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Tribuna:17 DE MAYO, DÍA DE INTERNET
Tribuna
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El día de la cibercandidez

La principal conclusión que puede extraerse del artículo "Privacidad en Internet" de la enciclopedia libre Wikipedia, en su versión actual, es que la privacidad en Internet prácticamente no existe. Por eso, cuando me pregunto si hay algo que podamos celebrar en este campo en el día de Internet, no sé si centrarme en los avances tecnológicos que permiten a los usuarios proteger su intimidad y a los desaprensivos invadirla, o en el triunfo total del pasotismo, es decir, la más absoluta despreocupación de algunos usuarios en proteger sus datos personales.

No puede negarse que hoy en día el usuario dispone de muchas más herramientas para ocultar su identidad y navegar anónimamente. También hay más información sobre los riesgos existentes y las cautelas que deben adoptarse al visitar páginas desconocidas o cumplimentar formularios.

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Casi todos sabemos lo que pasa cuando respondemos a un mensaje de alguien que dice ser nuestro banco y nos pide las claves para acceder a nuestra cuenta de banca electrónica.

Sin embargo, y a pesar de todo, sigue habiendo una elevada tasa de usuarios que por desconocimiento o despreocupación, cae en todas las trampas. En el día de Internet queremos celebrar las ventajas que la red ha aportado a nuestra vida profesional o personal, pero este año propongo que hagamos un homenaje al "cibergarrulo", al cándido usuario de Internet que no puede esperar al 28 de diciembre para formar parte de la larga lista de santos inocentes que son víctimas de las más evidentes calamidades.

Y no me refiero al elevado número de visitas que recibía el dominio yaju.com antes de ser recuperado por Yahoo, sino a situaciones de reiterado descuido que ayudan a comprender por qué el timo de la estampita tuvo en su tiempo tanto éxito.

En Internet se unen desconocimiento y candidez y el resultado no puede ser otro que un incremento constante del spam, un número nada desdeñable de estafas electrónicas y una suma anual millonaria en transferencias bancarias a países del Este.

La opción fácil ha sido dar las culpas a la red, pero mi opinión es que los usuarios somos responsables en gran parte de lo que nos pasa en Internet, y me gustaría documentar esta idea con algunos ejemplos.

No leemos las condiciones generales de contratación. Hay muchos usuarios que están dispuestos a dar sus datos personales, especialmente su dirección de correo electrónico a cambio de un tono polifónico para el móvil, una foto de un artista muy popular o una canción en formato MP3.

En algunos casos, esas cláusulas que se aceptan con un simple clic y también con una gran dosis de frivolidad, incluyen la aceptación de fórmulas de marketing sumamente intrusivas y abren las puertas a la instalación de programas de spyware y adware. Algunos programas de P2P incluso establecen la obligación de aceptar publicidad mediante adware como contrapartida al uso de una plataforma que permite el intercambio de ficheros.

Por otra parte, la obsesión del usuario por conseguir bajarse películas en el menor tiempo posible le lleva a ampliar el número de directorios habilitados para la descarga, sin darse cuenta de que en ellos puede haber datos personales. Para comprobar esta dinámica sólo hay que introducir las palabras "currículum", "contactos" o "contraseñas" en eMule.

Otra prueba del nivel de desconocimiento o de descuido del usuario es la cantidad de routers inalámbricos desprotegidos con los que te encuentras si haces una búsqueda de puntos de acceso WiFi en cualquier barrio de una ciudad.

Pero el exponente más grave de la candidez del usuario se centra este año en el phishing. A pesar de las advertencias de las entidades financieras sobre el riesgo de facilitar las claves de banca electrónica a través de Internet, sigue produciéndose un nivel importante de respuesta a las solicitudes que se reciben por correo electrónico. El caso más grave de "cibercandidez" que conozco es el de un usuario que llamó a su banco quejándose porque llevaba media hora transcribiendo toda su tarjeta de coordenadas a un formulario de un sitio web, que además estaba lleno de faltas de ortografía. No entendía por qué le pedían semejante esfuerzo.

Todos reclamamos más información por parte de las empresas y las Administraciones Públicas, pero después de más de diez años de Internet en España, tal vez ya ha llegado el momento de que el usuario asuma su responsabilidad y empiece a utilizar esta tecnología con conocimientos y sobre todo, con sentido común.

Javier Ribas es Abogado de Landwell - PwC

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