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"Solo él sabe por qué lo ha hecho"

Cumbria no consigue comprender la matanza desatada por el taxista Derrick Bird

EL PAÍS

Craig es un taxista de Whitehaven que el miércoles, a las 10.30, se dirigía a su parada habitual en Duke Street. Venía de recoger unas recetas médicas para sus mellizas, que nacieron hace un par de meses aunque ya nadie esperaba más criaturas en el hogar. Pero a Craig le dolía la cabeza y, aunque estaba a menos de dos minutos de la parada, cambió de idea y se fue a casa a tomar unos analgésicos y descansar un poco. Cinco minutos después, Derrick Bird mató en esa parada a su colega Darren Rewcastle . Al rato le llamó un amigo: "Bird acaba de matar a Darren de un disparo en Duke Street".

"Creía que me estaba tomando el pelo, que todo era una broma. Pero era verdad. No me lo podía creer. Conozco muy bien a los dos y me parecía algo imposible. No me imaginaba a Birdie matando a nadie", asegura Craig. Como tantos, siguió los consejos policiales y se quedó en casa con su compañera, las mellizas y la hija mayor de 10 años, que estos días tiene vacaciones escolares.

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Es fácil sorprender a Craig con la mirada perdida. No solo por la matanza en sí misma o porque conociera personalmente a dos de sus protagonistas, sino porque lo que le pasó a Darren pudo pasarle a él.

No quiere especular sobre las razones que llevaron a Bird a perder la cabeza y matar a 12 personas y herir a otras 11 (no 25 como había dicho la víspera la policía). No quiere ni oír hablar de líos de faldas o peleas entre los taxistas, aunque parece admitir que ha habido al menos dos discusiones: una el sábado y otra la víspera del crimen. "Solo él sabe por qué lo ha hecho", murmura.

Pero admite que el rumor de que todo empezó con una pelea por dinero puede tener base. Sobre todo después de que la policía de Cumbria confirmara ayer que, antes de matar al taxista, Bird había matado a su hermano gemelo, David, y al abogado de la familia, Kevin Commons, muy conocido en la comarca. Lo que a su vez parece confirmar que Bird sabía a quién mataba, hasta que perdió la cabeza del todo y empezó a matar al azar.

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El señor Joyce, un jubilado que contempla con curiosidad el circo mediático que se ha montado en Whitehaven, también cree que la herencia de la madre, que tiene 90 años, puede estar en el fondo de todo. Pero no le gustaba Bird, con el que se cruzaba a menudo en una cercana casa de apuestas adonde los taxistas van para utilizar el lavabo. "No le juzgo. No sé si era mala persona porque solo le conocía de vista, pero no me gustaba porque nunca saludaba, nunca te miraba a los ojos, siempre iba con la mirada hacia el suelo. Cuando vi su foto en televisión no me extrañó que fuera él", asegura. "El otro taxista, en cambio, era muy jovial", añade.

Al señor Joyce le ha asegurado un amigo que, tras matar al taxista, Bird huyó y lanzó una ráfaga de disparos contra una iglesia cercana. Nos acercamos juntos al lugar, más bien escépticos, para descubrir que "todo es imaginación": el trozo de muro supuestamente tiroteado debe llevar varios años deteriorado.

La anécdota ayuda a explicar los rumores que el suceso ha desatado en una humilde, pacífica y hermosa región del noroeste de Inglaterra en la que casi todos se conocen, y famosa por sus lagos montañosos y por la central nuclear de Sellafields. Muy cerca de Sellafields, en la playa de Seascale, Derrick mató a tres personas e hirió a una cuarta. Lyn Edwards, directora de un centro cristiano situado frente a la playa, corrió a alertar a los bañistas de que se acercaba un francotirador. Instantes después oyó varios disparos y se encontró con un herido frente a su centro social. "Le estuvimos atendiendo durante dos horas, hasta que llegó un helicóptero para llevarlo a un hospital", explica. "Hoy ha estado viniendo gente toda la mañana, jóvenes y mayores, simplemente para hablar de lo que pasó ayer", añade. "Ese hombre me da pena. Tenía que estar muy enfermo", asegura Judy, una colaboradora del centro cristiano.

El rastro de la matanza está por toda la comarca. Las flores depositadas en una valla, en una carretera, en un puente, en la esquina de una calle, son testimonio de que alguien murió allí el miércoles a manos de Derrick Bird. "Sue, estás en nuestros pensamientos", reza una dedicatoria en Egremont, donde murió una mujer que venía de la compra. A unos cientos de metros, tres mocosos se acercan con emoción a rendir un silencioso homenaje a un hombre asesinado en mitad del puente.

En el pub Boot Inn Robinson, muy cerca de donde apareció el cadáver del taxista asesino, muchos turistas con niños aprovechan el día soleado para comer en la terraza. Dos inspectores de la policía de Cumbria van de mesa en mesa a la búsqueda de testigos de los hechos de la víspera. Un hombre con cara triste pasa un buen rato hablando con los policías. Pero luego no quiere dar explicaciones. "Lo siento, me han dicho que no le diga nada a la prensa", dice, algo sonrojado pero con pocas trazas de cambiar de opinión. Parece haber estado muy cerca de Derrick Bird.

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