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EL FUTURO DE AFGANISTÁN

El acuerdo sobre las fuerzas de paz exige respeto a la ley islámica

Los habitantes de una aldea afgana denuncian que un bombardeo de EE UU dejó el domingo más de 100 muertos

El ministro afgano del Interior, Yunus Qanooni, y el general británico John McColl han firmado hacia las 17.00 (hora local, 13.30 hora española) del lunes el acuerdo definitivo para el despliegue de una fuerza internacional de paz en Afganistán, según ha declarado un portavoz de la embajada británica.

El documento será enviado a todas los países interesados en formar parte de este cuerpo, que llevará el nombre de Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF, siglas en inglés).

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Se espera que la fuerza de paz esté compuesta por entre 5.000 y 6.000 soldados de distintas naciones. El Reino Unido liderará la ISAF en los primeros tres meses y después entregará el mando a otros países interesados.

La fuerza de paz para Afganistán, bajo el mando del general McColl, tiene como primer cometido ayudar al Gobierno interino afgano a mantener la seguridad en Kabul. Unos 500 militares británicos están ya en Kabul, mientras que el total del aporte del Reino Unido está estimado en 1.500 hombres.

Según un portavoz del Ministerio de Defensa en Londres, este acuerdo ha sido firmado primero por representantes del Reino Unido y Afganistán, pero ahora "tiene que ser firmado por cada país que forme parte en esta fuerza internacional".

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El respeto a la ley islámica

"Todos las naciones que ofrecen apoyo necesitan firmarlo antes de que sea oficial. Esto despejará el camino para el despliegue de las tropas", ha agregado la fuente. Se espera que los detalles del acuerdo sean conocidos una vez que todas las naciones participantes hayan visto el texto.

Sin embargo, Kabul ha adelantado que el acuerdo incluye la obligación de que las tropas extranjeras cumplan una serie de normas, relativas por ejemplo al consumo de alcohol o a las relaciones sexuales, que forman parte de la legislación islámica vigente en el país.

De hecho, según el responsable de Seguridad Pública, el general Din Mohamed Jurhat, el cumplimiento de estas normas y la cuestión del mando de las tropas han sido los dos escollos principales que han retrasado hasta ahora la firma del acuerdo. "Afganistán es un país islámico", ha recordado.

Nuevas matanzas de civiles

Mientras tanto, las bombas de EE UU siguen cayendo sobre el país y los mal llamados efectos colaterales se suceden. Los habitantes de la aldea de Janat Gul, al este de Afganistán, han denunciado que el bombardeo dejó a primera hora del domingo cerca de 100 muertos. Las autoridades locales han invitado al Pentágono a que examine in situ el efecto del bombardeo.

Por su parte, la agencia AIP, que cita a testigos, asegura que total de 92 cadáveres han sido ya contados en el pueblo de Niazi y sus alrededores, situado unos 100 kilómetros al sur de Kabul, en la provincia de Paktia, pero que el número de víctimas mortales puede aumentar.

El bombardeo se produjo en la noche del sábado al domingo en dos ocasiones, según los testigos citados por la agencia AIP. Por su parte, otro habitante de la vecina localidad de Gardez ha señalado que los bombardeos destruyeron un depósito de municiones y mataron a al menos 70 personas.

Esta fuente ha añadido que entre las víctimas había combatientes extranjeros de la red terrorista Al Qaeda dirigida por el hombre más buscado del mundo, Osama Bin Laden.

Por su parte, el mayor Bill Harrison, un portavoz de la Comandancia Central estadounidense, ha reconocido que los bombardeos estadounidenses de este fin de semana cerca de Gardez, en el este de Afganistán, pudieron causar víctimas civiles.

"Si murió gente inocente sería ciertamente una tragedia. Pero la causa directa de su muerte es la táctica enemiga, que consiste en poner a civiles en peligro al vivir cerca de ellos", ha añadido Harrison.

"Creemos que se trataba de un objetivo militar legítimo: sabíamos bien que dirigentes de Al Qaeda y de la milicia talibán estaban en los edificios. Por eso atacamos", ha subrayado Harrison desde Tampa, al oeste del Estado de Florida.

Reuters

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