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Reportaje:PLAZA MENOR: ORCASITAS

Poblado en la frontera

Arrinconadas en un extremo del parque de Pradolongo aún quedan algunas casas bajas con restos de cal en sus fachadas y sus muros, vestigios de un asentamiento asilvestrado que le nació al Madrid de la posguerra; oleadas de emigrantes empobrecidos, hijos de los campos del sur que sumaban sus hambres rurales y seculares a las de la gran ciudad, también hambrienta, improbable paraíso en el que al menos había ricos, sobre todo nuevos ricos de una estirpe voraz e insaciable.Voracidad que no tardarían en conocer los primeros pobladores de Orcasitas, que levantaban sus endebles chamizos en una noche en tierra de nadie para beneficiarse de una curiosa, anacrónica y generosa normativa que legalizaba de hecho cualquier construcción de estas características cuando había cubierto aguas: un simple techo bastaba para preservarla de la demolición, lo que explica la inveterada costumbre autóctona de comenzar las casas por el tejado.

Claro que la peregrina norma se aplicaba en unos casos sí y otros no, según criterios difíciles de discernir pero probablemente relacionados con los que empezaban a ser alguien en aquellas tierras de nadie y querían ponerlas a su nombre. Cuando no se aplicaba, la demolición se efectuaba, eso sí, de forma expeditiva y contundente. En una enciclopédica y reciente obra sobre Madrid, editada por Espasa, se lee que, para las demoliciones, las fuerzas del orden se hacían acompañar por presos que cargaban con la parte más dura de la faena, parias de la tierra forzados a terminar a golpe de mazo con las esperanzas de otros parias desterrados.

Colándose por los resquicios de un plan urbanístico que calificaba los terrenos de la meseta de Orcasitas y sus entornos como de uso agropecuario, zonas verdes y pequeñas industrias, los primeros propietarios de la zona parcelaron a su albedrío y vendieron sin trabas y a precios abusivos sus tierras como edificables a los pioneros que colonizaron barrizales y desmontes desprovistos de agua, luz y alcantarillado. En la obra citada anteriormente se habla de un curioso comercio, una consigna privada en la que los vecinos del naciente y sufriente núcleo dejaban a buen recaudo y por un mínimo precio sus botas de agua, imprescindibles para atravesar los tres kilómetros casi siempre enlodados que separaban sus precarias viviendas de los primeros atisbos del asfalto ciudadano.

Estos arenales y lodazales fueron en tiempos república de traperos y buscadores a medio camino entre Galdós y Baroja. Las casas arrinconadas y la agujereada carcasa de "la iglesia rota", la iglesia de Maris Stella, coronada por una impasible veleta con forma de gallo, son los postreros testimonios de la primitiva y aislada comunidad fundacional de este territorio, que debe su denominación a don Pedro Orcasitas, un terrateniente local convertido en próspero urbanizador gracias a las facilidades del mencionado plan urbanizador.

Más tarde llegaron los muníficos planes sociales del franquismo y sus ardientes proclamas sobre la "inminente erradicación del chabolismo", que frecuentemente encubrían saneadas operaciones especulativas. Los "poblados de absorción de Orcasitas" se edificaron sobre los arenales utilizando materiales de construcción muy deficientes, materiales baratos para casas baratas en una zona todavía muy mal comunicada con la capital, aunque rodeada de carreteras por todas partes. El movimiento asociativo vecinal surgido en los poblados de Orcasitas a comienzos de los años setenta le plantó cara al mismísimo Movimiento Nacional por defender la dignidad de sus viviendas y de un barrio que empezaba a ser suyo.

En Orcasitas hay plazas y calles que recuerdan con sus pintorescos nombres los hitos de aquellas reivindicaciones: plaza de la Memoria Vinculante, del Movimiento Ciudadano, de los Mil Delegados, de la Solidaridad, de la Asamblea y de las Promesas; calles del Plan Parcial, de la Expropiación, de la Remodelación, de la Participación, de los Retrasos y del Censo, y la ronda de las Cooperativas.

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Sobre los taludes del arroyo de Pradolongo se abre el parque del mismo nombre, inaugurado en 1991, que cuenta con estanque, ría artificial, anfiteatro y zona ferial. En estos días finales del otoño, el parque exhibe un lamentable estado de abandono. A la desolación natural de las hojas caídas y las ramas desnudas se une la que produce la desidia humana. La suciedad se acumula en las orillas del lago artificial y se transparenta en el turbio y escaso fondo acuático; una torre de alta tensión situada en la orilla tiende sus cables sobre la superficie. La Venus metálica que el artista Ángel Aragonés imaginó saliendo de las aguas está en seco, centrando una basta fuente de hormigón en la explanada. La esbelta silueta de la diosa, que recuerda a las espléndidas esculturas de Gargallo o Julio González, aparece adornada con improvisados tatuajes al spray. Las avenidas flanqueadas por jóvenes arbolillos están alfombradas de envases de refrescos, bolsas de patatas y cajetillas vacías que brillan entre las hojas cobrizas. En uno de los campos de fútbol, 30 o 40 aficionados asisten a un partido de máxima rivalidad entre el equipo del Maris Stella y el de una colonia cercana. A pocos metros, junto a la iglesia rota, una valla metálica con la pintura desconchada anuncia la rehabilitación del templo para transformarlo en un albergue juvenil gracias a la colaboración de una escuela taller y a la aportación de fondos europeos. Sobre el terreno circundante, los materiales de construcción empiezan a cubrirse de hierba y nada indica que la obra vaya a llevarse a cabo próximamente.

Del otro lado de la avenida de los Poblados, el camarero del bar Los Pacos, también llamado Cuatro Estaciones, defiende ante el cronista escéptico los encantos del parque, que no pasa por su mejor momento, y Juan Fran, extremeño y residende desde hace 20 años en Orcasitas, pintor de esmaltes sobre cristal y autodidacto, se queja de la mala calidad de la educación que reciben los niños y los adultos del barrio mientras muestra orgulloso sus obras realizadas sobre los muros del bar: la figura alada, rasurada y femenina de Abraxas y la cabeza de Zorba.

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