_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Joan Gomis, polifacético

Dicen que las personas polifacéticas -es decir, aquellas que se caracterizan a lo largo de su vida por su capacidad para ser innovadores y destacar en diferentes artes y ámbitos- ya no se dan hoy en día. No sé si ello es totalmente cierto, pero estoy seguro de que Joan Gomis, el que fue presidente de Justícia i Pau durante 25 años, fallecido recientemente, pertenece a dicha especie de hombres. Gomis, nacido en Barcelona en 1927, estudió magisterio, sociología, bellas artes y, por encima de todo, fue periodista autodidacta. En 1957 fundó con su hermano la revista El Ciervo, publicación que, desde una perspectiva cristiana y progresista, fue un referente para los demócratas durante el franquismo. También, en aquellos difíciles años de la dictadura, fue director de la Escuela Superior de Ciencias Sociales (ICESB), a la vez que se consolidaba como escultor y escritor en sus múltiples facetas de ensayista, novelista y poeta, y publicó más de una treintena de libros. Desde una posición de sociólogo y cristiano comprometido con las posturas del Concilio Vaticano II, exponía sus opiniones en El Correo Catalán y, con el general Franco ya muerto, pasó a colaborar en el resto de rotativos catalanes. Pero la faceta más destacada de su vida fue la presidencia de Justícia i Pau, a la que accedió en 1976 y que desempeñó hasta su muerte.

'Gomis seguía defendiendo cuestiones necesarias como el diálogo interreligioso y de civilizaciones'

Justícia i Pau había surgido en el seno de la Iglesia católica después del Concilio y de los aires de renovación y compromiso de la encíclica Populorum progresio. Y gracias a este compromiso tenía -y tiene- un importante peso y valor ético más allá de las conveniencias políticas. Justícia i Pau se opuso a la pena de muerte y la tortura en el franquismo, pero también se opuso a los casos de malos tratos que se daban al amparo de la legislación antiterrorista una o dos décadas después. Con Gomis al frente exigía el cumplimiento de la promesa de dar el 0,7% al Tercer Mundo o a ser solidario con los inmigrantes pese a que aquí tuviéramos paro. Se opuso al ingreso de España en la OTAN en tiempos de UCD, pero también cuando gobernó el PSOE. Apoyó a los objetores en las décadas de 1970 y 1980, pero también a los insumisos en la de 1990. Hacía propuestas realistas de condonación de la deuda externa al Tercer Mundo o denunciaba que los créditos de ayuda al desarrollo en ocasiones eran trampas que sólo ayudaban a las empresas exportadoras españolas. Pese a ser una entidad ligada a la Iglesia, como lo son todas sus secciones en otros países, gozaba de una plena libertad de acción y decisión. Ese era el temple de Joan Gomis, que sabía convencer en nombre de los principios de la sustantividad de los derechos humanos y de la solidaridad, que no debían verse afectados por las conveniencias y las coyunturas políticas.

Pese a que su salud se fue debilitando en los últimos años, Gomis seguía defendiendo cuestiones cada día más necesarias, como el diálogo interreligioso y de civilizaciones, basado en el respeto al otro, y realizaba una crítica razonada sobre las consecuencias negativas de la globalización para los países pobres. Posiblemente no siempre los manifiestos de Justícia i Pau o los argumentos de sus artículos en la prensa eran compartidos por la jerarquía eclesiástica, pero nunca se le desautorizó en público. Por ello sorprendió que en el multitudinario funeral que se le ofreció en Sarrià, concelebrado por una veintena de sacerdotes y al que acudió una amplia representación de la clase política y del mundo cultural y periodístico, no estuviera presente ningún obispo. Estaban el alcalde de Barcelona, Joan Clos, y los tenientes de alcalde Imma Mayol, Jordi Portabella y Núria de Carrera; estaba presente el concejal de Solidaridad y Participación Ciudadana, Pere Alcover. Debido a que a esa hora se celebraba en el Parlament el debate de política general, la Generalitatestuvo representada por la consejera Núria de Gispert, el director de Asuntos Religiosos, Ignasi García Clavel, y el director de Cooperación, Jaume Giné. El obispo de La Seu, responsable de Justícia i Pau, excusó su asistencia por motivos de agenda; el cardenal Ricard Maria Carles y el resto de obispos tampoco asistieron. Alcalde, consejeros, directores generales, diputados y concejales se desplazaron y modificaron sus agendas, pero la jerarquía de la institución a la que pertenecía Joan Gomis no asistió. Algo que choca con las habituales normas de protocolo y representación. Algo que cada uno puede interpretar como le parezca en estos momentos en que los aires renovadores del Concilio que desde tantos ámbitos siempre defendió, parece que se alejan de la jerarquía de la iglesia catalana, pero que choca debido al carácter siempre dialogante y conciliador de Joan Gomis.

Xavier Rius-Sant es periodista.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_