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CONTRASEÑA | Jaime Ollé

¡No llores, hagamos algo!

Médico, especialista en enfermedades tropicales, en el Tercer Mundo desde 1981, Jaime Ollé ha ido siempre por libre. "Voy fichado por organizaciones internacionales por un tiempo concreto. Busco trabajos que me permitan el contacto directo con el enfermo. No tengo grandes aspiraciones, me basta que me de para vivir y me guste el país. Prefiero que no haya guerra", describe. Ir por libre para un médico como él significa aprender, entender, preguntar, investigar, movilizarse o llevar niños africanos a operarse a Barcelona. Tiene dos ahijadas en Haití y dos más en Uganda. "¿Qué pasa con los niños con sida cuando crecen?", pregunta: las escuelas los rechazan si no los avalan económicamente. Ha creado una pequeña ONG (Actmon) para casos urgentes.

Su historia profesional, que pasa por los primeros casos de sida en Nueva York en 1979, le ha llevado a ser actualmente un experto en tuberculosis: "Sigue siendo una enfermedad de pobres que tienen problemas para el acceso a una medicación adecuada". Mientras decide si vuelve a Haití, Sudán o se va a Camboya, termina un informe para una revista médica. Sus artículos científicos, basados en más de 700 fichas de enfermos de estos países, describen realidades desconocidas y acuciantes. "Hago, hasta cierto punto, un seguimiento de estos enfermos. No me acostumbro a aceptar que el sufrimiento o la miseria no tengan remedio. Para trabajar en estos sitios hay que evitar paralizarse por el sentimiento, pero, a veces, llegas al límite: '¡No llores, hagamos algo!', te dices".

Barcelonés, 63 años, acaba de aterrizar de Uganda, donde ha pasado los últimos cuatro años. Antes fueron Haití, Bolivia, Sudán, Etiopía: lugares duros aun para un hombre enjuto y ágil que, cuando está en su ciudad natal, corre el maratón de Barcelona (11 kilómetros en una hora), o circula en una destartalada y prehistórica moto. De familia de industriales textiles, burgueses y tradicionales, se hizo médico, quizá, "gracias a esa tontería de los scouts, que proponían a los niños hacer una B. A. (buena acción) al día. Me influyeron para bien, aunque soy antirreglas". Pertenece a una generación de inquietos e iconoclastas, actualmente estereotipados y mal comprendidos.

De la facultad de medicina recuerda: "Estábamos todos frustrados, queríamos aprender más, trabajar bien, y sólo pensábamos en largarnos fuera". En 1970 ya estaba en Nueva Orleans, y luego Nueva York, que da un vuelco a su vida, también personal: se empareja con una bella modelo española, mujer de moda que se la disputan los saraos del Estudio 54 y las fiestas VIP. Andy Warhol, Liz Taylor o Liza Minelli ignoran que aquel doctor tan simpático había pasado la tarde en Harlem con infecciosos. Pobres y ricos acabarían muriendo, a la vez, de un mal entonces ignorado: el sida, actualmente 40 millones de infectados, la mitad también con tuberculosis.

Estudió un master de salud pública, trabajó en el hospital Mount Sinai y empezaron a pasar cosas raras. "Entre los 12 primeros enfermos de sida, en 1978, dos eran míos: uno era un cocinero del hotel Plaza que había estado en Haití y el otro, un drogadicto". Se plantó en Haití y vio la mayor miseria de su vida y se quedó cuatro años. Ha vuelto intermitentemente.

"Cuando llegué a Uganda empecé contando muertos". Su hospital sudanés, donde convivió con el virus Ebola, aún es refugio nocturno de 3.000 niños para que no les conminen a transformarse en niños de la guerra. Hoy lleva África en los ojos y un cartapacio con fotos de sus gentes, paisajes y la pequeña escuela que su mujer ha improvisado. "La tuberculosis y el sida no se curarán si no lo hacen juntas. En África no sucederá hasta que no se arregle el problema de la mujer: su independencia económica es básica para el despegue africano. Para ello hay que educar al hombre". Cada segundo se infecta de tuberculosis alguien en el mundo. "El dinero no lava la conciencia", dice.

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PERFIL

Jaime Ollé, médico especialista en enfermedades tropicales y tuberculosis. Barcelonés de 63 años. En Nueva York trató a dos de los primeros enfermos de sida en 1979. Llega del Buluba Hospital de Uganda, antes pasó por Haití, Bolivia, Sudán y Etiopía. "La tuberculosis es la primera causa de muerte curable. Mata a dos millones de personas al año y supone el 10% de las muertes en los países pobres". Insoportable.

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