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Reportaje:

La generación Pisa, a examen

La selectividad catalana arranca con un texto sobre el informe europeo de educación

Unos 25.000 jóvenes han empezado hoy a jugarse el 40% de sus aspiraciones. Es el peso de la selectividad en el cómputo de la nota que los estudiantes deberán hacer valer para acceder a la universidad. Un futuro a decidir en tres tandas: ha empezado hoy con las lenguas -catalán, castellano e idioma extranjero- y concluirá el próximo jueves. La primera jornada, la más tensa por imprevisible, se ha saldado con satisfacción. Hay quórum: los exámenes han sido "bastante asequibles" en boca de los alumnos; "los más facilones en años", según los profesores. El informe PISA y una valoración del sistema educativo español, para desquite de los alumnos, ha estrenado la selectividad. "Les hemos puesto a caldo, a ver si toman nota", aseguraban los jóvenes a la salida del aula.

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Los estudiantes amanecieron temprano. Poco después de las ocho de la mañana ya se cargaban de provisiones en las tiendas de ultramarinos cercanas a la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Zumos, refrescos y bollos. Tabaco. "No sea que luego nos quedemos sin suministros por la huelga de transportistas", bromeaban jóvenes entre las calles vacías y un sol a media altura. El antepenúltimo madrugón antes de las vacaciones. La moral estaba alta, aunque algo distante. "Tenemos ganas... de que ya sea jueves y disfrutar del verano", explicaba Ana Suáres, de 17 años y con siete bolígrafos empuñados en su mano derecha. Pero hasta los más bromistas entornaban los ojos, silentes, al cruzar el rótulo azul pegado a la entrada del recinto: "Pruebas PAU".

"El primer día es el más duro"

Jordi Sánchez, profesor del IES Barri Besós de 43 años y con más de veinte entrenando a selectividades, justificaba tanto sigilo. "El primer dia es el más duro: es el experimento. Poco a poco irán cogiendo confianza, pero el contacto inicial...", ha zanjado. Contra los nervios, un ejercicio básico: el 1, 2, 3. "Un minuto para leer, dos para pensar y tres para contestar". Miquel Puig, alumno de 18 años de otro centro, lo escucha con atención mordiéndose las uñas. Repiqueteando lápices contra las mesas, mirando a la nada. Hasta que oye pronunciar su nombre y se adentra en el aula.

Entre examen y examen, las conversaciones alcanzan cotas eruditas. Que si Descartes, que si la energía cinética e integrales y derivadas. Ensayos para los próximos exámenes que apenas les dan un respiro. Se detecta en la sonrisa cortada, incompleta, de los alumnos que regresaban a casa tras cinco horas de contienda. "Qué peso nos hemos quitado de encima", aseguraban antes de subrayar, con tono cansino: "Y mañana más".

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