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Rocío Molina vuelve la vista atrás

Margot Molina

Con la chácena del sevillano Teatro Lope de Vega al descubierto, como sus propios sentimientos, así se mostró la noche del pasado martes Rocío Molina ante el público en el estreno absoluto de Vinática. La bailaora y coreógrafa malagueña se sintió en la necesidad -aunque sus 26 años no parezcan una cifra lo suficientemente alta como para hacer un repaso vital- de rebuscar en su infancia, en todas esas personas que podría haber sido y no fue.

En el escenario desnudo, mostrando sus tripas, figuras silueteadas con tiza evocaban a todas aquellas personas que Rocío tenía dentro y desechó, porque eligió bailar y ha bailado tanto, desde los tres años, que se ha convertido en una de las referencias del flamenco. Desde 2005, cuando estrenó el primer espectáculo con su compañía, Entre paredes, aficionados y colegas aguardan expectantes todas sus producciones. Especialmente desde que, el pasado año, recibiera el Premio Nacional de Danza.

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"Trato de destruir la técnica"

En Vinática, con una referencia al vino con el que empieza y acaba el montaje, el licor es una presencia poética, pero también la constatación de que "las personas, como el vino, se avinagran con el tiempo", explica Rocío Molina. Con las entradas agotadas desde hace tiempo, el público asistió a las evoluciones teatrales de la artista casi con religiosidad. El teatro parecía contener la respiración cuando la bailaora, que llenaba ella sola el escenario, se contorsionaba casi sin moverse del sitio y respiraba aliviado cuando Rocío arrancaba a bailar. Zambra, seguiriyas o bulerías en las que la bailaora, quien también firma la idea y la dramaturgia musical del montaje, hizo gala de gran fuerza, belleza y una técnica muy limpia. Junto a ella, que parecía romperse los nudillos llamando a una puerta que nadie abría -quizás la de su pasado-, estaban el guitarrista Eduardo Trassierra, el cantaor José Ángel Carmona y José Manuel Ramos El Oruco, a las palmas y el compás. Además de un perro pastor alemán que se movió obediente por el escenario.

Una larga cola negra, que al inicio del montaje cubría hasta la mitad del pasillo del patio de butacas, le sirvió también para cerrar esta revisión de su infancia. La cola la sujeta a su pasado y también la coloca en el punto de partida para emprender su camino.

El público, entre el que se encontraban muchos nombres del flamenco, aplaudió con entusiasmo. Aunque para algunos, el montaje tuvo muchas caídas de ritmo: "Como una montaña rusa", sentenció un aficionado.

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Sobre la firma

Margot Molina
Ha desarrollado su carrera en El PAÍS, la mayor parte en la redacción de Andalucía a la que llegó en 1988. Especializada en Cultura, se ha ocupado también de Educación, Sociedad, Viajes y Gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado, entre otras, la guía de viajes 'Sevilla de cerca' de Lonely Planet.

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