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Los príncipes de Orange renuncian a su villa en Mozambique

Isabel Ferrer

Los príncipes herederos de Holanda, Guillermo Alejandro y Máxima, han decidido vender la villa de vacaciones que se estaban construyendo en Mozambique. Parte de un complejo de lujo situado en la península de Machangulu debía convertirse en el refugio privado de la pareja y sus tres hijas, Amalia, Alexia y Ariane. Sin embargo, el proyecto ha generado una polémica sin precedentes en Holanda que ha acabado por dañar la imagen de la casa de Orange. Criticado por el derroche que suponía en momentos de crisis, los sondeos de opinión mostraban a su vez el rechazo general hacia la elección de un paraje tan alejado. El viaje a África no sólo comportaba vuelos de larga distancia; había que añadir los gastos de seguridad.

La censura ciudadana se tradujo incluso en un debate parlamentario capitaneado por los liberales de izquierda, que pidieron el abandono de los planes africanos. A los diputados les preocupaba que los intereses del futuro rey pudieran mezclarse con las inversiones efectuadas por los promotores del complejo estival. Al final, y después de admitir que ha pasado "noches en blanco por lo que enfocaba como una forma de ayuda al desarrollo en Mozambique", Guillermo Alejandro ha cedido. Para el primer ministro holandés, Jan Peter Balkenende, la venta ha supuesto su vuelta al primer plano de la política nacional. Recién llegado de la cumbre de Bruselas, y derrotado como uno de los candidatos a la presidencia de la UE, ha recuperado con brío los asuntos de la corona. "Tengo plena confianza en los príncipes", dijo ayer, al explicar la decisión principesca, comunicada por carta.

Los príncipes de Orange.
Los príncipes de Orange.REUTERS

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