La infancia como supervivencia
Tercer largo de la francesa Sylvie Verheyde, Stella se levanta sobre los delicados materiales de la autobiografía, pero esquiva todos los peligros de su registro con habilidad. La Stella del título, forma autoficcional de la guionista y directora, es una niña de 11 años nacida en lo que ciertas retóricas paternalistas llamarían un entorno disfuncional: hija de los propietarios de un bar de barrio humilde, está más familiarizada con los rituales de desarraigo de los clientes del negocio familiar que con las exigencias disciplinarias de la escuela en que acaba de ingresar. La acción transcurre en 1977, pero Verheyde se resiste a la nostalgia y tampoco parece tener ningún empeño en ajustar cuentas con un entorno doméstico que parece librar a la protagonista a su suerte, obligándola a desarrollar sus privadas estrategias de supervivencia.
STELLA
Dirección: Sylvie Verheyde. Intérpretes: Léora Barbara, Mélissa Rodriguès, Benjamin Biolay, Guillaume Depardieu.
Género: drama. Francia, 2008.
Duración: 103 minutos.
En Stella, ese pasado entendido como zona de tránsito no es, en ningún momento, un recuerdo edénico, sino el momento en que la identidad se afirma como resistencia, una trinchera frente a un mundo que puede revelar complicidades inesperadas -esa mejor amiga encarnada por Mélissa Rodriguès- y peligros camuflados -el vulnerable lobo feroz que propiciará un momento turbio, pero libre de tremendismos-. En la piel de Stella, la joven Léora Barbara galvaniza la pantalla dentro de una película que no solo retrata la infancia con verdad y sin maniqueísmos, sino que sorprende al indagar en la mirada infantil sobre un mundo adulto moralmente magullado.
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