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Crítica:GOYESCA DE RONDA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La duquesa Cayetana, a hombros

Antonio Lorca

La gran triunfadora de la tarde fue Cayetana, duquesa de Alba. No se vistió de luces, ni hizo el paseíllo, ni se abrió de capa, ni cortó trofeos -cualquiera de estas actividades hubiera alcanzado ribetes de espectáculo histórico-, pero concitó la atención de la Ronda autóctona y foránea, (tarea casi imposible acceder a la plaza a causa de la marabunta de curiosos que ansiaba verla, como si no estuviera vista la buena señora), que se peleó para tocarla, felicitarla, vitorearla y llevarla en volandas hasta su localidad. Claro que, por si no lo saben, Cayetana de Alba se casa, y es lógico que el pueblo soberano, tan bullanguero, festivo y televisivo él, le presente sus respetos y le desee lo mejor para su nueva vida. Pero no acabó ahí el éxito de la popular aristócrata: triunfó como modista o, quién sabe si como ideóloga, del traje goyesco de Cayetano, que iba hecho un pincel con la vestimenta que la señora pensó o dibujó pero no cosió para tan trascendental momento.

DEL CUVILLO / EL JULI, MANZANARES, CAYETANO

Toros de Núñez del Cuvillo, aceptables de presentación, inválidos, sosos y descastados. Destacó el cuarto por su codicia, y fue premiado con la vuelta al ruedo.

El Juli: pinchazo, media _aviso_ (oreja); pinchazo y estocada (dos orejas).

José María Manzanares: estocada tendida (oreja); estocada _aviso_ (ovación); estocada (dos orejas).

Cayetano Rivera: estocada trasera (oreja); estocada _aviso_ (dos orejas).

Plaza de la Maestranza de Ronda. 3 de septiembre. Corrida goyesca. Lleno de 'no hay billetes'.

La aristócrata no se vistió de luces ni hizo el paseillo pero fue una triunfadora
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Cosas extrañas tiene la vida; se le conocían a la señora habilidades diversas, pero no la del diseño textil, y hete aquí que en los pocos ratos libres que le permite la preparación de su enlace nupcial y en absoluto secreto ha estado dándole vueltas a su actividad creadora, y en un pispás ha aparecido el diestro enfundado en un traje de estilo rondeño, de color rosa mexicano y negro, todo pasamanería y encaje, en el que el corbatín ha sido sustituido por un pechero de encaje del siglo XVIII.

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Y así, todo ufano y vistoso, Cayetano hizo el paseíllo entre la admiración general, mientras la señora duquesa se derretía de felicidad. No en vano había conseguido plasmar en un tejido la vinculación de la Casa de Alba con el pintor de Fundetodos, y de ambos con la fiesta de los toros. Casi nada... Y Ronda toda, extasiada con su duquesa. Y Cayetano, consagrado modelo de alta costura y perfume caro, orgulloso, presumido y despacioso por esa mullida pasarela de un albero histórico con vestido tan singular. La plaza más antigua, testigo mudo de la fusión de la pintura, la aristocracia, las dinastías toreras... ¡Ojú, qué subidón de adrenalina...! Y los vellos de todos los presentes, como escarpias.

Pero, vamos a ver. ¿Qué pinta aquí un crítico taurino? ¿Esto es una corrida de toros o un desfile de moda?

Aquí destacan dos protagonistas: Cayetana y Cayetano; y un motivo de atención: el traje. ¿Y los toros? ¿A quién le preocupan los toros?

Quizá, la clave resida en que, desaparecido su fundador, Antonio Ordóñez, este festejo haya perdido consistencia taurina y ganado imagen y prestigio como cita anual imprescindible para gente bien y el famoseo reinante, a lo que contribuyen los afamados hermanos Rivera Ordóñez, quienes con exquisito respeto a la memoria de su abuelo, mantienen la tradición. Por eso, los toros son lo de menos. A fin de cuentas, Ronda merece una visita y a ella se va a disfrutar del entorno, del menú rondeño, de un buen vino de la zona, y, de paso, de la corrida, a la que la gente guapa y de categoría asiste de convite, sin pasar por taquilla, como debe ser.

Aunque no lo parezca, hubo toros. No parecían imprescindibles, pero los hubo. Bueno, bueno, la afirmación precisa ser matizada. Ronda es plaza de tercera, pero su prestigio es de categoría reconocida en todo el orbe taurino. Quizá por eso, exige que se lidien algo más que gatitos bondadosos y ayunos de fuerza. Porque sin toros no hay espectáculo; y no lo hay a pesar de este público tan benevolente y festivo que no distingue un pitón de una naranja. Pero como ha pagado -el que lo hiciera- entre 70 y 150 euros para presumir hoy de que ha presenciado tan importante acontecimiento, se empeña en justificar el gasto con raquíticas y vergonzosas orejas que le devuelvan el aliento perdido en los bolsillos. Pero, se insiste, la historia de Ronda merece otro toro. Y todo ello a pesar del cuarto, de nombre Pegajoso, al que se le dio la vuelta al ruedo por su codicia, largura y fijeza en la muleta de El Juli. Un animal que manifestó síntomas de invalidez en el capote, lo picaron con un alfiler y se dolió reiteradamente en banderillas. Pero sirvió en la muleta y ello se premió exageradamente. Los demás, animales sosísimos, bonancibles hasta la desesperación, de los que producen lástima verdadera. El Juli brindó la faena del cuarto a la duquesa de Alba: "Señora", le dijo, "su presencia en la fiesta siempre la engrandece". Demostró el diestro su capacidad y dominio en tandas por ambas manos largas y ligadas, con el cuerpo excesivamente arqueado, que supieron a poco. Es lo que suele ocurrir cuando aparece un toro con calidad en el tercio final. Fue, en conjunto, toro y torero, sin duda, lo mejor de la tarde. Su labor ante el soso primero fue entregada, larga, pesada y anodina.

El lote de Manzanares no sirvió por su sosería, y su falta de casta y de fuerza. Destacó el torero por sus deseos de agradar, pero nada más. Sobresalieron, una vez más, los hombres de a pie de su cuadrilla, Juan José Trujillo, Curro Javier y Luis Blázquez, lo que siempre se agradece. Pidió el alicantino el sobrero, que se inutilizó y fue apuntillado. Y salió otro, octavo de la tarde, muy noble y repetidor, al que muleteó con templanza y suavidad en un fin de fiesta inesperado y preñado de torería.

Cayetano lució traje, brindó el sexto a su diseñadora preferida, estuvo aburrido con su inservible primero, e hizo el esfuerzo ante el manejable último, en el que destacaron más las posturas, el toreo despegado y destemplado y la banda de música que la hondura.

Salieron todos a hombros, pero quien más lo mereció fue Cayetana de Alba, el alma de esta corrida.

Manzanares da una pase con la muleta a uno de los toros de la tarde.
Manzanares da una pase con la muleta a uno de los toros de la tarde.JON NAZCA (REUTERS)
Cayetano Rivera luce en la plaza de toros de Ronda el vestido que la duquesa de Alba ha diseñado para él.
Cayetano Rivera luce en la plaza de toros de Ronda el vestido que la duquesa de Alba ha diseñado para él.JON NAZCA (REUTERS)

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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