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Reportaje:

Historias de España, historias de Santos Juliá

Amigos y colegas homenajean al autor en Madrid

Javier Rodríguez Marcos

Igual que lo bueno es enemigo de lo mejor, tan enemigas de la verdad entera son las medias verdades como la propia mentira. De ahí la importancia de la obra de Santos Juliá (Ferrol, 1940) a la hora de refutar muchos de los clichés con los que se encontraron los historiadores de su generación. De ahí su temprana lucha por nadar contra la corriente y estudiar la Segunda República como objeto en sí mismo y no como precedente de la Guerra Civil. O su actual defensa de la Transición no como un tiempo de amnesia sino de debate.

Del valor del autor como polemista y como renovador de la historiografía española se habló mucho ayer en la Residencia de Estudiantes de Madrid durante la presentación de La mirada del historiador (Taurus), un volumen de homenaje coordinado por José Álvarez Junco y Mercedes Cabrera y en el que participan una veintena larga de nombres, entre ellos, Juan Pablo Fusi, José-Carlos Mainer, Enrique Moradiellos o Giuliana di Febo. De la monarquía a la relación entre historia y memoria pasando por el socialismo, los intelectuales, la República y la Guerra, los convocados repasan -"críticamente", insistió Álvarez Junco- la obra del autor de la biografía de referencia de Manuel Azaña y de Historias de las dos Españas, premio nacional en 2005.

Después de escuchar los elogios a su rigor y a la precisión de su prosa, Santos Juliá desgranó -emocionado y emocionante, sobrio- su particular nómina de, en palabras de su maestro Ramón Carande, "acreedores permanentes". Antes, sin embargo, evocó la respuesta que su madre daba a las vecinas cuando llevaba al parque al futuro historiador y a sus hermanos. La frase "Ángela, qué hijos más guapos tienes", contó, tenía siempre la misma réplica: "Ande usted, qué han de ser guapos mis hijos".

Con ese antecedente, explicó el homenajeado, "no me puedo creer lo que se dice de mí; estas cosas se dicen de los muertos y yo estoy de cuerpo presente".

Mezclando magistralmente la historia personal con la historia de España, Santos Juliá pasó entonces a reconocer su deuda con ese grupo de acreedores entre los que estaban el propio Carande, Álvarez Junco y Javier Pradera pero también su primer profesor de francés, sus compañeros del seminario de Salamanca durante su formación como sacerdote, Fernando Claudín y José Bergamín, su mujer, sus hijos, Tuñón de Lara o el fallecido Javier Tusell.

Fue así como explicó que, "con la osadía del ignorante", se presentó en los coloquios de Tuñón en Pau defendiendo el estudio autónomo de la Segunda República: "No construyamos el pasado por lo que ocurre en el futuro. Los que vivieron la República no sabían que después vendría la guerra". Fue también así como, siendo "un historiador de la Transición y en la Transición", según Fusi, Juliá defiende el primero posfranquismo como un tiempo de "voracidad, bullicio y discusiones" y no como "el tiempo de olvido que ahora nos dicen que fue".

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.
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