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Columna
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Pan Am

David Trueba

Las azafatas de avión son un clásico en nuestras fantasías. Junto a los pilotos, forman con médicos y enfermeras la jerarquía más elevada de nuestras ensoñaciones. Aunque la película Aterriza como puedas nació como una parodia despreciable, con el tiempo se ha convertido en la mejor propuesta desmitificadora del mundo de la aviación. Aquella película desatada logró que nuestra primera reacción si alguna vez escuchamos por megafonía en un avión lo de ¿hay un piloto a bordo?, no sea la del pánico, sino la de la risa.

Quizá lo más preocupante de la serie Pan Am, recién aterrizada en Canal +, sea su estructura jalonada de saltos atrás en el tiempo. Las azafatas protagonistas y el joven piloto permanecen un instante abstraídos antes de que la narración salte hacia el pasado y nos proponga una escena trascendental. Es imposible no recuperar en esos instantes el sabroso recuerdo de Aterriza como puedas y sus descerebrados flashbacks.

Decorados, peinados y los uniformes de las azafatas aspiran a proponernos una especie de Mad Women, aunque en lugar de entre publicitarios de los sesenta entre la tripulación de un avión. Pero el azúcar del pastel aplasta los demás sabores. Ojalá que la presencia de Christina Ricci condimente el guiso, en un reparto donde también destaca Karine Vanasse, como azafata francesa y hasta aquí puedo leer. La Ricci es una actriz capaz de mutar y calzarse dentro de cualquier mujer. En este caso cuela de azafata con personalidad, capaz de no llevar faja en ocasiones, pese a que su 1,53 de estatura la hubiera dejado lejos del ideal que impuso la Pan Am. Algo parecido sucedía con Concha Velasco y Alicia Hermida en la españolización de Las chicas de oro, cuya enorme capacidad de actrices les permitía hacer de madre e hija llevándose seis años de edad.

La Pan Am, que fue símbolo de Estados Unidos con sus rutilantes Clippers, se declaró en bancarrota en 1991. Quizá si este juego de flashback nos trajera un pasado con menos nostalgia estética y nos sirviera una esclarecedora senda hasta nuestro presente, el vuelo remontaría con más sugerencia. Si no, pronto oiremos por megafonía preguntar si hay un piloto disponible entre el pasaje para mantener en el aire las buenas intenciones.

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