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Guerras

Batallas en la sombra

La llamada guerra híbrida ganará protagonismo en la escena internacional en 2015

Ilustración de Eva Vázquez

La llamada guerra híbrida tendrá una mayor presencia en la escena internacional en 2015. No es un fenómeno nuevo: es una aproximación asimétrica a los conflictos. A ningún jefe militar le gustan las batallas sin cuartel ni los combates equitativos. La guerra simétrica no tiene sentido y nunca lo ha tenido, porque las posibilidades de perder son elevadas. Por tanto, las alternativas deben ser asimétricas, como han defendido estrategas militares desde Sun Tzu a Schlieffen. Los actores más débiles siempre han empleado tácticas para evitar el enfrentamiento directo; contrarrestarlas exige astucia, ingenio y voluntad política. La combinación de estas facultades con las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías, como la ciberguerra, supone una evolución importante que todavía no se aprovecha ni se comprende del todo.

La estrategia de Rusia frente a los conflictos ocurridos en 2014 es un ejemplo. También lo son las actividades de China en el Pacífico. A base de combinar operaciones militares, no militares, de espionaje y de información, el presidente Putin ha sido capaz de orquestar un cambio dentro de Europa, y sigue haciéndolo. Mientras, el Partido Comunista Chino ha llevado a cabo operaciones similares en su propio entorno. Las tácticas no son nuevas: siguen la estrategia de la guerra prolongada maoísta [una mezcla de guerra móvil y guerra de guerrilla escalonada para pasar de una etapa defensiva a otra ofensiva], aunque en el caso ruso ha faltado la noción de la “negación plausible” [la capacidad de las autoridades para negar o desviar su responsabilidad en una acción ilegal].

Sin embargo, Rusia y China han adaptado sus campañas a las tecnologías y estructuras sociales modernas. Al sincronizar sus ciberataques contra sus adversarios y la OTAN, las fuerzas rusas han socavado la capacidad de sus oponentes de reaccionar de forma eficaz. Y al aprovechar las redes sociales y las actividades de la diáspora, ambos Estados han logrado debilitar la ideología y los valores occidentales. Y mientras tanto, Europa sigue atrapada en los paradigmas posteriores a la Guerra Fría a la hora de tomar decisiones, con lo cual nuestras respuestas han sido unos sonados fracasos. Y por desconcertante que parezca, los líderes políticos y militares europeos y estadounidenses siguen sin saber cómo reaccionar.

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A ojos de otros, Occidente es ahora débil psicológica, social y militarmente

Otros parecen haber tenido menos problemas. Las experiencias en Colombia y Sri Lanka han demostrado la validez de una contraestrategia basada en las labores de inteligencia, las tácticas de guerrilla y los asesinatos selectivos apoyados en una decisión política. Mientras los países occidentales abogan por un acercamiento gubernamental o integral a la guerra híbrida, otras experiencias muestran que esta opción no es requisito indispensable para el éxito. Pero hay pocos indicios de que las potencias occidentales estén dispuestas a aprender de las lecciones de otros.

Dado que Occidente ha perdido la capacidad para responder con guerras subsidiarias [a través de terceros, en lugar de un enfrentamiento directo] y tampoco tiene la determinación necesaria para enfrentarse a este tipo de conflictos, poco podrá hacer en 2015 para frenar a una Rusia revanchista en el flanco norte de la OTAN o a una beligerante China en el Pacífico. La ausencia de una respuesta, de una campaña coherente de propaganda y de la disposición para responder a los ciberataques deja a la Alianza Atlántica con pocas opciones. A ojos de otros, Occidente es ahora débil psicológica, social y militarmente.

Pero el desafío sigue creciendo y, durante 2015, los países, las alianzas y las organizaciones se verán obligados a adoptar estas tácticas cada vez con más frecuencia. Las operaciones psicológicas constituyen el núcleo de la estrategia en China, Rusia y Corea del Norte. Sin determinación política para resistir, la capitulación de Sony ante la amenaza norcoreana es solo el primer episodio de un patrón más global en el que veremos la fragmentación constante de un mundo desprovisto de ideología.

Peter Roberts es miembro investigador del Royal United Services Institute (RUSI), una fundación dedicada a los temas de defensa y seguridad con sede en Londres.

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