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El partido de Mugabe apoya la segunda vuelta en Zimbabue

Un sector del régimen se niega a entregar el poder

El máximo órgano del partido gubernamental, el ZANU-PF, se ha reunido hoy en la sede central del partido, protegida por decenas de soldados armados, para analizar la situación. Los aperturistas han abierto contactos con la oposición y la comunidad internacional para pactar una transición sin revanchas. Pero el búnker, que teme perder sus privilegios, empuja para que se tomen todas las medidas necesarias (incluyendo el uso de la fuerza) para mantenerse en el poder. Ambos aceptan que el presidente se someta a una segunda vuelta para ganar tiempo: unos, para negociar; los otros, para movilizar todos los resortes necesarios para lograr su objetivo.

Todas las estimaciones independientes concluyen que el opositor Morgan Tsvangirai, de 56 años, ganó las elecciones del sábado. El régimen ha admitido su derrota en el Parlamento (de poderes limitadísimos), pero retiene los datos de las presidenciales.

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El régimen lanzó la noche del miércoles una advertencia que anticipa cuáles son sus planes: detuvo a dos periodistas (uno, estadounidense de The New York Times; el otro, autónomo británico y a dos miembros de una ONG estadounidenses alegando que no tenían la acreditación oficial para estar en el país. No obstante, la policía también arrestó durante horas a una periodista canadiense acreditada. Hubo también un número indeterminado de zimbauenses arrestados, entre ellos el chófer del enviado de EL PAÍS por haber conducido el vehículo hasta la puerta de la residencia de Mugabe. Tras cinco horas en comisaria, fue liberado.

"Están amedrantando a todos los testigos para que se marchen y poder hacer lo que quieran cuando ya no quede nadie", asegura Olivia Gumbo, coordinadora de ZimRights, una organización local de defensa de derechos humanos. La mayoría de periodistas sin acreditación oficial empezaron a salir del país. La mayoría de acreditaciones oficiales (entre ellas la de EL PAÍS) expira el próximo lunes.

Cuanto más tarde el régimen en presentar los resultados, más aumenta el riesgo de conflicto violento. No sólo por el temor de que se ofrezcan datos manipulados (la red de ONG que cubrió el 90% de los colegios electorales hizo una proyección que otorgaba el 49% a Tsvangirai y el 43% a Mugabe), sino por lo que pueda pasar después.

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Tsvangirai se ha reunido con el cuerpo diplomático acreditado en Harare y aseguró que se está preparando para la segunda vuelta. Nadie sabe en qué condiciones se disputarían. ¿En dos semanas, como marca la ley, o en tres meses para ganar tiempo como desea el entorno de Mugabe? ¿Con observadores internacionales o sin ellos? ¿Con periodistas o sin ellos? El politburó de ZANU-PF posiblemente ya tiene las respuestas.

Seguidores del partido gobernante en Zimbabue cantan y bailan frente a la sede del partido en Harare.
Seguidores del partido gobernante en Zimbabue cantan y bailan frente a la sede del partido en Harare.REUTERS

Nace el billete de 50 millones

Godfrey saca del bolsillo la joya de la corona: un billete de 50 millones de dólares zimbabuenses recién salido del horno. Sabe que sirve para muy poco: esta millonada apenas llega en Zimbabue para comprarse una barra de pan. El Banco Central puso ayer en circulación billetes de 25 y 50 millones. No parece dinero de verdad. Su lanzamiento es el enésimo intento del Gobierno de hacer frente a la hiperinflación y reducir algo los fajos de billetes que hay que llevar encima para pagar.También es la demostración de que la cifra real de inflación es muy superior a la astronómica 100.000% oficial. En enero se lanzó el billete de 10 millones, que hoy sirve para comprar seis cigarrillos sueltos. Desde entonces, no hay nuevos datos sobre la inflación. Economistas independientes insinúan que supera el 250.000%. La hiperinflación es una pesadilla para todos, menos para los dirigentes del gubernamental ZANU-PF y para el círculo más próximo a Robert Mugabe. Para ellos se trata de una oportunidad única de amasar grandes fortunas. De ahí la resistencia a aceptar una transición política.Se repartieron gratis las fincas expropiadas con la reforma agraria. Aquello les sirvió para tener un rancho de fin de semana. Pero es la hiperinflación lo que les ha convertido en ricos. La clave está en la falta relación entre los precios oficiales y los reales de la gasolina y del cambio del dólar estadounidense. A partir de subsecretario, toda la Administración tiene derecho a adquirir dólares al cambio oficial. Es decir, a 300.000 dólares zimbabuenses. En el mercado negro, la relación es de 40 millones a uno, con lo que incluso un lerdo es capaz de convertirse en potentado: por ejemplo, comprar un vehículo de 5.000 dólares por 37 dólares. Es fácil: con 1.500 millones de dólares zimbabuenses (apenas nada: los citados 37 dólares estadounidenses) se consiguen 5.000 dólares estadounidenses al cambio oficial.Este mecanismo sirve también para la gasolina, donde la diferencia entre el precio oficial y el real (alrededor de un dólar al litro) es parecido. Los agricultores tienen acceso a gasolina a precio ínfimo en función de las hectáreas que demuestran y de nuevo aquí vuelven a beneficiarse los mismos porque fue el círculo político y militar próximo a Mugabe el que más hectáreas juntó con la reforma agraria.Los efectos de estos trapicheos son devastadores para la mayoría: muchos supuestos agricultores prefieren revender gasolina al mercado negro porque le es más rentable que cultivar el campo, lo que aumenta el paro entre los jornaleros y disminuye la comida disponible.Y lo mismo sucede con el transporte: los dueños de autocares han reducido el servicio hasta extremos inconcebibles porque prefieren el mercado negro. Lo saben bien los habitantes de Kabuyuni, una pequeña aldea al noroeste del país, donde viven misioneros españoles. En 2002 llegaban al pueblo 14 autocares al día. Hoy, únicamente aparece alguno cada dos días. Y eso si hay mucha suerte

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