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Entrevista:JAIME O'NEILL | Escritor

"Joyce siempre murmura al oído de cualquier escritor irlandés"

Daniel Verdú

Jaime O'Neill describe su felicidad como algo atado a la escritura. Después de una serie de precipitados infortunios que le llevaron a encontrarse, de un día para otro, sin su pareja, sin la casa donde vivía y víctima de la prensa sensacionalista, el autor de Nadan dos chicos (Pre-Textos, 2005) se ha convertido en el escritor más cotizado de Irlanda. O'Neill pasó 10 años escribiendo su novela en la solitaria nocturnidad del trabajo que consiguió como portero en un hospital psiquiátrico. Mientras sus compañeros se entregaban al consuelo catódico, él marcaba los surcos de su recuperación en las páginas que le acompañarían durante una década. Ahora, desde su sosegada existencia, O'Neill repasa algunos aspectos de su vida y de la obra que le ha permitido volver a disfrutarla.

"El lugar más bonito para mí no es Irlanda o España: es estar en medio de un párrafo"
"Después de la muerte de mi pareja me vi sumido en un terrible pesimismo"

Pregunta. ¿Cómo ha cambiado su vida después de esta novela?

Respuesta. Radicalmente. Recibí un enorme adelanto de mis editores, y ese dinero me ha permitido regresar a Irlanda, un país maravilloso pero difícil para el artista que trata de sobrevivir. Mi casa, en el campo de Connemara, abarca un acre de naturaleza salvaje, donde las moras y las frambuesas crecen silvestres. Así que, cuando me pregunto acerca de los frutos de la literatura, pienso en mi casa, la primera que he poseído, y sonrío.

P. Reconocerá que en el tiempo que vivimos es heroico, o cuanto menos, arriesgado, escribir una historia en casi 800 páginas. ¿Era necesario?

R. Una historia dicta su propia longitud. Quería explorar el alma de mi nación a través del amor entre dos chicos. Dos chicos que, en su amistad, descubren su país, la libertad de un país por la que merece la pena luchar. No haces eso en seis meses o en 200 páginas. Al menos yo. Lo heroico y muy arriesgado fue vender los derechos del libro antes de acabarlo; como esos editores empezaron a hacer demandas poco razonables, compré de nuevo los derechos de la novela. Sabía dónde quería llegar con la historia y estaba decidido a que nadie interfiriese en mi visión.

P. ¿Cómo le sienta que se compare Nadan dos chicos con el Ulises de Joyce? ¿Cómo ha influido dicho autor en su obra?

R. Me temo que Joyce está siempre murmurando al oído de cualquier escritor irlandés. Especialmente si, como en el caso de Nadan dos chicos, la novela está ambientada en la misma época y en el mismo lugar: la torre de Joyce, donde Ulises empieza, aparece en mi segundo capítulo; además, la mayoría del libro está centrada en Forty Foot, pero es que es ahí donde crecí. Quería que el libro tuviera esa dimensión personal.

P. ¿Cómo influyó la muerte de su pareja en la creación de la novela?

R. La apariencia siempre engrandece la realidad. Después de la muerte de mi pareja [Russell Harty, un conocido presentador de la BBC con el que O'Neill llevaba años conviviendo y tras la muerte del cual fue objetivo durante meses de la prensa sensacionalista], me vi a mí mismo sumido en un terrible pesimismo: perdido, hasta que me encontré con la voluntad de escribir una novela, una historia profunda que me devolviera (a la persona y no al escritor) al tiempo y al espacio. Hasta entonces, siempre que me preguntaban si era irlandés, respondía que era gay. Ahora tendría que responder afirmativamente.

P. Estuvo escribiendo el libro durante 10 años mientras trabajaba en el turno de noche de un hospital psiquiátrico. ¿Qué recuerda de aquello?

R. Por la noche, en el hospital, no se requería mucho más que mi presencia. Los otros porteros miraban la televisión. Yo decidí escribir una novela. Fue como recibir una beca de la Seguridad Social.

P. ¿Cuál es la relación que existe en su libro entre el despertar del amor hacia la patria y el despertar de la sexualidad en un chico?

R. Bueno, espero que no sea la única relación que el libro refleja, pero el punto crucial aparece a las tres cuartas partes de la novela, cuando a Jim (uno de los chicos) se le pregunta: "¿Qué es Irlanda que hace que queramos luchar por ella?". Y él responde: "Es Doyler (el otro protagonista del libro)". Doyler es su país. Es una cuestión de nacionalismo más basada en a quién quieres que en el lugar donde has nacido.

P. ¿Por qué eligió el año previo al levantamiento de Pascua de 1916 como el contexto histórico de su novela?

R. El levantamiento es el alma de Irlanda. Marca el nacimiento de la modernidad de mi país. Un extraño nacimiento que se ha descrito justamente como "el triunfo del fracaso".

P. ¿Qué le parece el punto de vista que el también irlandés Seamus Heaney mantiene con respecto a la conveniencia de hablar del conflicto irlandés fuera de sus textos? ¿Cómo ve el conflicto hoy en día? ¿Cree que existen similitudes con la relación que mantiene España con Cataluña o el País Vasco?

R. Yo no siento un odio sin sentido hacia Inglaterra. Los ingleses son nuestros vecinos, nuestros compañeros en Europa. Inglaterra me acogió cuando mi país tenía poco espacio para mí. Me dio trabajo, seguridad social y me abrió sus librerías, museos y galerías. No podría ser ingrato con eso. Personalmente pienso que es la cultura y no la nación lo que cuenta. Si una cultura requiere su propio gobierno para asegurar su correcto desarrollo, entonces esa cultura debe tenerlo.

P. Escribió esta novela cinco años atrás. ¿Está trabajando en algo nuevo?

R. La broma que circula entre mis amigos es que lo único que escribo últimamente es mi nombre en los cheques. Me encantó escribir Nadan dos chicos, y si vuelvo a escribir, quiero que sea una cuestión de amor, de absorción, de palabras que luchan para ser dichas. El lugar más bonito para mí no es Dublín o Galway, Irlanda o España: es estar en medio de un párrafo. En un autobús yendo a casa cuando la última frase todavía suena en tus oídos, y nada importa más que colocar bien un adverbio. Siempre a la búsqueda. Ésa es mi felicidad, la escritura.

Jaime O'Neill.
Jaime O'Neill.
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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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