Maria Lourdes serían las últimas horas en tierra. A las cuatro de la mañana el barco se puso en marcha, y a las cuatro y media comenzaron a salir a la borda los primeros pasajeros cuando el agua empezó a entrar por el lavabo del baño de su camarote.

"Avisé a los marineros de que entraba agua, pero no hicieron nada, pensaba que no era grave", asegura uno de ellos, que responde a las iniciales de J.S. y que prefiere no revelar su identidad.

Después todo ocurrió muy rápido. Unos despertaron a otros, algunos, como Luis Miró, abrieron los ojos cuando el agua le llegaba al colchón y otros como Alberto Alcalá se sobresaltaron por el ruido de los cubiertos y los cacharros al caerse.

"Se escoró a la derecha y me desperté", relata. "Salí a ver qué pasaba, vi el mar tranquilo y no entendí nada. Sólo tuve tiempo de agarrar a mi hija y salir de allí. Cogimos una de las zodiac y un bote para intentar llegar a los arrecifes...", explica. "Faltaban chalecos salvavidas y se notaba la falta de pericia de la tripulación y del capitán", asegura. "Había otra lancha, pero estaba amarrada al barco y casi nos ahogamos con ella".

Nadie sabía muy bien lo que ocurría pero iban saliendo a la borda y tirándose al agua, sin chalecos salvavidas, porque no había.

Una vez en el agua y hundido el barco, lograron subirse al bote salvavidas como pudieron, entre vómitos, frío y miedo, y junto a los marineros y al capitán del barco.

Todavía pasaría un largo rato hasta que una lancha de rescate los encontrara y, junto a otro barco de buceo que vino en su ayuda, fueran transportados hasta la costa.

De ellos, uno de los pasajeros, S.A., tenía hipotermia, y el resto apenas llevaba ropa. Uno, incluso, iba desnudo.

Vestidos con camisetas de turista y de los equipos de salvamento que lograron gracias a la ayuda de la embajada española, con las caras desencajadas, recuerdan sentados en una mesa del hotel donde pasarán la noche las escenas del hundimiento.

"Son unos incompetentes hijos de puta", sentencia Alberto Alcalá, refiriéndose al capitán y a la tripulación del barco. "Se han ahogado dos, pero podríamos haber sido todos", añade.

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