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Columna
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Emilio Varela

En la Lonja del Pescado podemos ver, a partir de hoy, la exposición antológica dedicada al pintor Emilio Varela. Es una exposición que atraerá, a buen seguro, a un elevado número de espectadores dado el interés que la obra del artista despierta en la ciudad. Varela es el mejor pintor que ha dado Alicante durante el siglo XX, y uno de los más importantes de la Comunidad Valenciana. Esta importancia no se ha visto correspondida, sin embargo, por un reconocimiento público: fuera de Alicante Varela es un hombre poco conocido y su obra ha tenido escasa difusión. Ello es consecuencia, en gran medida, del carácter retraído del pintor, que apenas abandonó la ciudad a lo largo de su vida. Ya sabemos que un artista precisa, además, de ciertas condiciones naturales para ejercer su arte, un cierto carácter sin el que corre el riesgo de pasar desapercibido.

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Cómo un hombre tímido, poco viajado, se las ingenió para estar al día de cuanto sucedía en el efervescente mundo del arte es uno de los varios misterios que ofrece al curioso la vida de Varela. La respuesta probablemente haya que buscarla en el contacto del pintor con los compañeros de su generación. El clima intelectual de Alicante en los años veinte es uno de los más vigorosos que ha conocido la ciudad a lo largo de su historia. En torno a las tertulias del Ateneo se reúnen Varela, Miró, el arquitecto Juan Vidal, Óscar Esplá, Germán Bernácer, el abogado y gastrónomo Guardiola. La influencia de estas personas se ha mantenido viva en la ciudad hasta hoy, aumentando o disminuyendo según las circunstancias de cada momento. El paisaje alicantino, por ejemplo, es una creación de Varela y de Miró que lo elevan a categoría estética con sus obras.

La obra de Emilio Varela está toda por estudiar. Quien se anime a hacerlo, no lo tendrá fácil. Varela fue un pintor pródigo que tuvo la costumbre de no fechar sus obras. Esto plantea la primera dificultad y hace imposible presentarla de forma cronológica. De hecho, los comisarios de la muestra de la Lonja han debido renunciar a ello para ofrecer una exposición temática. Si exceptuamos sus obras de compromiso, que fueron abundantes, Varela presenta dos líneas de trabajo bien definidas: la del pintor de paisajes, y la de sus inquietantes autorretratos. Como pintor de paisajes, Varela transmite en sus cuadros un estado que transparenta la alegría de pintar. Los autorretratos nacen de un estado emocional distinto; son obras turbadoras, con un Varela íntimo, ensimismado, sombrío, en los antípodas del pintor al aire libre. Varela se pintó constantemente a lo largo de su vida, hasta el punto que se conocen más de 120 autorretratos suyos.

En la antológica de la Lonja del Pescado ha tenido mucho que ver el empeño de Eduardo Lastres. Interesado, desde hace años, por la obra del pintor, Lastres se propuso rescatarla y no ha cedido hasta montar la actual exposición. De Varela se habían visto otras exposiciones en Alicante, pero de un tamaño bastante más reducido, que no permitía hacerse una idea completa de su trabajo. Enseñaban, una y otra vez, al Varela conocido. La muestra actual, muy amplia, pone en duda las ideas adquiridas sobre el artista y abre nuevos interrogantes sobre su obra. Se ha expuesto, además, de forma inteligente. La Lonja del Pescado es un espacio difícil por tamaño, que tiende a ahogar las exposiciones. En esta ocasión, sin embargo, se ha trazado un recorrido agradable que, pese al gran número de cuadros expuestos, no llega a fatigar.

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