_
_
_
_
_
LA CRÓNICA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Adiós a la alpargata?

Trabajo de campo pedestre, en sentido estricto: se trata de ver qué calza el personal este verano. El rambleo arroja una pasmosa unanimidad: la chancla domina. El tipo más utilizado es el de engarce entre el pulgar y el índice. Hay gran variedad de modelos: sujeciones en plástico y ropa de muchos colores, suelas primordialmente en plástico, aunque también las hay de piel girada o corcho. El color que más se repite pudiera ser el plateado, aunque la profusión de tintes impide extraer una norma. La fijación de entrededos, siendo mayoritaria, no es la única: hay también el aro sujeto al pulgar o las cintas cruzadas encima del empeine. Todo vale con tal de dejar al aire las uñas. Excepto si se trata de unas Crocs, que han irrumpido con fuerza en el mercado español esta temporada. Se trata de unos chanclos de goma de empeine alto fabricados en Colorado, EE UU, donde aparecieron como calzado náutico hará unos tres o cuatro años: pueden mojarse y secarse sin problemas, gracias a los amplios orificios de la puntera, y una cinta que puede pasarse por detrás del talón asegura una buena sujeción. Los colores son chillones: verde fosforescente, fucsia, rojo. Digamos que se parecen a las tradicionales cangrejeras, pero su superior ergonomía les confiere hechuras de cómic: no casualmente hay modelos fabricados con la compañía Walt Disney que exhiben personajes siluetados de la factoría sobre la pala. Ojo con las cocodrilos -Crocs viene de crocodile-, pues llevan trazas de convertirse en hegemónicas en las próximas temporadas.

El sector no parece estar en crisis. Una numerosa clientela espera tanda

A bastante distancia de las chanclas siguen otros tipos de calzado. Dejando de lado la zapatilla deportiva, que se lleva masivamente todo el año, el segundo lugar del podio estival lo ocupa sin lugar a dudas la sandalia. También ahí la variedad de hechuras y materiales es muy alta, por lo que la formulación de una ley general resulta imposible. Ahora bien, el rambleo sí arroja un dato firme: la alpargata hispánica se halla en franco retroceso. Apenas se ven por la ciudad: a lo sumo, modelos femeninos de talón alto y fantasía. ¿Está desapareciendo la España de la alpargata? Desde luego, la de la pandereta hace años que se extinguió, pero nunca habría dicho lo mismo de la alpargata. Para salir de dudas me acerco a La Manual Alpargatera, en el número 7 de la calle de Avinyó.

El sector no parece en crisis. La numerosa clientela espera tanda. Esta tarde son mayoría los italianos -que nombran a este calzado con un curioso término híbrido: espadrillas, del francés espadrilles, al que se le ha añadido la desinencia castellana. También hay algunos alemanes y una pareja de japoneses. Aguardo mi turno mientras observo las altas pilas de alpargatas y el taller artesanal al fondo del establecimiento. Cuando me atienden, opto por unas Manchester color burdeos de suela de yute (36 euros). El mismo modelo, a 42 euros, está también con planta de cáñamo, pero la producción es escasa y falta mi número. Pido hablar con el responsable del negocio, que resulta ser Joan Carles Veí Tasies, hijo de la encargada que vendió el primer par de alpargatas del establecimiento, fundado en 1941 por Joan Olivé Vagué y Emilia Martínez. Le pregunto si fenece la España de la alpargata y matiza de inmediato: "Ese es un tópico que ni siquiera valía del todo en la década de los cuarenta. En 1943, dos años después de su fundación, en La Manual se fabricaban ya colecciones para Pertegaz, El Dique Flotante y Santaeulalia. Y hoy se abastece gente como Ralph Lauren y Jean Paul Gaultier". Entre los clientes de renombre de La Manual se han contado Jack Nicholson, el papa Wojtila y Julianne Moore, informa Tasies. Le comento mis impresiones tras el trabajo de campo por La Rambla. "No es una buena campaña", confirma, "el año pasado vendíamos más, pero nos mantenemos. La competencia china y la de las grandes superficies es dura, pero hubo momentos peores". ¿Como cuáles? "En los ochenta esto estaba muy decaído, tras el esplendor de los hippies y la moda ad lib. Fue cuando se hizo cargo del negocio mi familia". Con paciencia, Joan Carles Tasies me informa de los modelos de alpargata tradicionales: Dalí utilizaba las pinxo, en las que las vetas negras cubren la totalidad de la cara, a diferencia de las Taverner, donde llegan hasta la mitad. Y luego están las de Valls, las de los mossos cuando van de bonito, con las vetas azules arrancando de la puntera y recorriendo por siete veces uno y otro lateral. No faltan las sanfermineras de veta roja, muy del tiempo. Le pido a Tasies que me pondere las ventajas de la alpargata tradicional. "Transpira y te permite sacar la china sin necesidad de descalzarte. Pero si llueve, olvídala". Y sin solución de continuidad arremete contra el Ayuntamiento: "Riega cada mañana justo delante de la tienda. Les hemos pedido que lo hagan por la noche, cuando tenemos cerrado, pero no hay manera". Y del plástico, ¿qué opina Tasies? "Un derivado del petróleo poco noble. Aunque las Crocs me parecen cómodas para gente que está mucho rato de pie, como personal de la sanidad, cocineros o dependientes. Cada cosa a su tiempo". Él, claro, para el verano prefiere el yute, el cáñamo y el algodón. La Manual obliga.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_