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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Carmen Bravo, pianista

Viuda de Frederic Mompou, fue la mayor defensora y divulgadora de la obra del gran compositor catalán

Cuando a finales del pasado febrero, ya en silla de ruedas, Carmen Bravo acudió a la inauguración en La Pedrera de Barcelona, apenas a una manzana de su casa del paseo de Gràcia, de la exposición La música i el III Reich, la viuda de Mompou bromeó, como acostumbraba a hacerlo su marido, sobre su deteriorada salud. "¿Qué cómo voy? Pues como puedo". Y es que si algo enamoró a Carmen Bravo del callado, tímido e introvertido gran compositor que fue Frederic Mompou (1893-1987) fue precisamente que la hacía reír.

Aventajada estudiante de piano, conoció a Mompou en 1941 durante las pruebas de un concurso de interpretación en Barcelona al que se presentó y no ganó. Tenía entonces 22 años y Mompou, que era miembro del jurado, 48. Al darse a conocer el veredicto, él se le acercó, se quitó el sombrero, y caballerosamente le dijo: "He de manifestarle que usted es la que más me ha gustado". Esa misma noche coincidieron en el Palau de la Música Catalana en un concierto que marcó el inicio de su larga relación, primero como novios durante 15 años, y luego como matrimonio hasta la muerte del compositor el 30 de junio de 1987.

Decisivo estimulante de la obra creativa de Mompou, Carmen Bravo fue el factor detonante que devolvió al músico al mundo de la composición tras una década de crisis creativa en la que sólo compuso dos obras. También consiguió convencerlo para que ofreciera conciertos en Europa e incluso Estados Unidos hasta que Mompou cumplió los 80 años, en los que ella interpretaba la primera parte y él la segunda acompañando a una cantante que interpretaba sus canciones. Tras su muerte, ella divulgó su obra a través de conciertos y cursos de interpretación de la obra de compositor

Extravertida, Carmen Bravo era el contrapunto del compositor, cuya experiencia musical y conocimiento personal de los grandes compositores franceses de principios del siglo XX la fascinaron. Ella le admiraba como artista y siempre afirmó que le costó darse cuenta de que se había enamorado de él.

La boda tardó 15 años en llegar. La familia de Carmen no entendió nunca qué había visto su hija en aquel hombre mayor que ella, sin oficio y con una situación económica precaria. Mompou nunca superó el final de la infancia y jamás supo enfrentarse a la lucha diaria por la vida.

El matrimonio no formaba parte de sus planes y la boda, celebrada en diciembre de 1957, se realizó a escondidas de la familia de Carmen y casi por sorpresa para el propio Frederic Mompou en una iglesia románica de la montaña de Montjuïc, en Barcelona, aprovechando el decorado de una ceremonia que debía celebrarse después y con el fotógrafo de la boda siguiente como improvisado testigo.

Carmen Bravo, en 1993 en su casa de Barcelona.
Carmen Bravo, en 1993 en su casa de Barcelona.TEJEDERAS

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