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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rajoy, segunda parte

El europeísmo del presidente contrasta con su inmovilismo sobre Cataluña

Una mujer despliega una bandera de España en un acto de Rajoy este domingo en Barcelona.
Una mujer despliega una bandera de España en un acto de Rajoy este domingo en Barcelona.Manu Fernandez (AP)

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Mariano Rajoy aprende poco a poco las reglas del Gobierno en minoría obligado a buscar puntos de acuerdo con otros, una situación muy diferente a cuando mandaba con mayoría absoluta, como se ha visto en la entrevista publicada ayer por este periódico. El jefe de un partido votado por casi ocho millones de españoles no podía encerrarse en repetir hasta el infinito que solo el PP garantiza la estabilidad del sistema. Él parece pensar que su parte en el trabajo es que España crezca económicamente y se cree empleo y que los demás tienen que darle la estabilidad política. Buscarla es su responsabilidad y requiere un trabajo mucho más activo de diálogo con los demás grupos, teniendo en cuenta que a España le interesa un tiempo de estabilidad para sostener la recuperación económica, atender a las necesidades de los españoles más afectados por la crisis precedente y proyectar hacia el exterior una buena imagen.

Es interesante la evolución del presidente del Gobierno hacia un europeísmo activo. Se posiciona claramente a favor de una Europa a dos velocidades después de una legislatura anterior en que España estuvo claramente a la defensiva en política europea. Tiene toda la razón en temer lo peor si la extrema derecha francesa, encarnada por Marine Le Pen, se encaramara al poder en un país clave de la UE, con un programa claramente antieuropeísta. En todo caso, sin duda es de desear que España sea un actor más visible en la escena europea.

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Sigue siendo decepcionante su actitud sobre el conflicto planteado por las autoridades independendistas catalanas. Rajoy continúa en el inmovilismo; habla genéricamente de aplicar la ley pero no hace ningún planteamiento proactivo. Si acaso invita a los secesionistas a que hagan ellos una propuesta de reforma constitucional. ¿Y por qué no la hace el presidente? No se trata solo de la negativa a tratar el problema durante sus años de gobierno, sino de la responsabilidad del PP en haber llevado al Tribunal Constitucional el Estatut negociado y aprobado en la época de Rodríguez Zapatero, lo que terminó de dar alto voltaje a la cuestión. Todo ello ha sido un conjunto de errores que hay que enmendar, de forma que no cabe atrincherarse en aplicar la ley y eso es todo. Se necesitan más cintura política y flexibilidad.

En medio del empuje de las autoridades separatistas, Rajoy cierra la puerta definitivamente a un referéndum, pero continúa sobrando tecnocratismo y falta calor político en ese frío planteamiento, si lo que se quiere es llegar a millones de catalanes inquietos por el separatismo.

El presidente del Gobierno tiene razón al admitir claramente que la corrupción ha hecho perder muchos apoyos a su partido, pero parece no entender que la corrupción requiere acciones y responsabilidad política, no sentarse simplemente a esperar a los tribunales y llegar al conflicto con su socio, Ciudadanos, como se ha visto en los casos de Murcia o de la comisión parlamentaria de investigación sobre las finanzas del PP. Esto es lo que incrementa la desafección.

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