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Columna
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La Cataluña equidistante

Las discusiones místicas sobre la nación resultan frívolas si la democracia está amenazada

Ricardo Dudda
Pleno del Parlament de Cataluña tras la votación de la ley de referéndum.
Pleno del Parlament de Cataluña tras la votación de la ley de referéndum.Albert Garcia (EL PAÍS)

En el debate del Parlament en el que se votó ilegalmente la ley del referéndum, el portavoz de Catalunya Sí Que Es Pot Joan Coscubiela consiguió arrancar los aplausos del PP, Ciudadanos y el PSC con una intervención en la que defendió la ley y la democracia. Esa reacción llamó la atención de Carles Puigdemont, que señaló burlonamente con el dedo a la oposición, convertida en un bloque casi homogéneo. El independentismo culpa a menudo por asociación, un tipo de acusación que es siempre injusta: lo que dijo Coscubiela no importa, solo importa que los enemigos de la patria estaban de acuerdo con ello.

La respuesta del diputado fue ejemplar: “A los que quieran manipular estos aplausos les diré que no tengo ningún problema en coincidir con todos aquellos que defienden la democracia”.

Si de algo ha servido el golpe antidemocrático del 6 de septiembre es para ayudar a los equidistantes a elegir bando. La fractura que ha provocado en el Parlament ha simplificado el debate del procés: las discusiones místicas sobre la nación resultan frívolas cuando la democracia está amenazada. No se trata del concepto de democracia que usan los independentistas, un significante vacío que sirve para justificar todas sus acciones, sino una democracia que no puede existir sin la ley, que respeta los procedimientos reglamentarios y a la oposición: un termómetro para medir la calidad democrática de los Gobiernos es el trato que se da a los disidentes.

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El concepto equidistante tiene mucha carga ideológica. Recuerda a las críticas del comunismo a la tibieza de la socialdemocracia, que considera vendida. En el caso catalán, es el concepto que usa el unionismo para criticar a los que analizan el conflicto como algo simétrico y reparten las culpas equitativamente. Ahora el independentismo, en una maniobra de apropiación de los códigos de sus enemigos, lo usa para atacar a los que se niegan a votar el 1 de octubre. Para asociaciones como Súmate, que promociona la independencia en la población castellanoparlante y tuvo que borrar un tuit que insinuaba una persecución a Jordi Évole por sus ideas políticas, el equidistante es como para la alt-right, el políticamente correcto: alguien que no se atreve, por buenismo o cobardía, a decir las cosas como son.

Un mantra del independentismo es que el PP es una máquina de crear independentistas; el procés en su fase más iliberal y antidemocrática, que llegó a su cumbre el 6 de septiembre, es una máquina de eliminar equidistantes, y no de la manera que busca el independentismo. El diputado de Podem Albano Dante Fachin afirmó en el Parlament que a la gente no le interesa el debate sobre procedimientos y leyes. Es muy probable que se equivoque y los catalanes defiendan la democracia frente al autoritarismo.

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