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MIRADOR
Columna
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Media vida

Si algo nos enriquece es leer, esa costumbre que desgraciadamente parece estar cayendo en desuso

Julio Llamazares
Avelino Fierro.
Avelino Fierro.Ediciones EOLAS

Mi amigo Avelino Fierro, compañero de estudios de Derecho y hoy fiscal de menores de León (yo ni siquiera llegué a abogado), lleva años escribiendo un diario literario que publica en una revista digital antes de recogerlo en papel y que subtitula muy humildemente Diario de un lector agradecido. El tercer tomo, que lleva el título de La vida a medias,acaba de ser publicado por la misma editorial que los anteriores, Eolas Ediciones, y se lo recomiendo a ustedes. No sólo yo; también Andrés Trapiello, el autor del prólogo, cuya autoridad en el género nadie discutirá.

Los diarios de Avelino Fierro, más allá de las anécdotas biográficas, de las observaciones de un flâneur apasionado de sus días y sus noches, de los dibujos de que se acompañan (el autor es también un buen dibujante, en la estela de Ramón Gaya y otros lapiceristas de trazo emotivo), lo que nos cuentan son las lecturas del escritor, que desmenuza y cose en su propio texto como si uno y otras formaran parte de la misma urdimbre. Es difícil discernir leyendo La vida a medias, como antes Una habitación en Europa o Ciudad de sombra, los dos tomos precedentes, dónde termina el Avelino Fierro lector y dónde el escritor, pues lecturas y escritura se confunden entre ellas.

En lo que uno no está de acuerdo con el amigo es en el título de este tercer volumen de su diario por más que sepa de dónde procede (de un haiku suyo que dice: “Entre dos luces/ el arroyo del tiempo,/ la vida a medias”), pues si algo enriquece la vida es leer, esa costumbre que desgraciadamente parece estar cayendo en desuso en la sociedad de hoy. Quien mucho lee y mucho viaja mucho vive y mucho sabe escribió Cervantes, pero no parece que su sentencia sea muy escuchada y seguida, salvo en lo de viajar, en la actualidad. Leer se ha convertido últimamente en algo fuera de moda, en costumbre de gente mayor y pretecnológica que está tan fuera del mundo que todavía compra el periódico. Predicar en este contexto que la literatura ayuda a entender la vida o que los libros son casas que nos refugian cuando nos sentimos solos como dice la librera de la última película de Isabel Coixet es hacerlo en un desierto cada vez más desolador, como bien saben las editoriales. Y, sin embargo, uno insiste en hacerlo, no porque como escritor se sienta obligado a ello, sino porque de verdad cree que la vida sin leer no es una vida completa. Como el escritor holandés Cees Nooteboom, yo también “compadezco a los que no leen; sólo tenemos una vida y la literatura te ayuda a entenderla antes de irte para siempre”.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
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