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VII PREMIO ALFAGUARA

Laura Restrepo festeja la palabra libre

La colombiana denuncia la dictadura de lo políticamente correcto al recoger el Premio Alfaguara

Decir llanto, pronunciar utopía, emborronar páginas con la mancha esperanzadora de la palabra solidaridad... Volver a utilizar el lenguaje, quitarle las esposas, sacarlo de los barrotes que lo esconden bajo el manto ilusorio de los que rastrean la vieja utopía de la inmortalidad. Eso es lo que busca, entre otras cosas, Laura Restrepo con Delirio, un viaje al fondo de la locura y la violencia colombiana, y universal, que es también, ante todo, "una obra sobre el amor", según recordó ayer José Saramago, presidente del jurado del VII Premio Alfaguara. Restrepo recibió de manos de Jesús de Polanco, presidente del Grupo PRISA, el cheque de 175.000 dólares, la escultura de Martín Chirino y un regalo menos tangible: la presencia "en 18 países en 10.000 puntos de venta", según recordó la consejera delegada del Grupo Santillana, Isabel de Polanco.

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Poner en su sitio las mentiras, desnudar la hipocresía de lo políticamente correcto y la absurda importancia que le damos a los objetos en las sociedades del primer mundo. Eso hizo Laura Restrepo en su discurso: "Siempre me ha impresionado la importancia que damos a las cosas. Cuando hablamos de la guerra contra la droga, por ejemplo, otorgándole al objeto un valor mágico de fetiche, lo que en realidad hacemos es ocultar los hilos que mueven el poder".

No rehuyó esta colombiana comprometida, que dirige ahora el Instituto de Cultura y Turismo de Bogotá, cuyo ayuntamiento gobierna la izquierda, el sabor de las palabras que le gustan y le aterran. Pronunció amor, pasión y muerte varias veces. "Porque es la conciencia clara de la muerte lo que da brillo a la vida", dijo, y porque otros se empeñan en guardar la palabra muerte en los desvanes "porque es de mal gusto en una sociedad que cree en la falacia de ser inmortal, porque nos recuerda nuestra animalidad".

La animalidad contra la que se esgrimen las glorias del fitness y las dietas, los hombres que apartan las pasiones y arrinconan el heroísmo y el dolor en favor de lo cool, lo fresco, lo deportivo, lo desenvuelto y desenfadado: "El que nunca llora y que prefiere eso a palabras como simpatía, anhelo o compañero, que quiere decir, literalmente, el que comparte el pan contigo".

Por eso, por la básica necesidad de reivindicar el lenguaje, por colocarse enfrente de quienes se niegan a publicar, "en algún país de arios", una novela suya con el título La novia oscura porque dicen que el adjetivo es vejatorio; por eso, declaró la autora, se presentó al Premio Alfaguara, que en esta séptima edición ha recibido 635 novelas candidatas. "Porque sabía que era un premio serio en el que se respeta el valor de la palabra", dijo Restrepo ante los miembros del jurado José Saramago, Juan Cueto, Josefina Aldecoa, Daniel Samper y Juan González, que integraron el mismo junto a Javier Cercas y Paz Alicia Garciadiego.

Tenía que ser una apuesta especial para que le reconocieran tantos años de trabajo, de búsqueda, de pérdidas, como la que sufrió con una mujer médico que le ayudó por correo electrónico a conocer la locura y que el día en que se suponía que iban a encontrarse cara a cara se suicidó. "Fue un golpe muy duro para mí, y a raíz de su muerte descubrí muchas cosas que no entendía, pero comprendí, sobre todo, que no iba a poder curar a mis personajes", recordó.

Restrepo debía dar sentido a tanto esfuerzo en torno al dolor, a su retrato desgarrado del delirio, del desaliento, de la lucha de un hombre por sacar del pozo de la locura y por conocer las secretas conexiones mafiosas de Agustina Londoño, la mujer a la que ama. "Lo escribí", contó Restrepo en la rueda de prensa anterior a la entrega del premio, "porque, al contrario de los argentinos, que están todo el día en el psicoanalista, los colombianos presumimos de estar muy cuerdos y yo creo que no, que estamos todos mucho más locos que los argentinos". Restrepo conoce a fondo su país, donde ha sido periodista, maestra, activista de la guerrilla y decidida defensora de la paz y el progreso en un lugar donde, según ella, "el presidente Uribe nos ha asegurado otros diez años más de guerra".

La novela es también un alegato indirecto y sutil contra lo que llama "los gobernantes enanos, las democracias de bolsillo, las naciones que aspiran a la supervivencia eterna matando gente fuera y creyéndose inmortales dentro". Seguro que el comentario no iba por Belisario Betancur, quien durante su mandato encomendó a Restrepo mediar con la guerrilla para conseguir la paz, como recordó Jesús de Polanco. De eso, entre otras cosas, decía el presidente de PRISA que conocía a Restrepo. "Este premio es motivo de triple alegría para nuestro grupo. Primero, porque es una gran escritora; segundo, porque es una gran persona que se identifica con su tiempo y lucha por sus ideales; y, tercero, porque Delirio es una gran novela que honra este premio de forma cabal". El libro lo presentará Daniel Samper, esta tarde, a las 20.00 horas, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Laura Restrepo recibe el Premio Alfaguara de manos de Jesús de Polanco y el presidente del jurado, José Saramago.
Laura Restrepo recibe el Premio Alfaguara de manos de Jesús de Polanco y el presidente del jurado, José Saramago.LUIS MAGÁN

El examen final de una alumna ante el maestro Saramago

Pudo ser un signo del destino. En Delirio, la novela de Laura Restrepo ganadora del Premio Alfaguara, un personaje lee una obra de José Saramago. "Ya era así antes de saber que él presidiría el jurado del premio al que decidí mandar mi obra", se disculpaba Restrepo. Pensó en quitar la referencia, pero ¿a qué fin? Ya había utilizado el nombre del premio Nobel portugués en alguna de sus obras anteriores. Es su maestro reconocido y la escritora colombiana está a favor de reivindicar las enseñanzas orgánicas de la literatura. "Yo fui lectora de Saramago en Colombia desde el principio, y con él aprendí no sólo cómo colocar frase tras frase, sino su concepción del ser humano. Mis libros están cruzados por su obra y cuando me enteré de que él presidiría el jurado vi la posibilidad de presentarme al examen final de una alumna ante su maestro", declaraba ayer la autora, que publicó su primer libro, Historia de un entusiasmo, en 1986, seguido de La isla de la pasión (1993), Dulce compañía (1999), La novia oscura (1999), La multitud errante (2001) y Olor a rosas invisibles (2002).

Por su parte, el maestro dio sobresaliente cum laude al Delirio de Restrepo pese a un rechazo inicial. "Llegó con ese título, Mira mi alma desnuda, y encima con el seudónimo de María, y la aparté pensando 'Esto no es para leer", recordaba el escritor con franqueza. Luego se encontró con una obra sorprendente: "Por la calidad del lenguaje y de las estructuras narrativas, que se cruzan de forma armoniosa hasta el clímax final".

Para Saramago, Delirio es una obra "novedosa, un soplo de aire fresco", y eso es lo que importa, porque un premio se da a una novela y no a una persona.

Aunque en este caso, para Saramago coinciden las dos alegrías. "Se ha premiado una obra que ha resultado ser de una gran persona, aunque podía no haber sido así porque la literatura está llena de grandes piezas hechas por gente pequeña". Tampoco es casual que Delirio pertenezca a una escritora que ha sido revolucionaria y trotskista. Y eso alegra al autor de Ensayo sobre la ceguera, más en un país en el que se ha dado por zanjado el conformismo. "Parece que la gente se ha hartado de eso y ha dicho: 'a partir de ahora, inconformismo para todos".

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