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Entrevista:Diego Galán | Escritor y crítico de cine

'He visto temblar entre bastidores a muchos monstruos del cine'

Pregunta. Si su libro fuera una película, ¿a qué género cree que pertenecería?

Respuesta. Aunque cada lector puede clasificarlo a su antojo, creo que en el fondo es un relato de aventuras.

P. Aparte del propio festival, de entre los protagonistas, ¿quién es el chico, quién la chica y quién el pirata malo?

R. Es una aventura coral, y el protagonismo pasa de mano en mano. También el personaje del malo. A veces fue una autoridad, otras un distribuidor y, en ocasiones, hasta uno de esos mitos. Mickey Rooney, por ejemplo, pero más que malvado era un pirata que quería recuperar la perdida gloria de su infancia.

P. Bette Davis, como en el cine mismo, chupa mucho plano en su libro.

R. Hombre, claro. Supuso la experiencia más fuerte. Ella sabía que ése iba a ser el último viaje de su vida, y quiso despedirse rodeada de aplausos. Defendió ante el público su imagen de leona, pero nosotros la vimos llorar cuando sus fuerzas no la acompañaban. Tuvo el coraje de mantener su leyenda hasta el final. Era una mujer tan brava como frágil. Nos dio una lección. Yo no he visto, ni creo que vea ya, un espectáculo tan conmovedor.

P. También hay un fantasma: Jack Lemmon. ¿Puede explicar la razón del título?

R. Es la historia de un amor imposible, lo que significaría vincular el libro a otro género cinematográfico. Desde mi primer año, en 1985, le invité para que viniera al festival. Me respondió siempre con cortesía, prometiendo aceptar la invitación al año siguiente. Le he escrito a él el libro, para que sepa lo que se perdió.

P. No se queje. Al frente del festival, viajó usted más, vio más películas y conoció a más estrellas que el resto de los mortales. Además, cobrando. ¡Esas fiestas neoyorquinas con Robert de Niro!

R. Fue una sorpresa su timidez. Al Pacino le incitaba a confundirse entre los demás invitados, y él se recluía en un rinconcito. No se corresponde su energía en la pantalla con el miedo a las multitudes. Es el más atemorizado, pero no el único. He visto cómo temblaban entre bastidores otros monstruos del cine.

P. ¿Por ejemplo?

R. La propia Davis, Lana Turner, Mel Gibson, Susan Sarandon, Fernán-Gómez, Antonio Banderas... Cada uno a su modo, pero todos temerosos de enfrentarse al público siendo ellos mismos, sin la protección de un personaje.

P. ¿Es Pedro Almodóvar el director español que mayor partido ha sabido extraer del Festival de San Sebastián?

R. No le asusta el público. Ha presentado películas suyas y homenajes a otros invitados, logrando siempre que los focos se dirijan a él. Admiro su capacidad para el protagonismo, sabe sacar partido de cualquier situación.

P. En el pasado, usted fue crítico. ¿Se pierden más amigos por una mala crítica o por no seleccionar una película para el certamen?

R. Una mala crítica. Es jodido decirle a un amigo que su trabajo no es bueno. Frente a los festivales, los directores son ambiguos: los desean tanto como los temen. Para el cine español, el de San Sebastián es a veces un arma de doble filo. Pero bueno, un amigo/a es un amigo/a... Suele superarlo con el tiempo y unas copas...

P. Y ante los colegas periodistas que hemos querido aprovecharnos de su amistad para sonsacarle chismes, ¿cuál ha sido su táctica?

R. Echar balones fuera, responder sin decir nada..., aunque en alguna ocasión pequé de ingenuo.

P. Elija entre tres Antonios: ¿Hopkins, Quinn o Banderas?

R. El más cercano, Banderas. Salió atropelladamente del baño, envuelto en espuma, para leerme el discurso que había preparado para Hopkins. Fue un momento fascinante.

P. ¿Gregory Peck, Glenn Ford o Robert Mitchum?

R. Bien distintos los tres. Peck fue el primer premio Donostia: llovía torrencialmente, no vio nada de la ciudad, pero, todo un caballero, se transformó en nuestro mejor publicista. A Glenn Ford se le acababa de morir Rita Hayworth y lloraba como un huérfano. Mitchum derrochaba tanto humor como consumía anís: le perdieron las maletas, le compramos ropa de urgencia, y nos devolvió la no usada cuando recuperó la suya... Cada uno sorprendía a su manera.

P. Entre las damas, ¿Susan Sarandon, Catherine Deneuve, Anjelica Huston?

R. Anjelica se comportó como una amiga de toda la vida, atenta a lo que necesitáramos. La Sarandon no daba crédito a ser tan conocida entre nosotros e hizo buenas migas con Pilar Miró, hablando de los hijos. La Deneuve, bueno, la Deneuve fue un caso aparte: no nos gustamos, no se dejó querer, me pareció que le molestaba ser tan famosa como miedo tenía ante la posibilidad de dejar de serlo.

P. Las circunstancias políticas del País Vasco ofrecieron no pocas situaciones tensas. Parece que Michael Douglas fue el que tuvo más aguante.

R. Recuerdo también a Vittorio Gassman oyendo cómo chocaban las pelotas de goma contra las ventanas del hotel y hacer chistes como si nada estuviera ocurriendo, y a Robert Mitchum ir a un restaurante en medio de una manifestación violenta y quedarse perplejo cuando, a la salida, la calle era un remanso de paz... Sí, ha habido situaciones difíciles. Es algo exclusivo de este festival.

P. ¿Qué le ha sido más difícil, dirigir el festival o escribir el libro?

R. Dirigir el festival ha sido vivir en una zozobra constante, pero, créame, apasionante: puede que sea el trabajo más bonito del mundo. Escribir el libro ha sido recomponer cuanto ocurrió, revivirlo, aclararlo, compartirlo, verlo todo desde otra ventana. Usted sabe más de eso que yo...

P. ¿En su prólogo, Pérez-Reverte dice que 'Diego Galán no tenía derecho a irse del festival sin contarnos todo eso'. ¿Escribió el libro por sus ganas de compartir?

R. Me daba pena que tantas experiencias se fueran por el desagüe. El mundillo de un festival de cine es algo desconocido para quien no trabaja en él, y el de San Sebastián es muy especial. Ocurren en él cosas que lo diferencian de cualquier otro festival del mundo.

P. Estar al frente del de San Sebastián, ¿es la culminación del sueño de un cinéfilo?

R. Es una manera de que la cinefilia ponga los pies en el suelo. Los mitos se hacen de carne y hueso, y las entretelas de la industria eliminan falacias en las que uno creía.

El escritor y crítico de cine Diego Galán en su casa de Madrid.
El escritor y crítico de cine Diego Galán en su casa de Madrid.LUIS MAGÁN
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