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Intervención de Juan Luis Cebrián en el Fórum Europa

"Si me he decidido a hacer una intervención escrita es, precisamente porque las cuestiones son muchas y difíciles y deseo expresarme con la mayor concisión y concreción posibles a fin tener tiempo después para un diálogo que sin duda ha de resultar interesante. Analizaré la actual situación de los medios de comunicación fijándome en tres aspectos primordiales, desde mi punto de vista, para la comprensión de lo que sucede, no solo en este país, sino en la sociedad global a la que ya pertenecemos.

En primer lugar la política informativa, no solo del gobierno, sino también de la oposición y otras fuerzas sociales. En segundo lugar, las tendencias de la comunicación en la sociedad global y cómo afectan estas tendencias a nuestra propia situación. Y, por último, la realidad vigente y los planes de futuro de los medios de mi grupo en este panorama.

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Es una obviedad comentar que en las últimas décadas el protagonismo de los medios ha subido de relevancia y que gran parte del debate y de la agenda política transcurren antes por las redacciones que por los parlamentos. Este fenómeno, que se ha agudizado en los últimos años por mor de las innovaciones tecnológicas, merece por sí solo una reflexión, para la que no es este ni el momento ni el lugar adecuados. Baste señalar que los caracteres mediáticos de la política no son ni exclusivos ni característicos de nuestra sociedad, aunque en ella adquieran perfiles de exageración y abuso que es difícil encontrar en otros países. La intervención de las fuerzas sociales en general, y de las políticas en particular, en el devenir de los medios se ha agigantado hasta la deformación. No solo los poderes públicos, los partidos, las empresas, las instituciones culturales o religiosas, las ONG's, los sindicatos..., cualquier aglomeración social organizada que se precie cuenta con un departamento de comunicación cuya misión fundamental es, en el mejor de los casos, ofrecer una visión positiva de su actividad, y en el peor y más frecuente, evitar que se publique o emita algo lesivo para sus intereses. La cuestión se ha complicado recientemente con la invasión ciudadana en la red, que dificulta la censura, pero también la fácil discriminación entre información rigurosa y basura propagandística. En su conjunto, la comunidad internacional ha visto mejorar, gracias a las nuevas tecnologías, los estándares de uso de la libertad de información y expresión de sus ciudadanos. Paralelamente ha crecido el impulso intervencionista de los diversos poderes, incapaces de asumir y comprender la nueva realidad y obsesionados con las demandas de seguridad y estabilidad de sectores importantes de sus poblaciones. En años recientes hemos visto prosperar los intentos de censura en todas las sociedades libres, que han pretendido proteger de la curiosidad pública lo mismo la cara de los profetas que el culo de los príncipes. Al mismo tiempo ha aumentado la manipulación y la mentira en boca de los gobernantes, capaces de engañar sin sonrojo en las tribunas del parlamento o ante el Consejo de Naciones Unidas. Por último los propios medios, integrados en organizaciones empresariales a veces gigantescas, se ven tentados de ejercer su función social no tanto en atención a los intereses de los usuarios como a los que sus dueños puedan tener depositados en otros sectores (sean estos intereses materiales, espirituales o políticos). Aunque las amenazas a la libertad son muchas (presiones políticas, financieras, publicitarias, religiosas, sindicales, corporativas o de cualquier otro género) en general en los países con democracias estables -pues es preciso recordar situaciones como la de México en donde el narcotráfico asesina impunemente a cuantos reporteros han pretendido informar acerca de sus actividades- los gobiernos siguen estando entre los principales obstáculos para el ejercicio de la libertad de expresión, por lo que me parece todavía válida la regla de oro establecida por el lord Mc Gregor of Durris, que fue presidente de la Comisión Real de Quejas Británica: "a mayor libertad de expresión, mayores conflictos con los gobiernos". Estos han incrementado su intervencionismo en la opinión pública a través de toda clase de medidas reguladoras, nacionales e internacionales, no pocas veces so pretexto de amparar la competencia y la pluralidad, convirtiendo muy a menudo la concesión de licencias de radio y televisión en favores clientelistas, utilizando en ocasiones fondos públicos para favorecer a los amigos, administrando irregularmente la información en función de sus intereses e incluso, en el peor de los casos, sobornando o amenazando periodistas.

De ninguno de estos vicios nos hemos librado en España, en donde la atribución a los gobiernos autonómicos de la concesión de licencias de radio y televisión permite que el sectarismo y el clientelismo sea de todos los colores ideológicos. Hemos visto, por ejemplo, cómo en la Comunidad de Madrid se entregaban licencias de televisión digital terrestre a bufones de corte antes que a empresas solventes, simplemente en pago a sus intoxicaciones y mentiras sobre los atentados del 11-M. Pero el comportamiento de la izquierda en el poder deja de ser ejemplar.

Si uno analiza la historia de la Transición concluye fácilmente que fueron los gobiernos de Felipe González los que más propiciaron el pluralismo, con la privatización de los periódicos propiedad del Estado y la concesión de licencias de televisión privada. Ya en ese periodo, sin embargo, tuvieron los socialistas la tentación de proveerse de un grupo amigo, hecho a la medida. El resultado de aquella política pilotada por Alfonso Guerra fue el enriquecimiento de unos cuantos, la ruina de otros pocos, y la soledad creciente de la izquierda en el panorama mediático español.

José María Aznar se distinguió por su brutalidad en el comportamiento respecto a los medios. Su gobierno, apoyado en la venalidad de un juez delincuente, financiado por la compañía Telefónica de la época, y jaleado por los corifeos de turno, lanzó una ofensiva sin precedentes contra los medios del grupo Prisa, centrada en la famosa primera guerra del fútbol. Era una guerra de liquidación que, afortunadamente, perdieron. Pero al mismo tiempo no dejaron de construir otras realidades: intervinieron en la conformación de los grupos mediáticos, vetando a los que no les placían, incluso si eran de signo conservador, y ayudaron a sus propagandistas con la concesión de frecuencias de radio y de televisión digital. Al mismo tiempo la Xunta gallega presidida por Manuel Fraga y la Generalitat catalana, con el honorable Pujol al frente, distribuían subvenciones generosas y arbitrarias entre los medios en un modelo de clientelismo que nos debería avergonzar a todos: políticos, empresarios, y profesionales de la comunicación.

Durante el ejercicio del poder por parte de Rodríguez Zapatero, la experiencia de anteriores fracasos y confusiones no ha sido suficiente para los rectores de la política informativa. Cabe preguntarse por qué un gobierno que retiró de inmediato las tropas de lrak; ha mantenido crecimientos económicos del cuatro por ciento; reducido la inflación respecto al diferencial europeo; creado millones de puestos de trabajo; obtenido superávit fiscales de miles de millones de euros; aplicado numerosas medidas sociales como las leyes de dependencia o de igualdad, y llevado a cabo una política antiterrorista sensible y congruente, tanto en la búsqueda de la paz como en la persecución del delito, se acerca a las elecciones sin que las encuestas arrojen una mayoría clara en su favor, pese al pintoresquismo y endeblez de los líderes de la oposición. La respuesta sólo puede ser una: falla la política, la política de comunicación y la comunicación de la política. Ésta ha sido sustituida por campañas de imagen a lo ZP que no logran movilizar al electorado de izquierdas frente a una formidable operación de intoxicación y escándalo promovida por los medios de la derecha, dispuestos a acomodarse de manera cada vez más a su gusto en la caverna. A estas alturas ya no caben dudas de que algunos brujos visitadores de la Moncloa tenían desde el principio un proyecto de ocupación del espectro financiero y mediático al hilo de su influencia en el entorno del presidente. A esos planes correspondieron los intentos, ambos fallidos, de provocar un cambio en la propiedad del BBVA y la compañía Endesa. En el terreno de los medios, no bastó la memoria histórica. La única norma relevante para el sector producida por este gobierno es una ley de urgencia, aprobado su proyecto un 30 de diciembre, que, so pretexto de fomentar el pluralismo y regular la Televisión Digital Terrestre, resolvía algunas cuestiones menores que afectaban a diversos operadores del sector y permitía la concesión, casi inmediata, de una nueva cadena de televisión. Esta fue adjudicada a unos antiguos socios del propio Secretario de Estado impulsor de la ley, entre los que se encontraban personas de la confianza y el aprecio personal del presidente del gobierno. Como sus recursos financieros eran limitados, acudieron al auxilio de un grupo extranjero, en este caso Televisa, que se hizo con el cuarenta por ciento del capital de la compañía. Paralelamente se especuló con la privatización de un sector de la radio pública y se apostó por la creación de un periódico que, en versión de sus promotores, debería ser genuinamente de izquierdas. De este proyecto, que acaba de convertirse en realidad, el grupo inicial cercano a Zapatero se habría separado formalmente durante la primavera pasada, no sin antes hacer gestiones con los dueños de la empresa Clarín en Argentina para tratar de atraerlos a la sociedad editora. Conviene aclarar que tanto en Argentina como en México existen formidables barreras para la inversión de empresas españolas en medios de comunicación, mientras que argentinos y mexicanos pueden tener aquí, si lo quisieran, el cien por cien de una cadena. En cualquier caso los promotores de esos medios que se pretendían originaria y auténticamente ligados a la izquierda buscaron dinero donde lo hay, independientemente de la orientación ideológica o el comportamiento profesional de quienes apoyaban sus proyectos. Este pragmatismo se vio acompañado con el propósito mucho más obsceno de llevar a las tribunas de la televisión pública a los más connotados propagandistas de la teoría de la conspiración en el 11-M. Los productores de los programas que albergaban a invitados tan poco deseables eran sospechosamente los mismos adjudicatarios de la nueva cadena de televisión que se garantizaron así, astutamente, la neutralidad o el silencio de los medios de la derecha. En resumen la política informativa de este gobierno ha estado marcada por el oportunismo y la falta de estrategia, no ha logrado marcar la agenda casi en ningún momento, se ha mostrado no pocas veces a la defensiva y se ha regido en gran parte por manías o intereses particulares. Y es, como he dicho, la principal responsable de que, hoy por hoy, los considerables éxitos obtenidos por José Luis Rodríguez Zapatero no se vean reconocidos en las encuestas, con lo que podemos concluir que si su victoria electoral se ve comprometida, será por sus propios errores, no por la existencia de una oposición fuerte y creíble. Mientras tanto, España ha seguido descendiendo puestos en las estadísticas de la sociedad de la Información y la famosa ley audiovisual, cuya imposibilidad vaticiné en esta misma tribuna para indignación de no pocos, duerme el sueño de los justos, como era de esperar.

La descripción de este panorama nos permite adentrarnos en el análisis de la conformación de los grupos de comunicación en nuestro país y en el área de influencia de nuestra cultura. Al margen de PRISA, a cuyos perfiles me referiré enseguida, no existe por el momento ninguna otra empresa global de información en lengua castellana de propiedad y origen español. No soy para nada un nacionalista, ni siquiera un chauvinista, pero merece la pena poner de relieve que las dos primeras televisiones de este país y el periódico de la derecha más influyente (segundo en la lista por su difusión) son de propiedad italiana, los dos primeros grupos de revistas son francés el uno y alemán el otro, como francesa es una de las más importantes editoriales de libro de texto. De modo que en nuestro país operan un buen número de empresas de comunicación globales, pese a que las de matriz española sean casi inexistentes -con la excepción de PRISA-. Las dificultades para crecer fuera de nuestro territorio mucho tienen que ver con políticas desafortunadas del pasado de las que la mejor metáfora es la presencia de José María Aznar en el consejo de administración de News Corporation. Es revelador que este campeón del patriotismo casticista se esté dedicando a abrir las puertas al sistema mediático de la internacional conservadora, los neocons, por toda América Latina después de haber intervenido como lo hizo en la evolución de los grupos informativos en nuestro país. En cualquier caso, el formidable esfuerzo realizado por el Instituto Cervantes durante la presente legislatura, y el apoyo indudable que a la extensión y uso del castellano ha prestado el gobierno de Rodríguez Zapatero, no se han visto acompañados de acciones similares en lo que concierne a la evolución y desarrollo de las empresas de medios en los países de Iberoamérica. No ha habido una política consciente y activa que permitiera contrarrestar, al menos, la campaña iniciada por Aznar para colonizar a su manera el subcontinente. Para crecer y extenderse fuera de nuestras fronteras es condición sine qua non, ser fuerte también, y primero en casa. Pero las sospechas del poder frente a la construcción de cualquier grupo de comunicación independiente, y el clientelismo al que ya nos tiene acostumbrados, se confabulan para hacer cada vez más difícil una tarea que nos concierne a todos: la creación de grupos globales de medios en español que incorporen los saberes y haceres de la democracia, que promuevan la modernización de aquellos países y colaboren a la pervivencia de las culturas latina e hispánica, tan amenazas como están por los grandes conglomerados anglosajones. Enredado en cuestiones menores sobre el editorial de cada día, este gobierno no ha querido o no ha sabido acompañar a las empresas culturales e informativas españolas en su expansión fuera de nuestras fronteras. Todavía está a tiempo de hacerlo.

Permítanme aquí que me sume una vez más al homenaje a Jesús de Polanco, en este caso por su condición de visionario y emprendedor. Desde hora muy temprana, hace ya más de cuarenta años, inició el camino de América y gracias al desarrollo de Santillana en aquellos países la expansión latinoamericana de PRISA y nuestro concepto de empresa global se han visto facilitados en el pasado reciente. PRISA es, en efecto, y como decía antes, única empresa global en español en el sector de la información, el entretenimiento y el ocio. Hay otras más grandes, como Univisión y Televisa, pero que ejercen su actividad en muchos menos países y son, en gran medida, un monocultivo de la televisión, sin apenas presencia, o con presencia muy limitada, en otros medios. El crispado debate interno en este país, ahora amenizado con la llamada segunda guerra del fútbol, nos lleva a olvidar ocasionalmente algo que sin embargo es ya una cultura empresarial enraizada entre los ejecutivos de nuestro grupo. Nosotros no nos consideramos tanto un grupo español como un grupo iberoamericano y aun si todavía solo el veinte por ciento de la facturación se produce en el extranjero, la voluntad de globalidad de Prisa es absoluta y toda su estrategia actual se orienta hacia ese fin. Prisa cuenta hoy con catorce mil empleados en veintidós países y este año facturará más de 3.500 millones de euros. El 38 por ciento del activo del grupo se deriva de adquisiciones realizadas en los últimos ocho años, en las que hemos invertido 2.349 millones de euros. El valor agregado de las tres empresas del grupo que cotizan en los mercados (PRISA, Sogecable y Media Capital) supera los 9.000 millones de euros, y la capitalización agregada de dichas compañías sitúa al grupo entre las 25 primeras compañías de media a nivel mundial. Sólo Univisión y Televisa, de las que operan en español, mejoran esta posición. Nuestros usuarios sobrepasan los cincuenta millones de individuos. Sobresalen nuestras radios con 30 millones de oyentes diarios, nuestras televisiones, con casi 15 millones de espectadores diarios e Internet con más de 15 millones de usuarios únicos mensuales. Nuestros lectores de diarios superan los tres millones y vendemos cada año ciento diez millones de libros. Estas magnitudes sirven para encuadrar, creo, la verdadera dimensión de nuestras actividades que se desenvuelven gracias al desarrollo de marcas reconocidas: EL PAÍS, As, SER, Cuarenta Principales, Canal+, Santillana, Alfaguara, TVI en Portugal, etc.

Muchas de estas marcas son globales, están presentes en numerosos países, y sobre ellas pensamos impulsar nuestro desarrollo. Somos Iíderes en prensa diaria en España y Bolivia, líderes en radio en España, Colombia y Chile, líderes en televisión de pago en España, líderes de televisión en abierto en Portugal y Bolivia, líderes como editores de libros de texto en España y toda Latinoamérica, con excepción de Brasil y Colombia. En definitiva, somos, de lejos, el primer grupo de comunicación, educación y ocio de este país. Construido paso a paso desde hace más de cuatro décadas, cuando se fundara Santillana, y más de treinta años, fecha de creación de El País. Pero me gustaría recordar, una vez más, que siendo un gran conglomerado de empresas que da trabajo a tantas personas, procura servicio a tantos usuarios y busca la rentabilidad para tantos accionistas, somos también un grupo de referencia cuyos medios han jugado un papel singular en la modernización de nuestra sociedad y en la construcción de la democracia española, manteniendo la mayoría una postura editorial que apuesta por las opciones progresistas y de futuro. Las líneas de desarrollo estratégico del grupo están claras y son conocidas por el mercado desde hace meses. Queremos ser el mayor grupo global de educación, información y entretenimiento en español y en portugués. Para ello nos esforzaremos en el futuro en potenciar las cuatro actividades básicas de nuestras empresas (prensa, audiovisual, radio y educación) al tiempo que potenciaremos la presencia de todas ellas en las nuevas tecnología digitales a través de nuestra división de Internet. Pero lo haremos potenciando los negocios globales y desprendiéndonos de aquellas actividades, que aunque sean interesantes y rentables, no convengan a esta estrategia. Este mismo mes saldrá a la calle la nueva versión de El País, en la que el equipo del diario viene trabajando desde hace meses. No se trata solo de un lavado de cara ni de un cambio de diseño. Pretendemos que responda a una nueva mirada sobre la sociedad. Lejos de las manías tan al uso sobre los cambios generacionales, el periódico se dirige a un público amplio ávido por comprender la realidad, sin fronteras de edad, ni geográficas tampoco. Potenciaremos nuestras ediciones europea y americana y nuestra presencia en la Web. Les adelanto una pequeña primicia: el subtítulo de "diario independiente de la mañana" que nos acompaña desde la fundación va a ser sustituido por este otro lema: "El periódico global en español". Ningún otro de cuantos existen en el mercado puede aspirar a tanto. Este año EL PAÍS mejorará sus cifras de venta respecto al pasado y las certificaciones de OJD siguen arrojando una diferencia de más de cien mil ejemplares sobre nuestro inmediato competidor. En el sector prensa queremos potenciar también el diario AS, que este año cumplirá su cuarenta aniversario y que en muy poco tiempo, si siguen así las cosas, obtendrá el liderazgo de la prensa deportiva.

En la radio es también conocida nuestra estrategia de seguir invirtiendo en América Latina y en las radios hispanas de Estados Unidos. La brillante trayectoria de la SER es la mejor escuela y el mejor campo de pruebas para estas actividades. 40 principales suena ya en una decena de países y estamos seguros de poder contribuir desde las ondas al desarrollo del mercado musical.

En el terreno de la educación nos interesa especialmente estar presentes en la enseñanza del español como lengua extranjera. En Brasil, desde luego, pero también en Estados Unidos y el lejano oriente, China y Japón. A este respecto espero que en los próximos meses podamos abrir una oficina en Pekín que ayude a desarrollar nuestros proyectos en el área.

Pero el mayor impulso de crecimiento ha de venirnos del sector audiovisual y de Internet. En ambos queremos centrarnos esencialmente en la producción de contenidos para el mercado iberoamericano, para lo que estamos estudiando la consolidación de nuestras actividades de producción audiovisual en un solo conglomerado, probablemente con base en Portugal. También pretendemos diseñar un modelo de televisión en abierto que tras la experiencia obtenida en Cuatro y TVI nos permita estar presentes en las nuevas licencias que han de otorgarse en varios países de América Latina. En la televisión de pago, uno de los grandes activos de este grupo, en breve podremos poner en marcha los acuerdos comerciales alcanzados entre Telefónica y Sogecable, lo que abrirá una nueva etapa en la comercialización de Digital+.

Supongo que existe algún interés por conocer mi opinión sobre la llamada actual guerra del fútbol. En primer lugar les diré que siendo este un tema importante para Sogecable y PRISA, por las propias dimensiones de nuestra actividad, que acabo de exponer, pueden entender que es importante, desde luego, pero sólo relativamente. En segundo lugar me gustaría hacer una corrección lingüística a la metáfora: más que ante una guerra, estamos ante un acto de sabotaje del que estamos obligados a defendernos. El resumen de la cuestión es sencillo: hay, a nuestro juicio, un incumplimiento contractual por parte de Mediapro, compañía que pertenece a los mismos dueños de La Sexta, tan proclives a codearse con el poder. Hemos acudido a los tribunales y hemos dejado de servir la señal a Mediapro por falta de pago. Como respuesta a eso La Sexta, controlada por los mismos dueños de Mediapro, se ha dedicado a emitir partidos sobre los que no tenía derechos. El perjudicado del conflicto es el espectador, desde luego. Pero también los clubes y nosotros mismos, por lo que esperamos que los tribunales reparen en justicia la violación de nuestra propiedad. Mientras tanto lo diré con total exactitud: los representantes de La Sexta mienten. Mienten cuando dicen que no queremos un acuerdo. Ellos saben cuántas modalidades del mismo hemos sugerido, a pesar incluso de vernos obligados a pactar con quienes ya rompieron un pacto previo. Y ellos saben cuántas veces se han echado para atrás. Mienten también cuando dicen que hemos politizado el asunto; y no me obliguen a dar más detalles al respecto de los que ya he comentado en esta intervención. Por lo demás estoy seguro de que este conflicto sobre el fútbol televisado se resolverá, pues es necesario para que dicho deporte se desarrolle con normalidad y obtenga los cuantiosos recursos que necesita en su actual configuración. Pero un acuerdo no es una trágala ni la renuncia a defender una explotación racional del fútbol televisado que garantice una financiación adecuada de los clubes, que permita una rentabilidad razonable de los operadores, y expulse del sistema a comisionistas y a los que se pasan de listos.

Estén por lo demás tranquilos los buenos samaritanos que vienen a agobiarnos con su conseja. Nunca la línea editorial de los medios del grupo ha estado sometida al trapicheo ni a la conveniencia, sino al rigor en el trabajo y a la independencia de las decisiones. No peligran el carácter de EL PAÍS ni el comportamiento de la SER o Cuatro. Es el interés de nuestros lectores y oyentes el que nos guía, porque sabemos que sirviéndolo servimos igualmente al de nuestros accionistas. No vamos, por eso, a abandonar nuestros compromisos de progreso y modernización social. Pero tampoco esperen que callemos ante los abusos y arbitrariedades que el poder cometa.

Me queda finalmente, en este breve viaje por nuestros proyectos insistir en que seguiremos investigando y apoyando por el desarrollo en Internet, un mundo éste construido de preguntas mucho más que de respuestas. En el presente ejercicio hemos apostado definitivamente por nuestras actividades digitales, invirtiendo capitales económicos y humanos, pese a que el gasto publicitario en la red sigue siendo inferior al dos por ciento de toda la inversión.

En resumen: independencia, globalidad y profesionalidad".

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