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Crítica:JAZZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Palabras mayores

Es bien sabido que Branford Marsalis estuvo cierto tiempo en la banda del cantante Sting. Preguntado sobre si su reputación de jazzman se veía afectada por este hecho, contestó: "No hay ningún riesgo para mi reputación porque no tengo reputación". Tema zanjado.Como todos los músicos veteranos saben, el jazz es más cuestión de forma que de fondo, aunque no es habitual que los jóvenes lo entiendan a la primera. Marsalis sí: tiene sólo 31 años y parece en posesión de la piedra filosofal del Jazz; asusta pensar cómo tocará cuando haya cumplido los 50.

Empezó el concierto dentro de lo previsible, acordándose del santo de los saxofonistas tenores, St. Thomas, pero poco a poco fue descubriendo un mundo personal e imprevisible de melodías descompuestas, alteración de acordes y exploración de timbres; las ideas brotaban continuamente, más preciso sería decir que rebosaban, lo mismo sobre la amable canción Cocktails for two que sobre la trascendente música de Brahms. ¿Por qué funcionaba tan bien? No había más que volver la mirada hacia la derecha, donde se sentaba un batería regordete presentado en castellano por Marsalis como el jefe Jeff Watts.

Branford Marsalis Trio

Branford Marsalis (saxos tenor y soprano), Robert Hurst (contrabajo) y Jeff Watts (batería). Precio: 2.000 y 2.500 pesetas. Teatro Alcalá. Madrid, 9 de noviembre.

Watts puede robarle el show al más pintado. Está sencillamente entre los tres mejores baterías de la actualidad y no es ningún disparate decir que se encuentra a la altura del mismísimo Elvin Jones. Es todo un maestro de la polirritmia, del swing, de los truenos y de las brisas; avanza, retrocede y cada movimiento suyo empuja la música un poco más allá. Robert Hurst procuraba terciar en el violento diálogo entre batería y saxofonista, pero a menudo no le quedaba más remedio que sumar su voz grave y solemne al fragor de la batalla.

La filosofía de los tres músicos quedó perfectamente ilustrada en el bis final, My one and only love. Se presentía un colofón sosegado, pero tras la exposición del tema se comprobó que ni en la despedida estaban para concesiones. Jugaron al gran juego del intercambio de ideas y dieron la sensación de que aquello podía no tener fin. Era jazz eterno.

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