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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Hank Jones, el más exquisito pianista del 'bebop'

Fue un intérprete de jazz espléndido, repleto de versatilidad e imaginación

Fernando Navarro

Con su prodigioso talento a las teclas y su envidiable instinto, Hank Jones, exquisito pianista de jazz, fallecido a los 91 años el pasado 16 de mayo, siempre estuvo ahí, como escudero de Ella Fitzgerald, Benny Goodman, Charlie Parker, Miles Davis o John Coltrane, como puntal en plena tormenta del bebop o como un magnífico solista con un lenguaje propio cuando los caminos del jazz se dispersaban. El nombre de este músico, admirado por crítica y público, pese a estar siempre en un segundo plano, se cita entre los más grandes del género.

Nació en Vicksburg, Misisipi, en 1918. Su familia fue cuna de tres importantes músicos: el trompetista Thad Jones (tocó con Count Basie), el baterista Elvin Jones (formó parte de la banda de Coltrane) y el propio Hank, que tuvo como más temprana influencia a Fats Waller, famoso pianista en las ondas que introdujo el órgano en el jazz y destacaba por su estilo viril y simpático.

A comienzos de los cuarenta, su objetivo pasaba por trasladarse a Nueva York. El bebop empezaba a conquistar la Gran Manzana desde su base de operaciones en Harlem. Era un estilo nuevo, evolucionado del swing, con frases frenéticas y nerviosas, fundamentado en la improvisación y que reducía todo al mínimo posible. Bajo las recomendaciones del saxofonista Lucky Thompson, entró en la banda de Hot Lips Page en 1944. A partir de entonces, absorbió el complejo y fascinante idioma bebop y lo hizo suyo al piano. A fin de cuentas, aquella vanguardia latía en su elegante y expresivo toque. Coleman Hawkins y Billy Eckstine se beneficiaron de sus cualidades, aunque su primer contrato fijo llegó con Ella Fitzgerald, mientras aprovechaba cualquier oportunidad para tocar con Charlie Parker en abrasivas sesiones.

Jones pasó a ser el secundario de lujo, combinando el bebop con una energía propia de Art Tatum, uno de sus principales maestros, con el que registró el imprescindible Our delight, aunque su discografía recoge decenas de trabajos y colaboraciones. Fue músico permanente de Birdland, el más famoso club de Manhattan. Perteneció a la orquesta de la cadena CBS, que tocaba para los programas de Jackie Gleason y Ed Sullivan, un trabajo que le permitió en 1962 acompañar al piano a Marilyn Monroe en el célebre Happy birthday en honor al presidente John F. Kennedy. Ya como solista, y a un impresionante ritmo, mantuvo el nivel de pianista espléndido, repleto de versatilidad e imaginación y sorprendido en sus últimos años por los sonidos africanos.

Pasa a la historia, tanto por su música como por su presencia. Porque Jones siempre estuvo ahí, como data la fotografía más mítica del jazz, A great day in Harlem, publicada en 1958 por la revista Esquire y hoy mundialmente reproducida en postales y pósteres, donde 57 famosos artistas del género posan en unas escaleras de la calle 126, entre las avenidas Quinta y Madison. Count Basie, Art Blakey, Charles Mingus, Thelonious Monk, Coleman Hawkins, Lester Young, Sonny Rollins o Dizzy Gillespie sonríen y, entre ellos, en uno de los márgenes, con la misma elegante aureola del blanco y negro, está Hank Jones.

Jones, en San Sebastián en 2009.
Jones, en San Sebastián en 2009.AFP

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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