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El Ramadán, por las calles de Lavapiés

El mes sagrado de los musulmanes llega en pleno agosto-. Los fieles deben renunciar a beber y comer desde el amanecer hasta la puesta del sol.- Así lo vive el popular barrio de Madrid, con importante presencia de musulmanes

Si al caer de la tarde alguien se pasea por el barrio madrileño de Lavapiés, es probable que estos días encuentre muchas verjas de las tiendas a medio cerrar. Los trabajadores de comercios dirigidos por musulmanes, numerosos en esta zona de la capital, suspenden en ese momento la actividad de sus negocios durante una hora y se sientan alrededor de una mesa con la comida preparada para romper el ayuno que cumplen cuando hay luz para respetar el Ramadán, el mes sagrado del Islam. Así lo hacen Nuridin, marroquí de 30 años, y Saidur, su coetáneo de Bangladesh; los dos son los carniceros de una tienda de alimentación, en la calle de Lavapiés, donde todos sus empleados son musulmanes. "Nos sentamos con amigos y parientes y disfrutamos de la comida. Es un momento de reflexión, pero también la ocasión para charlar entre nosotros", afirma Nuridin.

Además de ayunar, no pueden fumar, mantener relaciones sexuales ni proferir insultos
"No solo el estómago practica el Ramadán; también tienen que hacerlo los ojos y la lengua", dice un senegalés
Las diferentes comunidades se diferencian por la comida de la que disfrutan después de la puesta del sol
La abstención ha de ser respetada siempre y cuando no se ponga en riesgo la salud del creyente
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La luna nueva ha marcado hoy, 11 de agosto, el inicio del Ramadán, 30 días en los que los creyentes musulmanes no pueden ingerir alimentos ni líquidos desde la salida hasta la puesta de sol. Tampoco pueden fumar ni mantener relaciones sexuales o proferir insultos. Una celebración que incumbe a dos millones de fieles que residen en España, según el dato proporcionado a Efe por Mansur Escudero, portavoz de la Junta Islámica. "No es solo el estómago el que practica el Ramadán, también tienen que hacerlo los ojos y la lengua. Evito mirar a las chicas que pasan por la calle y hablar de una manera impertinente", explica Makhtar, senegalés de 36 años, que procede de Louga, región en el noroeste del país africano. Tiene su pequeño comercio de productos alimenticios en la calle de Mesón de Paredes y espera la llegada del ocaso con paciencia y los labios cuarteados: "Aguantas y ya está. Yo lo vivo como la ocasión para reflexionar sobre mi paso en el mundo. El ayuno y el sacrificio te dan la calma necesaria para reconsiderar los aspectos fundamentales de tu existencia".

Makhtar, a diferencia de los dueños de otras tiendas del barrio que interrumpen solo temporalmente la actividad para comer, al marcharse el sol cierra del todo y se va a la vecina mezquita de la calle de Caravaca, frecuentada en su mayoría por senegaleses. Hay otras dos mezquitas en Lavapiés, en las que se reúnen otras comunidades. En la primera son mayoría los norteafricanos y en la segunda suelen acudir los musulmanes que llegan de Asia: Bangladesh, Pakistán o India. Los lugares de culto se convierten en un punto de encuentro donde pasar las horas que siguen al ayuno.

El Ramadán es una ocasión para aglutinar a los musulmanes, pero también para resaltar las diferentes costumbres, sobre todo culinarias. Si el hábito de romper la abstinencia con dátiles -así como lo hizo el profeta Mahoma, según cuenta la tradición- y un vaso de leche es casi generalizado, cada comunidad tiene luego sus platos para paliar las más de doce horas sin alimentos. Los marroquíes suelen tomar harira, una sopa nutritiva hecha a base de harina, fideos, garbanzos, huevos, tomate y trozos de carne o pollo. Los senegaleses prefieren comer thiaky, una especie de cous cous, mezclado con yogur blanco y tiéboudienne, un plato a base de tomate, pescado y arroz. Los bangladesíes prefieren beber muchos zumos, principalmente de mango, uva y manzana, y acompañarlos con sopas de legumbres.

El Alhambra, restaurante marroquí en la calle del Tribulete, no cierra al mediodía como hacen muchos otros. "Además de clientes de otras religiones, hay musulmanes que se saltan el ayuno. Los viajeros, las mujeres embarazadas o durante la menstruación, los niños y los ancianos no tienen que ayunar, y nosotros aquí estamos para ellos", afirma Lahchmi, marroquí de 40 años que trabaja en el Alhambra.

El ayuno también se lo pueden saltar los profesionales que necesiten desarrollar una intensa actividad física o mental, como puede ser un médico operando. El precepto solo ha de ser respetado siempre y cuando no se ponga en riesgo la salud del creyente.

El rigor no es tan estricto para quienes trabajan bajo el sol. Mohamed, por ejemplo, es un marroquí de Casablanca, de 36 años, encargado de una obra en calle de los Abades. "No tienes que esperar que te desmayes, si te sientes mareado puedes beber una botella de agua. Está permitido recuperar los días en los que rompes el ayuno durante el resto del año". Un poco más difícil lo tiene otro Mohamed, compatriota del primero, de 36 años, y que trabaja de albañil en una reforma en la calle del Oso. Él, durante su trabajo diario que va desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde, tiene que aguantar sin cigarrillos. "Los primeros días son los más difíciles y el hecho de que soy fumador me pone un poco nervioso", cuenta. "El secreto está en pensar en superar cada media hora y no en que te queda aún todo el día por delante. Además, tengo que aguantar poco trabajando. La semana que viene me voy de vacaciones a Nador, mi ciudad, y entre mi gente y las fiestas que hay al llegar la noche, va a ser más soportable".

Los próximos años serán aún más difíciles. Cada año el mes de Ramadán se adelanta unos 12 días, conforme al ciclo lunar, y las fechas en las que comenzará el mes sagrado serán el 1 de agosto en 2011, el 18 de julio en 2012 y los primeros días de julio en 2013. Mismo calor, pero con días de ayuno todavía más largos. Lo que hará más dulce, por otra parte, el momento en que anochezca.

Una mujer compra carne en una tienda de productos árabes de Madrid en el primer día del Ramadán, que se prolongará durante un mes.
Una mujer compra carne en una tienda de productos árabes de Madrid en el primer día del Ramadán, que se prolongará durante un mes.EFE

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