Regreso con sosiego
Rafael Rojas habla de manera pausada pero fluida, con la medida justa de ira o desasosiego que le provoca el recuerdo de su isla antillana en cautiverio.
El autor, frecuente visitante de España -premio Anagrama de 2006 por Tumbas sin sosiego-, hace política, sin que probablemente eso le interese de una manera vital; porque lo que a Cuba pertenece, mal puede hoy mirar para otro lado. Su especialidad como historiador, mejor diría auscultador de la cultura cubana, y mucho más en los ritmos largos de temporalidad difusa, que en la urgencia del cronómetro, le ha habituado a ver las cosas en perspectiva. Si de alguien está próximo en la modesta disidencia insular sería de Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano de Liberación, y promotor del Proyecto Varela, la más comedida de las acciones de esa fuerza interior sin dejar de ser una iniciativa de enorme carga democrática, aunque no pidiera explícitamente el cambio de régimen. A esa tesitura pienso que se acomodaría Rafael Rojas.
La historiografía y la antropología del cubanismo exiliado es especialmente rica, y en ella Rojas representa una escuela muy definida. Al contrario que Louis A. Pérez, otro gran historiador pero éste ya hasta en el nombre anglosajonizado, que ve en Cuba una especie de retrato en negativo de los propios Estados Unidos, Rafael Rojas entiende su país como una parte esencial de lo que dejó España al otro lado del Atlántico. Por eso sus estancias en la Península, aunque él no sea necesariamente consciente de ello, tienen mucho de regresos; como el de aquel sabio colombiano que la primera vez que pisó España supo que no venía sino que estaba volviendo. Rafael Rojas con sosegada impaciencia espera también regresar un día a su Cuba natal.