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Reportaje:Coleccionista de... recortables y teatros de papel

"¡Qué mejor que aprender jugando!"

Francesc López Sala fundó en 1986 la Asociación Catalana de Amigos del Recortable

Está orgulloso de su colección y disfruta enseñándola. Su afición le viene de familia: son ocho hermanos y todos coleccionan algo. "Es una locura, uno tiene madelmans, otro ediciones de Alicia en el país de las maravillas, una hermana ha conseguido reunir magníficos pinochos...". Lo suyo son teatros de juguete y maquetas recortables, un entretenimiento infantil que comenzó con ocho o nueve años gracias a un regalo de los Reyes Magos. Francesc López Sala también logró reunir una buena colección de sellos, pero los vendió para comprar una casa en Cadaqués. Y es precisamente allí donde expone y conserva buena parte de sus adquisiciones, en una habitación llena de luz con vistas panorámicas sobre la bahía y el pueblo.

"La invención del cine fue una estocada mortal para los teatrillos y la televisión acabó de rematarlos"

En una estantería repleta rivalizan por llamar la atención una escena de Caperucita y el lobo, una maqueta de la catedral de Viena o la atmósfera refinada de una casa burguesa tras un escenario de cartón en el que no falta detalle: bastidores, actores, telón, poleas... "Son espacios soñados, pero sobre todo son espacios de cultura. ¡Qué mejor que aprender jugando!", exclama. Y es que la función de estos juguetes recortables era básicamente pedagógica: se utilizaban para enseñar historia, geografía o literatura. Jugando con los teatrillos recortables, los niños leían clásicos como El mercader de Venecia, Fausto y el Tenorio, y luego los representaban. Durante la Guerra Civil y la posguerra se convirtieron en un medio "extraordinario" de propaganda política. "Cada bando editaba sus láminas con sus soldados y sus batallas", explica.

En su afán por ampliar la colección ha recorrido todo el mundo y no duda en viajar hasta París, Baltimore o Copenhague si la pieza que busca lo merece. "Hoy todo es más fácil gracias a Internet y hago muchas compras a través de eBay", reconoce. Actualmente posee unos 6.000 recortables, entre teatros, láminas y maquetas, pero la cantidad no le importa. "Tengo piezas únicas que no tienen ni los coleccionistas más importantes y el factor calidad es el que cuenta", asegura. Pero lo más valioso de su afición es el trato con otros coleccionistas. "Gracias a los teatrillos he conocido gente extraordinaria de todas partes". En 1986 fundó la Asociación Catalana de Amigos del Recortable y desde su trabajo como funcionario en el departamento de Cultura de la Generalitat también intenta difundir los valores de este mundo en papel. "Hemos hecho maquetas de Tarragona, de Sant Pere de Roda, del faro de Cadaqués... Es una forma de hacer país también".

Lo más conocido, quizás, son los teatrillos, pero el mundo de los juguetes recortables abarca todos los temas, desde medios de transporte a casas, muñecas, soldados, ferias, episodios históricos... Fueron creados para niños, pero muchas veces la dificultad que implica su montaje requiere unos conocimientos y una habilidad propios de un maquetista. Además de buenas dosis de paciencia. "Puedes estar más de 100 horas montando una pieza", calcula.

Algunas de las láminas son verdaderas obras maestras del arte de la impresión, como las realizadas por el grabador alemán Martin Engelbrecht (autor de la pieza estrella de su colección, un teatrillo barroco de 1730), pero además de su valor estético son documentos que aportan gran cantidad de información para cualquier estudio de ámbito cultural o antropológico. "Son escenas fieles a su época y permiten ver cómo se vestía la gente, a qué se jugaba. ¡Aquí vemos que les gustaban los bolos y este tren es como el AVE!", explica entusiasmado mientras repasa láminas aún por montar. Su mujer y sus hijos le apoyan y no les importa que en cualquier rincón de la casa aparezca un personaje de guiñol, un avión o un edificio a escala. "Forma parte de la convivencia", dice.

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En Cataluña, el origen de los teatros de papel recortables y montables se remonta a mediados del siglo XIX con las láminas de sombras chinescas. La Renaixença impulsó la producción editorial de juguetes escenográficos de papel, y con la Exposición Universal de Barcelona de 1888 comenzó una edad dorada para el sector. La editorial Paluzie fue la primera en publicar láminas recortables con todos los elementos para construir un teatro. Después vendría Seix Barral y su serie Teatro de los niños, que cesó en 1953. O la desconocida casa Camaleonte, que editó en 1918 teatros de cartón y yeso, insólitos para la época.

Actualmente, aún hay diseñadores de recortables, como Néstor Pellicer, de Dissenys Papeti, pero su público es minoritario y la producción pasa a engrosar las colecciones particulares. Muy lejos queda aquella época dorada de aprender jugando. "La invención del cine fue una estocada mortal para los teatrillos y la televisión acabó de rematarlos", sentencia. Ahora toca recuperarlos y ponerlos a disposición de los estudiosos y del público. "Algún día quizás irán a parar a un museo", conjetura.

Francesc López Sala asoma la cabeza por una de las piezas de su colección, que inició de niño a golpe de regalos de los Reyes Magos.
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Los cuentos infantiles protagonizan diversos teatrillos de época. <b>
Francesc López Sala asoma la cabeza por una de las piezas de su colección, que inició de niño a golpe de regalos de los Reyes Magos. / pere duran Los cuentos infantiles protagonizan diversos teatrillos de época. PERE DURAN

LOS DATOS

- La colección reúne unos 6.000 recortables de origen diverso de los siglos XVIII, XIX y XX.

- No es visitable, pero la presta para exposiciones. Así, ya se ha podido ver en el Museu Marés de Barcelona y en la Fontana d'Or de Girona.

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