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RADIOGRAFÍAS AMERICANAS
Columna
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El origen del peligro

La explosión demográfica y la incapacidad financiera para educar a la nación explican parte de los males de México

A finales de 1950 México contaba con un poco más de 20 millones de habitantes. Sin embargo, 70 años más tarde habremos alcanzado la cifra de más de 130 millones de personas. Lo anterior, sin tomar obviamente en cuenta a los 35 millones de mexicanos que huyeron de México hacia Estados Unidos cuando la catastrófica dictadura perfecta, definida con gran precisión por Mario Vargas Llosa, fue incapaz de satisfacer las necesidades más elementales de los fugitivos.

Sextuplicar la población nacional en 70 años implicó un atentado en contra de la economía y del equilibrio social y político del país. La marea humana destruyó, como un impresionante maremoto, los cimientos construidos de acuerdo con un crecimiento demográfico sensato y programable. Por supuesto que fue imposible dotar de agua, pupitres, empleos, alimentos, camas de hospital, obras de infraestructura, sistemas de seguridad pública, universidades y academias exigidas en términos apremiantes por una población ignorante y de escasos recursos que al someterse, en su momento, al contenido de las homilías dominicales, decidió prescindir del uso de preservativos, de pastillas anticonceptivas, así como de otros medios de control de la natalidad para no cometer pecados mortales y hundirse así, en un infierno terrenal de perros.

Un país pobre e inculto es muy fácil de seducir por las voces de los líderes populistas que predican ideas que saben falsas entre personas desesperadas

El clero católico entendió con perversa claridad que, a mayor miseria, más necesidad de ir a rezar en las iglesias y a mayor concurrencia en los templos, más limosnas, más bautizos, más confirmaciones, más primeras comuniones, más ceremonias de aniversarios, más matrimonios y más extremaunciones, en fin, muchos más ingresos exentos de impuestos.

Cuando México estallaba demográficamente, el presidente Luis Echeverría declaró, en términos suicidas, aquello de “gobernar es poblar…”. ¿A dónde íbamos con un clero voraz y despiadado y un jefe de Estado incapaz de prever las consecuencias de no poder satisfacer en el futuro, las necesidades crecientes y apremiantes de la nación? Las condiciones del desastre estaban planteadas. Nuestro destino era inescapable, peor en “el país de un solo hombre”, el del dictador perfecto, dueño de la verdad absoluta, el intérprete sexenal “infalible” de la voluntad nacional que interpretó tan bien el deseo de “su” pueblo que a la fecha existen casi 50 millones de mexicanos sepultados en la pobreza. ¿Por qué en la pobreza? Porque somos un país de reprobados, porque el Gobierno fue un pésimo maestro que burocratizó la enseñanza y porque la sociedad, empresas y fundaciones se desentendieron, en términos generales, de la educación de generación tras generación.

¿Resultado? Un reducido sector de la población tuvo acceso a la educación superior, a la capacitación profesional y, por lo tanto, el pequeño grupo que concentró los conocimientos, concentró el poder y los ingresos y al ser acaparada la riqueza por una élite privilegiada y egoísta surgieron las envidias, el descontento y el revanchismo, propio de quienes desertaron de la escuela o jamás asistieron a ella por las razones que se deseen y no están dispuestos a prescindir de los bienes y satisfacciones que a otros les sobran.

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Un país pobre, ignorante e inculto es muy fácil de seducir por el canto de las sirenas, es decir, por las voces de líderes populistas que predican ideas que saben falsas entre personas desesperadas, a las que utilizan perversamente para llegar al poder. Quieren tanto a los pobres que los multiplican por doquier, como el caso de Nicolás Maduro, entre otros populistas indeseables.

El origen de la tragedia comienza con la explosión demográfica, con la incapacidad financiera para educar a la nación, con el temerario surgimiento de millones de personas ignorantes, indiferentes ante la cultura, carentes de conocimientos y de formación profesional, condiciones que limitan su evolución económica y educativa. A continuación, las masas desesperadas son acogidas por un “salvador” que capitaliza su hartazgo, lo utiliza para llegar al poder y desde ahí multiplica a los desposeídos al aplicar recetas económicas populistas extraídas del bote de la basura. La historia concluye cuando tiranos como Castro o Maduro, imponen la “felicidad” por medio del Ejército o de la policía secreta, hasta que la “felicidad” es insoportable y estalla la revolución para concentrar aún más el poder. ¿Es claro que el origen del peligro se encuentra en los pupitres o en la falta de ellos?

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