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Necrológica:'IN MEMÓRIAM'
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Un profesional comprometido con su tiempo

Jorge M. Reverte

La imagen ha sido persistente durante casi cuarenta años. Conocí a Julio de Benito en una explanada cerca de la estación de Atocha, en Madrid, una noche gélida de principios de enero. Los que marchábamos a cumplir el servicio militar en Ceuta, intentábamos combatir el frío con hogueras antes de subir a los vagones de tercera que nos conducirían al campo de concentración (de instrucción decían los militares) de Campo Soto, en Cádiz. No olía bien en los vagones aquellos, donde no era posible dormir por el hacinamiento. Veinte horas después, Julio y yo ya éramos amigos. Y lo seguimos siendo hasta ayer. No sé cómo seguirá la historia con él. Me queda el cariño de sus tres mujeres más queridas, Irene, Tanit y Alejandra, sus hijas.

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Julio de Benito, periodista

Con este comienzo ya se comprende que nadie va a poder encontrar en esta crónica mortal ni una sola línea negativa. Pero voy a intentar explicar por qué siempre he pensado que Julio de Benito era, además de mi gran amigo, uno de los mejores periodistas españoles de los últimos años.

Primero, fue un hombre comprometido. Los periodistas que no habían comulgado con el franquismo tenían que hacer dos cosas durante el primer periodo de la transición: aprender y enseñar a practicar este oficio de forma honesta; y en segundo lugar, pelear para que ese tipo de conducta se extendiera no sólo a la práctica de la profesión sino al comportamiento de los medios.

Julio consiguió trabajar en Radio Televisión Española. Y formó parte del grupo de profesionales que hicieron que eso que sus empleados llaman con dudoso gusto "La Casa", se transformara poco a poco en una empresa al servicio de la información pública, o sea, de los ciudadanos.

Sin presumir de amenazas

Después, un paréntesis que le llevó a un trabajo duro y antipático, que consistió en hacer un periódico en el País Vasco, Tribuna Vasca, dirigido por Eduardo Sotillos. Fueron años duros en los que gentes como ellos se enfrentaban al fascismo nacionalista sin presumir de que ETA les amenazara. Tuvo también la "oportunidad" de estar en TVE cuando los salvajes de Tejero intentaron acabar con la democracia. Y no presumía de ello. Seguía presumiendo sólo del amor por sus hijas y de su fecunda historia con Pilar Trenas, de la que quedó viudo en 1996.

Como director de informativos de RNE y TVE, siguió con toda fuerza desde el nombramiento hasta la caída de Pilar Miró como directora general. Yo tuve la fortuna de trabajar con él entonces. Y soy testigo de que respetaba los criterios de la información, resistiendo presiones no sólo de los afines al Gobierno, sino de todas partes. Julio decía que el periodista que afirmara que no recibía presiones en su trabajo era un mentiroso. De lo que se trataba era de resistirlas. Eso no le libró de tomar decisiones dolorosas que pusieron en riesgo sus relaciones con su hermano Luis o conmigo mismo. Ahora no sé quién tenía razón, pero su bonhomía era tal que consiguió que esas relaciones se recuperaran sin dejar heridas. Ninguna.

Fue también asesor de José Borrell en el Ministerio de Obras Públicas. Las trifulcas diarias con los compañeros que estaban al otro lado de la mesa las llevó con dignidad, y con pasión. Porque se creía lo que hacía. Era incapaz de tomarse a broma aquello por lo que le pagaban. Volvió a la televisión de sus amores. Le encargaron una cosa de naturaleza, no sé si para quitárselo de en medio. Y se lo volvió a creer.

Era un tipo decente, y sabía querer. Estará haciendo una hoguera en alguna parte. Para calentar a los amigos.

Jorge M. Reverte es periodista, escritor, guionista y director de documentales.

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