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Foster construirá en Moscú una torre de 600 metros

Se inaugura la primera exposición en Rusia sobre la obra del arquitecto británico

Pilar Bonet

Rusia, el país más extenso de la Tierra, aspira a construir el edificio más alto del planeta con el arquitecto número uno del mundo. A esta ambiciosa combinación responde la futura Torre Rossia, un proyecto del arquitecto británico Norman Foster que será realizado en el nuevo centro comercial de Moscú, una zona conocida como Moscow City, en las orillas del río Moscova. La torre, que deberá estar lista para 2011, está proyectada para 600 metros de altura y podría ser la más alta del mundo si se adelanta a un edificio de 705 metros que está siendo construido en Dubai. En todo caso, será probablemente la más alta de Europa.

La semana pasada, la Torre Rossia recibió luz verde por parte del consejo de arquitectura de la alcaldía de Moscú. En forma de maqueta, se exhibe en la exposición dedicada al arquitecto británico (Norman Foster. Espacio y tiempo), que ha sido inaugurada esta semana en el Museo Pushkin de Moscú. La muestra, que se prolongará hasta el 2 de julio, recoge fotografías, vídeos y reproducciones de los proyectos más representativos del arquitecto británico, desde la cúpula del Reichstag al puente del Milenio de Londres, sin olvidar el aeropuerto de Pekín. La muestra recoge también otro gran proyecto que el artista se ha adjudicado en Rusia: la remodelación de un entorno histórico conocido como Nueva Holanda, en el centro de San Petersburgo. El diseño multifuncional de Foster para este entorno del siglo XVIII es objeto de vehementes polémicas en la segunda ciudad de Rusia.

No menos polémica es la Torre Rossia, un edificio formado por tres estilizadas pirámides oblicuas, dispuestas en torno a una columna vertebral o corredor ecológico vertical. Su superficie es de 520.800 metros cuadrados y tendrá una zona de oficinas, otra de hoteles y otra de residencia. El edificio implica una inversión de 1.500 millones de dólares y es promovido por la empresa CT Development, del magnate del petróleo Shalva Chigirinski, quien también financiará el proyecto de Foster en San Petersburgo. Chigirinski ha ofrecido también al arquitecto participar en la remodelación del espacio que dejará libre junto al Kremlin el hotel Rossia de Moscú, uno de los edificios emblemáticos de los años sesenta en la URSS, actualmente en demolición.

Moscú es una ciudad muy extendida y con poca densidad poblacional, por lo que la Torre Rossia, si se llega a construir, dominará el horizonte de la ciudad. Éste es uno de los argumentos para cuestionar la necesidad del proyecto. "Esa torre no es para este sitio. Construirla es una aventura", ha escrito uno de los visitantes de la exposición, que, siguiendo la tradición rusa, dejó su comentario en el libro de visitas. "El sentido de esta construcción sólo puede explicarse en función de una ambición política", afirmaba el profesor de arquitectura Yevgueni Ass. "Moscú no tiene la densidad de población de Manhattan, y cabe preguntarse por qué hay que resolver los problemas de espacio de un modo tan extravagante", subrayaba el profesor. En cuanto a la torre en sí misma, se trata de "un proyecto globalista" sin relación con el entorno, que además es "inferior al de la torre construida por Foster en Londres, mucho más original", señaló Ass, según el cual la Torre Rossia "se parece más bien a un obelisco dedicado a la II Guerra Mundial de cualquier ciudad de provincias rusa".

Otros la comparan con una torre petrolera o con las plataformas que sostienen los cohetes cuando éstos son lanzados. Para el empresario Chigirinski, uno de los hombres más ricos de Rusia, la torre de Foster aviva las esperanzas de "volver a lo que perdimos (...) como nación, como pueblo y como parte de la humanidad". Como la URSS, la Rusia de hoy aspira a expresarse en los símbolos e incluso parece haber un cierto paralelismo, salvando las distancias, entre el concurso internacional que la URSS realizó en los años treinta para construir el Palacio de los Sóviets, un proyecto sin precedentes, que debía medir 420 metros en su versión definitiva. Arquitectos europeos como Le Corbusier y W. Gropius participaron en los concursos para aquella obra gigantesca, pero el Palacio de los Sóviets nunca fue edificado y supuso el viraje definitivo de la arquitectura constructivista de los veinte a una arquitectura hostil a la vanguardia. Ahora, el viraje es en otro sentido, pero en la capital de un país que se siente poderoso y rico gracias al petróleo la motivación es parecida a la que existía en la capital del proletariado: una expresión de poder.

Maqueta del proyecto de la Torre <b>Rossia</b><i> </i><b>de Norman Foster en Moscú. </b>
Maqueta del proyecto de la Torre Rossia de Norman Foster en Moscú.
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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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