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CLAVES
Columna
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Distopía feminista

El éxito de la historia reside en que las mujeres no son muñecas rotas, sino personas que narran experiencias, anhelos y temores con los que podemos identificarnos.

Fotograma de 'El cuento de la criada'. Tráiler de la serie.
Máriam M. Bascuñán

Esta semana, los Emmy cubrían de gloria a The Handmaid’s Tale, serie basada en la oscura novela homónima de Margaret Atwood. La historia está narrada en clave distópica y recrea el tránsito de la sociedad norteamericana hacia una dictadura puritana que suprime los derechos de las mujeres. “Como mi conciencia se formó durante la Segunda Guerra Mundial, sabía que el orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana”, ha afirmado la autora.

Lo interesante del buceo de Atwood por la teología puritana que permanece en el subsuelo de la ahora América de Trump no es la mera descripción del recorte de libertades de las mujeres. Lo que inquieta es más bien la crónica de cómo la severidad teocrática construye un camafeo ideal de mujer que la atrapa en una identidad religiosa de bienaventurado vientre gestor. Para tal fin, la élite del régimen se reparte las hembras fértiles, convertidas en Criadas.

Nuestro discurso dominante sitúa en el centro de la identidad femenina la reproducción, con las consecuencias que esto tiene para la experiencia corporal de las mujeres y para su personificación como sujeto en sociedad. Lo importante del orden social descrito en la fábula de Atwood es desvelar la concepción ultrarreaccionaria sobre la mujer que todavía subyace en él. Por eso cita el Génesis: “He aquí a mi sierva Bilhá: únete a ella y parirá sobre mis rodillas, y yo también tendré hijos de ella”.

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El éxito de la historia reside en que las mujeres no son muñecas rotas, sino personas que narran experiencias, anhelos y temores con los que podemos identificarnos. Su feminismo no está en la denuncia de la carne que enseñan, sino en revelar los modelos retrógrados marcados por el género y cómo se naturalizan. Aprendemos que la libertad no consiste en elegir si una quiere o no ser vientre gestor, sino en desafiar los valores tradicionales que ligan a las mujeres con la reproducción y el arreo. Para evaluar su plenitud vital, lo que se les permite o no elegir, es necesario visualizar primero esa interesada idea de la feminidad que les es impuesta. Algunos hoy lo hacen sumergidos en las santas líneas del Génesis bíblico pensando que han descubierto la panacea del orden liberal. @MariamMartinezB

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