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KGB: 25 años de noche

La sala barcelonesa celebra hoy su aniversario

En 1984 salía de la factoría de Barcelona el primer Seat Ibiza y se descubría el virus del sida. De forma paralela, un grupo de profesionales barceloneses inauguraba una sala que durante cerca de 10 años fue uno de los faros de la nocturnidad ociosa y cultural de Barcelona. El 27 de octubre de ese año se inauguraba el KBG, que aquella noche concentró a tanto público que uno de sus socios, Lluís Llobet, no pudo ni entrar. Esta nohe celebra sus 25 años de historia con una fiesta en la que muchos de sus participantes no podrán evitar mirar al pasado con nostalgia.

De sus 10 socios iniciales, entre los que se encontraban Alfredo Vidal, arquitecto que se encargó del proyecto de la sala, y América Sánchez, diseñador del logotipo que aún hoy cuelga forrado con piel de vaca de una de las paredes de la sala, ya sólo queda Llobet, que si nada pasa, dice, será el último responsable de una sala que es posible desaparezca con él. En estos 25 años de trayectoria, los cambios más sustanciales que se han operado en la sociedad y en su ocio son resumidos por Llobet de forma clara: "Antes se salía más días a la semana y a las tres de la madrugada el público se retiraba. Hoy se sale sólo los viernes y sábado, y nadie se va a dormir porque, entre otras cosas, la noche conmienza a las dos. Todo es más compulsivo", precisa. Lo que apenas ha cambiado es el interior de la sala, de la que únicamente han desaparecido los bidones que completaban su decoración industrial; "los usaron los de La Fura para un espectáculo que presentaron aquí", recuerda Llobet.

La sala nació con vocación de multiespacio y si no se ubicó en lo que hoy es el Otto Zutz fue "porque aquel local precisaba muchas obras". "Encontramos más tarde el actual, que además estaba alejado de las rutas nocturnas, y aquí nos quedamos", explica Llobet. La sala se inauguró en una época en la que Barcelona no estaba particularmente dotada de salas de conciertos y por ello en sus inicios llegó a ofrecer 300 actuaciones en un solo año, muchas de las cuales fueron promovidas por La Iguana, hoy en día una de las promotoras más importantes del país.

A mediados de los noventa el KGB perdió su fulgor y ahora se mantiene como sala de conciertos para bandas noveles y como discoteca. Veinticinco años lo han arrugado, pero no han logrado matarlo. Sigue en pie y con el mismo diseño.

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