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El Ejército permanecerá en el Complexo do Alemão siete meses, hasta que se pueda garantizar el orden público

En ese tiempo se formará a los efectivos necesarios para instalar un puesto policial permanente

El gobernador de Río, Sérgio Cabral, ha pedido al gobierno central de Brasilia que los efectivos del Ejército permanezcan en el Complexo Alemão, un territorio conquistado por las fuerzas del orden a los narcos, hasta que el grupo de favelas esté totalmente pacificado y se pueda instalar un puesto policial permanente.

Según Cabral, Río necesitará entre seis y siete meses para formar a una serie de policías capaces de mantener, después de la salida del Ejército, la paz y el orden en ese territorio de 150.000 habitantes, compuesto por las que, hasta su liberación el pasado domingo, eran las 15 favelas más violentas.

El presidente saliente, Luiz Inácio Lula da Silva, que permaneció 48 horas en silencio después del estallido del llamado Noviembre negro de Río, así como la Presidenta electa, Dilma Rousseff, ha anunciado que va a visitar el Complexo Alemão, ya liberado.

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El Programa de Aceleración del Crecimiento estaba ya creando obras de infraestructuras en el lugar dominado por los narcos -por ejemplo, el famoso teleférico para facilitar el acceso al Complexo, considerado el mayor de América Latina y quizás del mundo- solo que, antes del domingo, los que trabajaban en las obras se veían forzados a seguir ciertas órdenes de los traficantes de droga bajo duras amenazas. Ahora, las obras podrán continuar sin los chantajes del crimen organizado.

Los comentaristas ya hablan abiertamente de que Río tiene que ir esta vez hasta el fondo en la lucha contra el tráfico de drogas, ya que de lo contrario "perdería las Olimpiadas del 2016", lo que supondrían una humillación de la que la "ciudad maravillosa" no se recuperaría en años.

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La discusión gira ahora en torno a si es políticamente correcto que las fuerzas del Ejército sigan asegurando la tranquilidad de Río o si sólo deben ser empleadas en caso de emergencia. Según la mayoría de los analistas, una democracia sólida y consolidada, como debería ser ya la de Brasil, gran potencia económica mundial y que lleva sin sobresaltos militares un cuarto de siglo, no debería necesitar al Ejército para proteger a los ciudadanos de las grandes urbes.

Ahora el gran problema es formar con urgencia una policía moderna, preparada, limpia de corrupción, bien pagada, capaz de garantizar por sí misma el orden público. El peligro, señalan los expertos en seguridad pública, es que la ciudadanía, acosada por los narcos, acabe apelando al Ejército de forma sistemática como tabla de salvación.

Justamente, la nueva presidenta va a confirmar en su cargo a Nelson Jobim, ministro del Ejército. Al parecer, Lula la ha convencido de que en este momento en que la gente ha aplaudido en todo Brasil -quizás por primera vez- a las fuerzas del Ejército, es mejor que no haya cambio de guardia en un ministerio tan importante.

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